La vida de Diego Salvà se acabó así, como de repente. Fue cuando todo parecía que podía ir a mejor. Había superado ya el accidente de moto que le dejó en la UCI, en coma. Tuvo que volver a aprender a caminar, a hablar, a todo. Y el primer día que volvía al tajo, a sus prácticas como agente de la Guardia Civil, ese 30 de julio de 2009 en Palmanova (Mallorca), unas bridas sujetaban una bomba lapa a su Nissan Patrol. Fue rápido.

Alguien decía que cuando se mata a una persona se le roba no sólo todo lo que ha sido sino también todo lo que podría llegar a ser. A sus 27 años, a Diego le robaron su moto, su novia, su carrera profesional dentro de cuerpo, su familia… a él y a Carlos Sáenz de Tejada, de 28 años, que se subió al Nissan con él. Ambos nombres quedarán ahora para la historia como las últimas víctimas mortales de la banda terrorista ETA.

El nombre de Diego ha vuelto ahora a la palestra. Por desgracia, no porque se haya encontrado a sus asesinos tras 11 años de una investigación que siempre acaba en nada, sino porque han hablado de él en el Congreso de los Diputados. Lo han hecho Jon Iñarritu, representante de EH Bildu en la Cámara baja y lo ha hecho también Antonio Salvà, su padre, que ahora pasa los días como diputado de Vox, partido al que entró justamente porque ETA le había robado a su hijo.

Iñarritu (Bildu) condena el "terrible" atentado que sufrió el hijo de un parlamentario de Vox Efe

Este lunes, en la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso, y con el acercamiento entre Bildu y el Gobierno de Pedro Sánchez como telón de fondo, Antonio Salvà volvió a hablar de su hijo para afear esa cercanía. E Iñarritu bajó las lanzas para condenar el asesinato y el dolor al que se había sometido a la familia de Salvà por, a fin de cuentas, una nimiedad: que su hijo un día decidió meterse a Guardia Civil. Se convertía así en el guardia civil número 203 asesinado. El último.

“Yo, cuando ocurrió ese terrible asesinato, esa injusticia que el señor Salvà sufrió en su familia y que nunca tenía que haber sufrido, expresé mi condena, mi rechazo con mi partido y aquello que sostenía hace 11 años lo sigo sosteniendo igual”, ha dicho Iñarritu. “Toda víctima de cualquier violencia merece todo mi respeto, mi solidaridad y mi pésame. Y usted, señor Salvà, independientemente de lo que yo piense de su formación, que seguramente será lo mismo que usted piense de la mía, tiene mi respeto como persona; pero como víctima tiene mi solidaridad personal y profunda”, ha añadido.

No todos los días alguien de Bildu condena un atentado de ETA. Pero lo ha hecho alguien que viene de Aralar, partido que forma la coalición de EH Bildu. Aralar, fundado a inicios de los años 2000, siempre se posicionó en contra de la violencia, a pesar del perfil abiertamente independentistas. El gesto de Iñarritu ha llamado la atención de muchos, pero más sorprendería que la condena proviniera de otros sectores de Sortu como Bildu. Y eso no está ni cerca de ocurrir.

Diego, el ‘motero’

Diego Salvà nació en Pamplona en 1981, pero a los tres años de edad se trasladó con su familia a Palma de Mallorca. Era hijo de Montserrat Lezáun, de origen navarro, y de Antonio Salvà, prestigioso urólogo de Mallorca que se llevó a su familia ahí para poder prosperar en su carrera. Del Osasuna y fanático de las motos de carrera, aunque la tradición familiar quería dictar que se hiciera médico, él lo tenía claro: quería ser agente de la Guardia Civil.

Diego Salvà Lezaun, a la izquierda, y su compañero Carlos Saenz de Tejada García. EFE

Ingresó en el Cuerpo en agosto de 2008, como agente de la Guardia Civil de Tráfico y desarrolló su carrera por, lamentablemente, un tiempo muy escaso. En marzo de 2009 tuvo un accidente con su moto mientras estaba de servicio. Una mala curva. Impactó contra un coche y cayó de cabeza contra la carretera. Casi le cuesta la vida, pero se acabó salvando. Lo que nadie, ni por asomo, podía imaginar es que su recuperación acabaría a la vez que su muerte definitiva. A la familia, muy creyente, le gusta pensar que fue Dios quien les dio una prórroga para disfrutarlo un tiempo más.

