El 13 de agosto de 2018, un equipo de bomberos acude a una nave industrial del madrileño barrio de Usera para sofocar un pequeño fuego. No parecía especialmente grave, pero cuando llegaron se encontraron algo extraño en el lugar: una maleta rodeada de un charco de sangre que parecía ser el motivo del incendio. Alguien había intentado quemar todo el edificio para hacer desaparecer aquella maleta y lo que contenía, un torso humano al que le habían cortado la cabeza y las extremidades. También le habían arrancado los implantes de pecho para evitar que se identificara el cadáver.

Una escena que parecía sacada de un escabroso thriller de Hollywood. La policía identificó meses después a la víctima. Se trataba de Heidi Paz, una joven de 25 años. Heidi era, además, la novia de César Román Viruete. Puede que este nombre no sea reconocible, pero sí su pseudónimo, El rey del cachopo. Todo el mundo pone rostro a esta persona que pasó de copar las portadas por hacer el mejor cachopo de España a ocuparlas por estar en busca y captura por el presunto asesinato de su pareja.

Su vida en la cárcel

Unos meses más tarde César Román fue detenido y mandado a prisión provisional. Allí espera desde entonces un juicio popular que decida su destino. Un pleito que se celebrará en menos de dos meses en la Audiencia Provincial de Madrid, a partir del diez de mayo, y para el que el acusado ha estudiado toda la instrucción en su celda de dos metros cuadrados de la cárcel de Soto del Real. Allí, el rey del cachopo ha perdido su título real. Ya sólo es ‘El cachopo’, pero sigue teniendo aires de grandeza.

El rey del cachopo.

Aquel hombre de cuerpo menudo se creía sus propias historias, y su vida era un concurso de disfraces. Era un hombre de mil caras, pero en todas vendía éxito. Él quería ser alguien importante, e incluso desde la cárcel vende que es uno de los presos célebres de su módulo o de discutir con los presos del procés. Desde entonces la gente se sigue preguntando quién es César Román. Qué hay detrás de aquel hombre del que todos destacaban su baja estatura y su don de gentes.

Eso es lo que intenta desentrañar el podcast original de Spotify -titulado El rey del cachopo- que este miércoles estrena sus dos primeros episodios. EL ESPAÑOL ha podido escuchar estos capítulos que comienzan con una bomba de relojería: una llamada del mismísimo César Román. Cachopo cuenta cómo es su día a día en aquella cárcel y sigue teniendo la conciencia más que tranquila: “Duermo muy tranquilo. Sé que no he hecho nada. Me da rabia lo que está pasando, me fastidia, pero mentalmente estoy fuerte y físicamente estoy fuerte. Quiero que llegue ya el juicio”.

Un trabajo que, como cuenta el Head of Studios para el sur de Europa de Spotify, Eduardo Alonso, intenta “arrojar un poco de luz sobre el caso y trazar un perfil de esta persona a la que se juzga en mayo”. Su creador, Daniel Higueras, dice que se sintió atraído porque era un personaje al que nunca llegabas a conocer. Han estado un año y medio investigando. Hablado con gente que le conoció, con sus abogados, y nunca llegaban al fondo. “Queríamos saber la verdad desde la mentira”, cuenta a este periódico de un trabajo que constará de diez episodios.

Una estrella en prisión

César Román quiere atención. Siempre la ha querido, como cuando puso un cartel en su restaurante diciendo que allí se servía la caña mejor tirada de España según un concurso que nadie conocía, sólo estaba en su mente. Y esa necesidad de atención hizo que en verano del año pasado consiguiera un móvil de contrabando dentro de la cárcel. Un teléfono del tamaño de un dedo meñique desde el que pudo hablar con los responsables de este podcast.

La voz del rey del cachopo no parece la de un preso. Se le nota fresco, ágil, con ganas. O al menos eso es lo que proyecta. No se dobla cuando explica que ha pasado “23 horas al día sólo, sin televisión ni nada, para volverse loco”. Y hasta se ríe cuando recuerda que le dijeron que iba a ir “a un módulo donde iba a estar muy tranquilo… Era en aislamiento, iba a estar tranquilo de cojones”. Pese a todo decidió que allí también iba a ser alguien importante, o al menos iba a construir una nueva máscara que lo aparentara.

No quiero ser menos que los presos del procés. Quiero un ordenador personal. Cuando ellos estaban aquí tenían un ordenador personal autorizado, ¿por qué el resto no?

En esta llamada breve explica que es una de las celebridades de una cárcel donde han estado Bárcenas y Rodrigo Rato. “Hay mucha gente famosa, y siempre decimos, anda que en menudos sitios nos vemos. Bromeando dije que si nos hacíamos un selfie… lo que valdría esa foto en todo el mundo”. Allí “nadie me llama César”, pero tampoco le consideran un rey, “me he quedado con Cachopo”, confiesa desde su móvil pirata.

