Hollywood, y EEUU, siempre han sido lugares de contrastes. Pasa ahora y pasó en 1969, cuando en pleno auge del movimiento hippie, del amor libre, de los ecos de mayo del 68 y de una revolución sexual y social, Richard Nixon era elegido como presidente del gobierno del país y el conservadurismo más rancio quiso acabar con una película por atreverse a mostrar relaciones y sexo homosexual en la gran pantalla. Se trataba de Cowboy de Medianoche, dirigida por John Schlesinger y basada en la novela de James Leo Herlihy, que vivió las iras reaccionarias y fue calificada X, lo que sacrificaba sus posibilidades comerciales y la convertía en un filme maldito antes de llegar a las salas.

En un acto de justicia poética Cowboy de Medianoche se convirtió en un éxito cuando se estrenó hace 50 años (el 25 de mayo de 1969) y terminó ganando el Oscar a la Mejor película, al Mejor director y al Mejor guion adaptado. Es la única película X que ha conseguido semejante hazaña. Su calidad fue suficiente para olvidarse de los prejuicios moralistas, y Hollywood hizo toda una declaración política premiando este título. Ese Oscar era una crítica encubierta al sistema de calificación por edades, que aplicaba criterios homófobos y reaccionarios para dar sus temidas notas.

Cowboy de Medianoche cuenta la historia de un joven de texas que deja su trabajo de lavaplatos para intentar triunfar en Nueva York como gigoló, donde termina sobreviviendo junto al timador tuberculoso Rico "Ratso" Rizzo y aceptando sexo con hombres desconocidos que a veces ni siquiera le pagan. Un tortazo al sueño americano que la MPAA (asociación encargada de la calificación) quiso enterrar con una X por su “contenido homosexual” según el libro United Artists Volume 2, 1951-1978 de Tino Balio: The Company That Changed the Film Industry. De hecho, la primera calificación obtenida fue una R, mucho más permisiva, pero prefirieron consultar con Aaron Stern, un psiquiatra de la Universidad de Columbia, que dijo que las escenas homosexuales "podrían tener un efecto adverso en los jóvenes" y decantó la balanza hacia la X.

Escena sexual en 'Cowboy de medianoche'

Stern se convirtió en figura fundamental en la pacata asociación, y hasta llegó a jefe de la Administración de Clasificación y Código de la MPAA y en una entrevista en el Show de Dick Cavett dejó claro que las películas explícitas "tienen que pagar el precio por lo que hacen". Él fue quien puso una calificación R a El jardín de los Finzi-Contini por un pecho desnudo y aconsejó cortar una escena de un beso en Un lugar seguro porque se le veía la lengua a Jack Nicholson.

El acoso y derribo contra Cowboy de Medianoche también fue político, donde miembros de partidos conservadores realizaron campañas para que la gente no fuera a ver la película. El senador Ralph Hall, tejano como el personaje de Voight, quiso crear un impuesto de 50 céntimos de dólar extra por cada entrada de la película. No sirvió de nada, para sorpresa de los propios responsables del filme el morbo de la calificación X y el boca a boca la convirtieron en un fenómeno.

Jon Voight con Bob Balaban en una de las escenas más polémicas.

La película se estrenó en el Cine Coronet de Nuebva York, donde hubo una ovación de diez minutos. Al día siguiente las colas daban la vuelta a las manzanas donde se encontraban las salas que se habían atrevido a proyectarla. El filme, a pesar de esa X marcada como una letra escarlata, amasó en EEUU más de 44 millones de dólares. Un éxito que tranquilizó, sobre todo, a Dustin Hoffman, que se había mostrado muy preocupado tras un pase de prueba en el que el público conservador se salió durante una escena de contenido homosexual, y al que la decisión de la MPAA había dejado muy tocado y al que Mike Nichols había intentado convencer para no protagonizarla. Tanto Hoffman como Voight fueron nominados al Oscar al Mejor actor por sus excelentes interpretaciones.

Una película que pasaría a la historia por ser la única calificada X en ganar el Oscar al Mejor filme, pero cuya importancia es mucho mayor. Un punto de inflexión en la industria y una obra que el propio director, fallecido en 2003, dudaba que pudiera rodarse en el mundo actual, como confesaba en una de sus últimas entrevistas, mostrando que el riesgo es un valor en extinción.

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