Murcia

El padre Antonio participaba activamente en los retiros espirituales, viajes y convivencias de los 'kikos' de Yecla. El sacerdote llegó en 2013 a esta localidad murciana, situada en la Comarca del Altiplano, donde existe una nutrida comunidad del Camino Neocatecumenal, entre cuyos miembros se encuentran algunos concejales del PP en el Ayuntamiento. El páter Antonio ofició allí, en julio de 2019, la que a buen seguro será la última misa de su vida porque la Audiencia Provincial le ha condenado a 7 años y 9 meses de prisión por abuso sexual continuado a un niño de 13 años.

La sentencia ha sacudido los cimientos de la Diócesis de Cartagena, a pesar de que fue el propio obispo, José Manuel Lorca Planes, el que denunció al padre Antonio ante la Fiscalía y le apartó de sus responsabilidades pastorales en Yecla, como párroco de la iglesia de San Juan Bautista y capellán del Hospital Virgen del Castillo. Los abusos comenzaron durante la etapa en la que este religioso fue vicepárroco de la iglesia de San Pedro Apóstol, en la localidad costera de San Pedro del Pinatar, donde entabló una estrecha relación con la familia de un menor.

Los padres del crío confiaron tanto en el sacerdote de San Pedro Apóstol que le abrieron la puerta de su casa. Así lo recoge la sentencia de la Audiencia Provincial: "Cuando ejercía su función pastoral en la primera parroquia, conoció a la familia del menor, entablando una relación prácticamente familiar, hasta el punto de tener las llaves del domicilio donde residía el menor con su familia, siendo habitual que pernoctara con frecuencia en dicho domicilio".

Imagen de la fachada de la Iglesia de San Pedro Apóstol, en la localidad costera de San Pedro del Pinatar.

El religioso buscaba tener momentos a solas con el chiquillo. Valga como botón de muestra lo que expone el fallo en el apartado de hechos probados: "Insistía mucho al menor que se acostase con él, consiguiéndolo muchas veces". Los abusos sexuales del religioso comenzaron con besos al niño dentro del hogar familiar: "La primera vez, encontrándose ambos en la habitación del domicilio de éste, a la hora de la siesta, se quedó dormido el menor en los brazos del acusado, y procedió éste a besarlo en los labios, inclusive cuando se había despertado".

Después elevó el tono de sus deseos libidinosos y aprovechándose de la confianza que tenía con la familia se llevaba al crío a las playas pinatarenses para dar un paseo, en apariencia inofensivo, pero que se tornaba en un nuevo episodio de abusos: ambos se bañaban desnudos, mientras el cura abrazaba al chiquillo y le besaba en la boca.

"Esa conducta de besar en los labios al menor se repetía cada vez que estaban solos y lo abrazaba, siempre con la excusa de que si no lo hacía es porque no lo quería de verdad", según recoge literalmente el fallo. Tal argumento esgrimido por el cura evidencia un 'modus operandi' en el que imponía su alzacuello a la ingenuidad del menor: "Prevaliéndose especialmente del gran nivel de ascendencia y superioridad que había adquirido sobre éste, dada su condición de sacerdote".

Le hacía muchos regalos

Ese rol de páter le permitía seguir elevando la gravedad de sus abusos sexuales, los  cuales pasaron a convertirse en tocamientos, incluso en sexo oral. Durante este terrible periodo de tiempo, el padre Antonio agasajó al chiquillo con regalos: una bicicleta, dos cámaras de fotos, cuatro teléfonos móviles, ropa, un escritorio... Y lo que hiciera falta, ya que según la sentencia condenatoria, este religioso realizaba tales obsequios buscando "mantener su ascendencia" sobre el menor de edad.