El accidente acabó con Diego en la UCI y, cuando despertó, ya no se acordaba de cómo hacer absolutamente nada. Pero poco a poco fue aprendiendo. “Había salido de tantas”, contaba su hermana Marina -Diego era el segundo de siete hermanos- en conversación con EL ESPAÑOL. “Parecía un niño recién nacido”, relataba la hermana, pero ahí “empezó una de las mejores épocas de nuestra vida”, añadía.

La madre y la novia, Vanessa, se turnaban para dormir en el hospital junto a Diego y él les respondía con una sonrisa de agradecimiento que, a su manera, consistía en enseñar todos los dientes. "Era un chico feliz. Yo siempre he sido una niña muy introvertida, y él, más todavía, pero en esta etapa nos contábamos todo. Le contaba mis historias y él me escuchaba. Fue la primera vez que nos dijimos que nos queríamos. Ocurrió un día sin más, al salir de la habitación: 'Bueno, adiós, te quiero', me despedí. 'Y yo también', me respondió. Fue genial porque, aunque habíamos esperado tanto para decírnoslo, tuvimos la oportunidad para hacerlo", contaba Marina.

Aquel fatídico 30 de julio de 2009 era su primer día de vuelta. Le habían dicho que haría tareas básicas de administración, puro papeleo. No en vano, aún le quedaban algunas secuelas. Pero cuando se subió al coche con Carlos Sáenz de Tejada, todo acabó. Se convertía así en el último guardia civil asesinado por ETA y el último español. No habría más. En su historia, ETA había asesinado a otros 202 miembros de la Benemérita.

La condena de Bildu

El asesinato de Diego ocurrió exactamente a las 13.50 horas del 30 de julio de 2009. A esa hora, su hermana llamó a su padre, Antonio Salvà, ahora diputado de Vox, y le contó que había habido una explosión en Palmanova. Antonio, que entonces se encontraba en Ibiza, pensó en ese momento que era imposible que se tratara de un atentado de ETA. Horas después era trasladado en helicóptero hasta Mallorca para asistir a los homenajes a sus hijos.

Ese hecho fue el que hizo que, seis años después, Antonio fichara por Vox. En septiembre de 2017 le llamaron y le tantearon con la idea. “Me preguntaron si estaba dispuesto a entrar y les contesté inmediatamente que sí pero sólo si era para política nacional, la local no me interesaba”, relataba el propio Salvà al digital Mallorca Diario. “Yo quería irme a Madrid y estaba dispuesto a dejarlo todo por mi hijo: mi despacho de Ibiza, mi despacho de Palma, mi trabajo en el hospital de Inca... Todo. Además, también quería dar un paso adelante porque me preocupa la batasunización de Mallorca”, añadía.

Antonio Salvá, padre de familia, junto a sus hijos.

Ahora, más de 11 años después del asesinato, ha sido Jon Iñarritu el que ha condenado el atentado. Y lo ha hecho de la forma más elegante posible: “Y usted, señor Salvà, independientemente de lo que yo piense de su formación, que seguramente será lo mismo que usted piense de la mía, tiene mi respeto como persona; pero como víctima tiene mi solidaridad personal y profunda”.

Sin embargo, no es la primera vez que Iñarritu condena este atentado. Él fue miembro fundador del partido independentista Aralar, formación cuya cabeza visible siempre fue Patxi Zabaleta y que, a pesar de tener entre sus filas a exmiembros de ETA, siempre se categorizó por rechazar la lucha armada y decir “No en nuestro nombre”, aquel grito profundo que, en última instancia, hirió de muerte al terrorismo vasco.

“La mayoría de la sociedad y de quienes nos reconocemos de izquierdas y abertzales le decimos a ETA que deje la lucha armada para siempre, sin ninguna condición ni contraprestación, de una forma verificable. Le pedimos, le exigimos, el cese total y unilateral de la lucha armada”, dijo Patxi Zabaleta como líder de Aralar. Iñarritu, como miembro del partido, secundó esas palabras y lo ha vuelto a hacer ahora sin problema. Otra cosa sería que lo llegara a hacer Sortu, herederos de Batasuna y que también integra la coalición de Bildu. Otra cosa sería que lo llegara a hacer Arnaldo Otegui. Ahí, los otros 202 guardias civiles no van a correr la misma suerte que Diego.

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