El barco Ángeles Alvariño iba a terminar este miércoles por la tarde sus labores de búsqueda en Tenerife. Alrededor de las 19:00 -hora canaria- el buque tenía que emprender su regreso hacia Cádiz sin pasar nuevamente por puerto, desde el mismo punto en que se encontraba, a unas tres millas de la costa de Tenerife frente al municipio de Añaza. Pero allí se quedó. La súplica de Beatriz Zimmermann, la madre de las pequeñas Anna y Olivia, asesinadas por su padre, Tomás Gimeno, coincidió en la última hora del miércoles con el anuncio de la Delegación del Gobierno en Canarias de que el barco se queda unos días más para prorrogar la búsqueda del cuerpo de la pequeña Anna y del asesino.

El buque oceanográfico había cumplido su mandato judicial, que era el de rastrear la zona de 10 millas náuticas cuadradas entre el puerto deportivo Marina Santa Cruz y el Puertito de Guímar, al sur de Santa Cruz de Tenerife. Ante la falta de indicios tras el hallazgo del cuerpo de Olivia, de seis años, el pasado jueves 10 de junio, el juzgado había dejado al barco libre para irse cuando considerase. Sin embargo, la Delegación del Gobierno presionó este miércoles para no interrumpir la búsqueda con esta brusquedad.

El barco, propiedad del Instituto Español de Oceanografía y dependiente del Ministerio de Ciencia e Innovación, seguirá con sus labores de forma indefinida. Recalará nuevamente en puerto para realizar labores de mantenimiento del sónar y del robot submarino capaces de rastrear el fondo marino hasta una profundidad de 2.000 metros. De forma paralela, con este nuevo margen, la Guardia Civil ha puesto en marcha estrategias de búsqueda alternativas y la petición para adquirir nuevos medios tecnológicos. De esta forma, podrán continuar con sus labores en ausencia del Ángeles Alvariño.

Tomás Gimeno (izquierda) y Beatriz Zimmermann

La angustia de Beatriz

Con la partida del barco se desvanecían también, casi por completo, las posibilidades de dar con los restos mortales de Anna y de Tomás. Tras el mazazo recibido por el hallazgo del cuerpo de su hija Olivia, a la madre de las pequeñas solo le quedaba la esperanza de encontrar alivio en que se hallase el cuerpo de su segunda hija y el del asesino.

A sus hijas no se las iban a devolver, pero el encontrar el cuerpo de Anna le permitiría sepultar a ambas. Que se encuentre el del asesino, contribuiría a cerrar el círculo que determinase al milímetro las circunstancias del crimen y la tranquilidad de saber que ha fallecido. Así, ante la salida inminente del barco, Beatriz lanzó una súplica desesperada el miércoles que fue finalmente escuchada gracias a las gestiones de la Delegación del Gobierno.

“Suplicamos que la búsqueda de Anna y de su presunto asesino Tomás Gimeno no cese hasta que todas las zonas de sus posibles ubicaciones estén totalmente, y de forma exhaustiva, revisadas y así quede avalado por los investigadores de la Guardia Civil. Pedimos que la búsqueda de Anna y de su presunto asesino Tomás Gimeno no cese por otros motivos como puedan ser compromisos de trabajo, económicos o técnicos”, reza parte de la misiva firmada por el portavoz de la familia y presidente de SOS Desaparecidos, Joaquín Amills.

La carta, dirigida a la Casa Real, a la Presidencia del Gobierno, a los Ministerios del Interior, Igualdad y de Justicia, cuerpos policiales y otra decena de instituciones, prosigue: “La familia de Olivia y Anna no podrá tener paz hasta recuperar el cuerpo de la pequeña y sobre todo el del presunto asesino, sería ello un dolor, angustia y horror añadido en este caso a la víctima que es Beatriz Zimmerman ante la remota idea de que semejante monstruo siga con vida”.