Pero Cachopo no se deja amedrentar, y ha llegado a pedir el mismo trato que otras celebridades del módulo por las que no siente tanta estima: “No quiero ser menos que los presos del procés. Quiero un ordenador personal. Ya lo pedí, porque cuando estaban aquí los presos del procés ellos tenían un ordenador personal autorizado. Y si el Tribunal Supremo lo había autorizado… ¿por qué los demás no podíamos? Pero a los demás nos dijeron que no. Tuvimos una pelea judicial”.

Precisamente ese ordenador era la primera opción para que los responsables del podcast pudieran contactar con Román. Después de muchas entrevistas con sus abogados y tras desechar la posibilidad de ir a la cárcel por la pandemia del coronavirus, “él nos cuenta que los presos del procés habían tenido un ordenador para preparar su causa, y pensamos ponerle uno limpio para que rellenara la entrevista, pero nos fue denegada la petición”. “Un día nos llamaron sus abogados y nos dijeron, poned una fecha y dadnos un número de teléfono que os van a llamar desde la cárcel. Esa noche fue un regalo. Quedamos con él días posteriores, pero no hubo más llamadas. Una vez más le pillaron”, cuentan los responsables del podcast.

Un día nos llamaron sus abogados y nos dijeron, poned una fecha que os van a llamar desde la cárcel. Quedamos con él días posteriores, pero una vez más le pillaron

La rutina del rey del cachopo en la cárcel comienza antes de las 8. Es el primero en llegar a las duchas, pero por un motivo claro, ya que “así tengo más agua caliente que los demás”. En su rutina hay algo que no falla, la misa del domingo que oficia el Padre Paulino, el cura que también han alabado otros presos ilustres como Rodrigo Rato o Sandro Rosell. Gracias a él, asegura que ha encontrado la verdad y la fe.

Como si fuera una estrella de Hollywood, cuenta que “recibo mucho correo, recibo muchas cartas y de un tiempo a esta parte más. También hago mucho deporte y leo mucho, leer es uno de mis grandes vicios, y también escribo”. En la cárcel ha concedido entrevistas a periódicos, ha escrito columnas en medios digitales y ha tenido tiempo para escribir “un libro que tengo completamente terminado y se llama Gastronómico”.

Falangista en el sindicato

Para intentar entender a César Román hay que viajar en el tiempo. Acudir a comienzos de los noventa, cuando no era Cachopo, sino un chaval de 18 años que se hace un nombre en CCOO. Una España que tras la euforia de los Juegos Olímpicos y la Expo empieza a sufrir un paro que supera el 20%, con un déficit al alza y una reforma laboral en la que Felipe González legalizaría las empresas de trabajo temporal provocando a los obreros. Y ahí estaba él para azuzarles. Era el primero en los piquetes, como explica en el podcast Paco Naranjo, exmiembro de CCOO. “Siempre estaba dispuesto a la acción, era de los más impetuosos. Si había que empujar una puerta era el primero”.

El rey del cachopo y su novia.

Una promesa de la lucha obrera, como muchos le veían. Alzaba la voz en las asambleas, se hace liberado sindical, escribe en el boletín del sindicato… un orgullo obrero que hasta es capaz de pegar a hombres que miden el doble que él, como recuerda otro líder sindicalista, Antonio Ruda. Fue él quien primero recibe un ejemplar de la revista Interviú donde se publica la primera gran mentira del futuro rey del cachopo. César Román era un falangista infiltrado. Un miembro de extrema derecha que pretendía dinamitar a los sindicatos desde dentro y de paso captar a jóvenes obreros desencantados para la Falange.

Después fue el responsable en Madrid de Plataforma per Catalunya (PxC), el partido de ultraderecha fundado por Josep Anglada. También emprendió proyectos con los ultraderechistas Sáez de Ynestrillas y Miguel Menéndez Piñar. De todos los partidos fue expulsado. Su carrera política se parece a la empresarial, un auge tan fulgurante como su caída. De rey del cachopo al módulo de aislamiento por un presunto asesinato.

En un mes la historia de César Román escribirá su nuevo capítulo, el del juicio popular que decidirá si cree su versión o ratifica su condena. Un momento que captarán los últimos episodios del podcast de Spotify, que como confiesan sus responsables a este periódico, no se han producido porque quieren que abarque también esta causa en el que no saben qué ocurrirá. Lo que está claro es que seguro lo convertirá en un nuevo escenario para desplegar sus alas de pavo real y disfrutar de otros 15 minutos de fama.

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