De hecho, en varias ocasiones invitó al niño a comer y a cenar a solas, aprovechándose, una vez más, de la confianza de la familia. El padre Antonio permaneció entre 2006 y 2013 en la parroquia de San Pedro Apóstol en San Pedro del Pinatar. Posteriormente, la Diócesis le encomendó la iglesia de San Juan Bautista de Yecla y el Hospital Virgen del Castillo, pero ese cambio de destino, a 139 kilómetros de distancia de la localidad costera, no alteró su relación con el menor.

El cura le llamaba por teléfono y el chiquillo iba a visitarle a Yecla, incluso se quedaba a dormir en su casa, una situación que este sacerdote aprovechaba para hacerle felaciones a una criatura de solo 13 años. 

Una ceremonia religiosa en la que participó el cura condenado por abusos sexuales.

Bajó su rendimiento académico

Todo esto ocurría sin que los padres sospechasen nada del infierno sexual que padecía su hijo. Entretanto, este religioso que se ordenó como sacerdote en Medellín (Colombia), se iba ganando a su nueva comunidad pastoral en Yecla, mostrándose cariñoso, amable y tan ameno en las misas que se ganaba a los feligreses de entre 20 y 30 años.

El chico aguantó y aguantó y comenzó a bajar su rendimiento académico y su estado de ánimo. Al final, como era de esperar, explotó en una convivencia con otros menores: "Todo surge cuando en una jornada de convivencia les piden que confiesen algo que no hubieran confesado antes, lo que provoca que él mismo le cuente a otro sacerdote lo que le había ocurrido años atrás, momento en que éste le pide que se lo cuente a sus padres aunque sea difícil".

A partir de ese momento, el Obispado de Cartagena puso los hechos en conocimiento de la Fiscalía y apartó al padre Antonio de Yecla por supuestos abusos sexuales, lo que provocó un escándalo en la comunidad 'kika' de la localidad que le tenía en alta estima.

Testimonio lapidario

En la condena de la Audiencia Provincial al religioso se pone de manifiesto que ha tenido mucho peso el testimonio ofrecido por la víctima: "Hemos de poner de relieve en primer término que la declaración prestada por éste en el plenario, es persistente, pues no muestra contradicciones, ni internas, ni con respecto a las otras declaraciones prestadas con anterioridad (...). Se trata, además, de una declaración llena de detalles y matices, prestada con total continuidad y sin dudas relevantes, todo lo cual, ofrece a este tribunal total verosimilitud".

A lo que se suma el relato de varios testigos. Prueba de ello es este extracto del fallo: "Así, el testigo J. L. es claro al afirmar que aunque el acusado era una persona cariñosa y efusiva, con los niños lo era más, y especialmente con el menor [abusado], apreciando muchas muestras de afecto hacia él cuando había otros niños, o que había mucho favoritismo hacia él, hecho que concuerda con lo que cuenta el hermano de la víctima, al relatar que en una ocasión el menor le pidió 20 euros al acusado y éste viajó desde Yecla a San Pedro del Pinatar (al domicilio de aquel) para dárselos".

La historia de Abraham

La sentencia deja patente que el padre Antonio actuó "movido siempre por un ánimo lascivo o de satisfacción del apetito sexual". La Sala le impone 7 años y 9 meses de prisión, como autor de un delito continuado de abuso sexual, así como la medida de libertad vigilada por un periodo de 5 años, que incluye la inhabilitación especial para el ejercicio de cualquier profesión que conlleve el contacto regular y directo con menores de edad. Además, no podrá aproximarse a menos de 500 metros ni comunicarse con la víctima por un periodo de 5 años superior a la duración de la pena de cárcel, imponiéndole el pago de las costas del proceso judicial.

El fallo permite un recurso de apelación para el padre Antonio. Este cura, criado en la pedanía murciana de Monteagudo, en una conferencia que impartió en febrero de 2016, bajo el título 'La Cuaresma', en la parroquia de San José Artesano, explicaba que el origen de su vocación eclesiástica era la historia de Abraham: el hombre que se casó con su medio hermana, Sara, y fue capaz de ofrecer a Dios el sacrificio de su único hijo, Isaac.

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