Con tan solo 31 años, a Arancha Roca, natural de Mugardos (Ferrol), le diagnosticaron cáncer de mama. "Mi madre murió de cáncer y mi abuela también lo padeció", recuerda. Por sus antecedentes familiares decidió someterse a un consejo genético en el CHUF de Ferrol, donde le detectaron la enfermedad. Era plena pandemia, un momento difícil para todos, y aún más para quien recibe una noticia que lo cambia todo.
"Esto te cambia la vida, tanto emocionalmente como física y laboralmente", confiesa. Hoy, con 36 años, Arancha ha tenido que reinventarse para poder seguir adelante y rehacer su vida: "Ya es muy duro tener que luchar emocionalmente contra la enfermedad, que te digan que tienes un cáncer, como para que además tengas que preocuparte por qué va a pasar contigo en el ámbito laboral".
En su caso, la enfermedad le dejó secuelas físicas intratables. Durante once años, Arancha trabajó en el sector de la alimentación. Era un trabajo exigente físicamente, con esfuerzo y carga de peso. Las probabilidades de volver al trabajo se esfumaban a medida que pasaban las semanas, los meses y después lo años, y ese delor no se iba.
"Hubo una hemorragia interna en el quirófano y eso complicó la recuperación. Yo era consciente de que algo no iba bien, pero no lo sabes realmente hasta que el médico te dice: 'No puedes'. Fue entonces cuando supe que no podría volver", cuenta emocionada.
El diagnóstico cambió su vida y, con él, su futuro profesional. "Muchos trabajos no están adaptados a personas con secuelas oncológicas", lamenta: "En mi caso, tuve que reinventarme, porque no podía seguir haciendo lo mismo".
La lucha invisible: el trabajo después del cáncer
Más allá del tratamiento, de las revisiones y del miedo a una recaída, Arancha habla de otra batalla menos visible: la de encontrar un lugar en el mundo laboral después del cáncer.
"Creo que es importante darle visibilidad a esto. Los médicos están formados en esta enfermedad, pero quizás los empresarios también deberían estarlo. Igual que hay empresas con puestos adaptados para personas con discapacidad, debería haberlos para personas que han pasado por un cáncer", reclama.
"Animo a la gente a hacerse los cribados y estudios genéticos. Gracias a eso yo ahora tengo la tranquilidad de saber que, aunque el cáncer de mama ya lo superé, los otros genes que me dieron positivos están vigilados. Es muy importante estar controlada y no bajar la guardia"
Su mensaje es claro: no se trata solo de sobrevivir, sino de poder rehacer la vida sin barreras. "Hay veces que no hace falta, ojalá no hiciese falta nunca, pero en otras, como fue mi caso, sí. Yo no podía desempeñar el trabajo que hacía antes y te ves un poco perdida, pensando '¿y ahora qué hago?'".
El cáncer bajo control, pero con vigilancia permanente
A día de hoy, Arancha no está del todo dada de alta, aunque el pronóstico es positivo. Continúa en tratamiento hormonal y acude a revisiones periódicas. "Las revisiones salen bien, así que el tema oncológico está controlado y estoy bien", cuenta.
Su tumor tenía origen genético, algo que confirma tras someterse a un estudio en el que aparecieron varios genes positivos. Algo que, dice, "queda para toda la vida", y hay que estarlo controlando y vigilando. "Pero, dentro de lo malo, también tiene una parte buena: ahora tengo la oportunidad de estar mirada y controlada continuamente", reconoce.
"Animo a la gente a hacerse los cribados y estudios genéticos. Gracias a eso yo ahora tengo la tranquilidad de saber que, aunque el cáncer de mama ya lo superé, los otros genes que me dieron positivos están vigilados. Es muy importante estar controlada y no bajar la guardia", recuerda.
"He aprendido a mirar la vida de otra forma"
Cinco años después del diagnóstico, Arancha mira hacia adelante con serenidad. Vive en Mugardos, su pueblo de siempre, donde intenta disfrutar de lo cotidiano. Y aunque la palabra "cáncer" siempre da "miedo" y deja una huella, su mensaje es de esperanza: "Se puede salir, se puede volver a empezar, aunque sea de otra manera. Y sobre todo, hay que hablarlo, porque visibilizar también cura un poco".
Además de su testimonio, Arancha dedica parte de su tiempo a ayudar a otras personas desde la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), donde colabora como voluntaria. Desde la AECC recuerdan que la atención a pacientes y familiares es completamente gratuita y abarca apoyo psicológico, social, logopedia, nutrición y fisioterapia. "Estamos disponibles para cualquier persona que nos necesite", señalan desde la entidad.
El número gratuito de atención es el 900 100 036, operativo las 24 horas del día, los 365 días del año.