El buque de búsqueda Ángeles Alvariño frente a la costa de Tenerife. RM

Remota posibilidad

A la espera de que lleguen nuevos medios tecnológicos, la retirada del barco hubiese dejado el rastreo en un estado de casi suspensión, dado que las fosas de 1.000 metros de profundidad en la zona de búsqueda y donde fue hallado el cuerpo de Olivia son inaccesibles a las patrulleras de la Guardia Civil y a sus equipos de buceadores. 

Así, la buena noticia de la permanencia del buque en Tenerife ha descartado por el momento, la única y remota posibilidad a la que podría aferrarse Beatriz en caso de que se interrumpieran las labores: que el mar devolviera los restos mortales de Anna y de Tomás. 

Así sucedió en enero de 2019 con otro crimen atroz, también en las Islas Canarias. El 1 de enero de aquel año, Romina Celeste Núñez, de nacionalidad paraguaya, desapareció sin dejar rastro en Lanzarote. Cuatro días más tarde, un turista encontró en la playa de las Cucharas un resto biológico que no supo identificar y que, después de analizarlo con un socorrista, lo arrojó a un contenedor de basura. 

Inundado por las noticias sobre la desaparición, que se relacionaba con un supuesto crimen violento cometido por su pareja, el turista cayó en la cuenta de lo que había encontrado y llamó a la Guardia Civil. Los agentes recuperaron el contenedor y, después de analizarlo, un mes más tarde, determinaron que se trataba del pulmón de la víctima. El hallazgo permitió confirmar el asesinato y enjuiciar a Raúl Díaz, su marido.

Últimas pistas

Aunque el Ángeles Alvariño prolongará la búsqueda, tiene por delante una tarea casi imposible. Según explicó anteriormente a este periódico el perito náutico y experto en siniestros marinos Fernando Echegoyen, encontrar el cuerpo de la pequeña Anna es como encontrar una aguja en un pajar. El sónar del buque oceanográfico es una sonda multihaz que detecta objetos rígidos como metales. De hecho, los restos de Olivia aparecieron porque la sonda dio con el ancla a la cual estaban atados los dos petates.

Sin embargo, el cuerpo de Anna, si no tiene ningún otro objeto cerca, es posible que nunca aparezca. El organismo humano está compuesto mayoritariamente por agua y la sonda no la distingue. Es probable que el cuerpo de la pequeña de un año saliese de la bolsa en la que estaba por una compresión de aire en su interior, y que esta rompiera el petate. Después de más de 50 días de búsqueda, desde el 27 de abril, sin nada que proteja el cuerpo, es posible que ya haya desaparecido por la presencia de animales marinos.

Que aparezca el cuerpo de Anna (izquierda) es una tarea imposible a no ser que haya un objeto junto a ella.

Por otro lado, los investigadores se concentran en encontrar el cuerpo de Tomás. En caso de que se huibiese suicidado, nuevamente, solo un objeto podría determinar la posición del cadáver. Es por ello que la Guardia Civil busca incansablemente un cinturón de plomo de ocho kilos. Sin embargo, la hipótesis de que el doble asesino siga vivo ha resurgido en los últimos días.

A pesar de que el auto judicial recoge que se quitó la vida después de arrojar los cuerpos de sus hijas al mar, hay muchos detalles que no son concluyentes. El primero de todos es cómo se suicidaría. Si se mató antes de tirarse al mar, ¿cómo pudo luego lastrarse al fondo marino? ¿Se suicidó ahogándose y hundiéndose con un peso de apenas ocho kilos? El auto, además, revela que su última conexión al teléfono, según los repetidores de la zona, fue a las 02:28 de la madrugada del 28 de abril. Esto es cinco horas después de que tirase las bolsas junto al ancla.

En ese tiempo, y según recordó Echegoyen, podría haber utilizado el cinturón de plomo que busca la policía junto a un traje de submarinismo para regresar a tierra. O para abordar una embarcación en alta mar con los datos de localización apagados para dirigirse a otro lugar. Es probable que la prórroga del Ángeles Alvariño alivie momentáneamente la súplica de Beatriz. Pero también es altamente posible que pasen los días y estas incógnitas queden por siempre sin resolver.

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