Si buscas en Google la plaza de La Urbana en A Coruña, acabarás en la de Josep Sellier, y al revés. No siempre fue así. Hace 12 años, mucha gente evitaba pasar por esa pequeña plaza del Orzán. Entonces llegaron César y Luis, y lo cambiaron todo.
"Estábamos tomando algo cerca y nos llamó mucho la atención este local. Estaba vacío, sin cartel, no había forma de contactar con el dueño. Le dejábamos notas por debajo de la puerta para ver si nos respondía", recuerda César. Tres meses después, consiguieron hablar con el propietario, y tardaron otros seis en lograr convencerlo.
El lugar tenía historia: antiguamente fue una bodega, tenía hasta una báscula para pesar el vino al peso. Pero también había perdido la licencia, y reabrirlo implicaba reformarlo entero. Luis, arquitecto, se encargó del diseño. César, del marketing. Hicieron equipo. "Nosotros llegamos cuando aquí no había casi nada, todavía había luces rojas en las calles cercanas. La gente evitaba esta zona", cuenta.
Con esfuerzo y mucha paciencia, La Urbana abrió sus puertas en abril de 2013. Fue una novedad. La reforma llamaba la atención, y poco a poco, el boca a boca fue haciendo su trabajo. "No es lo mismo abrir un bar con una mano de pintura que hacer una reforma de verdad. La gente lo valoró", reconoce.
En aquel momento, tampoco existía una gran cultura de terraza. Pronto, la plaza se convirtió en la sala de reuniones. Donde nadie antes se había atrevido a abrir un negocio, poco a poco se fueron sumando más locales. Y funcionó. "Se juntaban señoras de 70 años con parejas jóvenes, todo fluía", dice.
Y así, sin proponérselo, pusieron nombre nuevo a una plaza con nombre impronunciable. La gente empezó a referirse a ella como la "plaza de La Urbana". Al principio estaban solos. Luego llegó la Mar Salada, después La Tacaña, Picos Pardos, la Sastrería, el Martirio.
Hoy el barrio es otro. Hay peluquerías, cafeterías, más gente. "Los negocios oscuros se fueron, porque ya no había anonimato", explica. La plaza se llenó de vida. Y La Urbana, sin dejar de evolucionar, se convirtió en un clásico.
"Ya no somos la novedad, pero sí seguimos siendo un sitio de referencia", dice César. Siguen apostando por la tortilla, el vermú y el Godello. Y por un equipo joven, diverso, y con ganas. Porque, aunque los bares pasen de moda, los que dejan huella se quedan.
