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Galicia es una región en la que se respira historia y tradición. Las construcciones han dejado una huella imborrable en la historia, con una infinidad de fortalezas repartidas por las cuatro provincias gallegas y que se erigen como testigos de una época pasada. Destacan imponentes castillos como el de Monterreal (Pontevedra), San Antón (A Coruña) y Castro Caldelas (Ourense).

La provincia de Lugo también atesora fortalezas de gran interés. El caso del Castillo de Pambre es un ejemplo perfecto. Esta construcción medieval se alza en las inmediaciones de la localidad de Palas de Rei y es la mejor muestra de arquitectura militar de toda Galicia, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) y Patrimonio Histórico de España.

Sobrevivió a las revueltas irmandiñas

Castillo de Pambre turismomelide.com

Para hablar de sus orígenes nos tenemos que remontar al siglo XIV, cuando Gonzalo Ozores de Ulloa, promotor de la fortaleza, pretendía con la edificación defender sus propiedades a los márgenes de los ríos Pambre y Narla.

El Castillo de Pambre ha sido escenario de numerosas luchas a lo largo de la historia. De hecho, uno de los acontecimientos más importantes a los que logró sobrevivir fueron las Revueltas Irmandiñas del siglo XVI, un conflicto de carácter social y político en el que el pueblo se reveló contra la opresión ejercida por la nobleza.

Este capítulo de la historia medieval se caracterizó por la toma y derrumbe de las fortalezas, consideradas símbolo de una sociedad feudal marcada por las diferencias entre nobles y vasallos. No obstante, el Castillo de Pambre fue la única construcción de estas características que sobrevivió a las Revueltas Irmandiñas, que ocurrieron entre los años 1467 y 1469.

Vista aérea del castillo de Pambre (Shutterstock)

Cuando los irmandiños se levantaron contra a la nobleza, el castillo era propiedad de Sancho Sánchez de Ulloa, nieto de su constructor. Parece que fue Sancho quien hubo de afrontar la rebelión irmandiña tras la histórica reunión de Melide, en la que los rebeldes exigieron que se les entregara de inmediato el castillo.

Tras esta petición, Sancho, abandonó la fortaleza, sin saber que con este gesto había salvado el castillo del asalto. Año después, en 1484, Pambre pasó a manos de los Condes de Monterrei, mientras que en 1895, siendo propiedad de la Casa de Alba, el Duque de Alba vendió la fortaleza a un vecino de Palas de Rei.

En la actualidad el castillo es propiedad de la Xunta de Galicia. En 2016, el Ejecutivo regional invirtió más de 2 millones de euros en su rehabilitación. Inauguró un Centro de Interpretación con varias salas e información sobre la historia de la construcción y su relación con las familias que lo tuvieron en propiedad. Ahora bien, permanece cerrado temporalmente.

Así es el Castillo de Pambre

Detalle de las torres (turismo.gal)

El Castillo de Pambre es el mejor ejemplo de arquitectura militar medieval de Galicia. Los muros son de mampostería y sillería de granito, con dos metros y medio de espesor y hasta 5 metros en el portón de acceso.

"El edificio central lo forman la torre, de planta cuadrada y 11 metros de altura, flanqueada por otras cuatro de menor tamaño, también cuadradas, y que se localizan en cada uno de los ángulos de la mayor y comunicadas entre sí por una muralla", explica Turismo de Galicia.

En el interior se conserva un hórreo de cuatro claros y de planta rectangular, con la estructura de granito y la balustrada de madera. Este tipo de construcciones tradicionales se utilizaban para almacenar y conservar alimentos, especialmente granos y otros productos agrícolas, alejados de la humedad y de los animales.

La leyenda del Castillo de Pambre

Galicia es tierra de leyendas, y con Palas de Rei no iba a ser diferente. La tradición oral cuenta que uno de los nobles dueños del Castillo de Pambre alojó a un caballero francés casi moribundo que enfermó en las últimas etapas del Camino de Santiago. Las dos hijas del señor de la fortaleza cuidaron del joven y se enamoraron de él en silencio.

Cada una ignoraba los sentimientos de la otra por el hombre, quien, tras recuperarse, eligió a una de ellas. La otra, resignada, decidió apartarse y darle espacio a su hermana. Sin embargo, la leyenda cuenta que nunca perdió la esperanza de que, algún día, el amor de su vida llegara por el camino de los peregrinos. Pasaba sus días en la torre, observando el horizonte, hasta que un día la encontraron muerta y fría, con la mirada fija en el infinito.