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En Ferrolterra, como en muchos otros rincones de España, el sonido de las campanas nupciales cada vez retumba menos. Así lo reflejan los indicadores demográficos de nupcialidad del Instituto Galego de Estatística (IGE), que evidencian un descenso continuado en el número de bodas celebradas en la comarca. Además, no solo se casa menos gente, sino que quienes lo hacen, deciden dar el paso a edades cada vez más avanzadas.

Si echamos la vista atrás, concretamente a 2002, vemos que se celebraron 829 bodas en Ferrol, Eume y Ortegal. Dos décadas después, en 2023, la cifra descendió a 660. El contraste es aún más llamativo si tenemos en cuenta que, en 2008 —año en que estalló la crisis económica— los enlaces alcanzaron los 884 y, desde entonces, la tendencia ha sido a la baja con mínimos como el de 2013, cuando apenas se registraron 652 bodas.

Dos acontecimientos han sido clave en esta evolución: la ya mencionada crisis financiera de 2008 y la pandemia del Covid-19. En 2020, las restricciones sanitarias obligaron a aplazar ceremonias en todo el país, provocando un desplome en las cifras. Sin embargo, el siguiente año se vivió un auténtico 'boom' de bodas.

Así lo confirma Belén Martínez, responsable de La Casa de la Tía Julita, un espacio especializado en este tipo de eventos. "El 2020 nos impulsó una barbaridad y hubo un cambio brutal en la sociedad. Antes las bodas eran de 200 invitados, novios que conocían a gente en su propia boda... hoy en día los novios lo tienen muy claro, invitan a quienes quieren que esté", explica.

Pese a ese repunte puntual, los registros actuales están muy lejos de los casi 900 matrimonios de principios de siglo. Pero, ¿Por qué? ¿Es que la gente ya no cree en el 'hasta que la muerte nos separe'? Resulta que la respuesta nada tiene que ver con el romanticismo, sino con una mezcla de pragmatismo, crítica social y amor; pero amor del que no necesita papeles.

¿'El casado casa quiere o al revés?

Ángel y Marta llevan diez años juntos, desde los 16. Se conocieron en el instituto y, desde entonces, comparten vida, conviven desde hace tres años y tienen planes de futuro. Pero, de momento, el matrimonio no es uno de ellos.

"No nos va a cambiar la vida firmar un papel y hacer una fiesta. Lo que tengo con ella ya sé lo que es, llevamos diez años juntos. ¿Qué nos va a cambiar un papel? No es una prioridad", explica Ángel, a lo que Marta responde: "Ya estamos viviendo juntos, no va a cambiar nada casarse". Para ellos, ese es el gran paso en una pareja: la convivencia.

"Es donde más te conoces. Vemos nuestras similitudes, nuestras diferencias y hay que aceptarlas y lidiar con ellas, ponerse de acuerdo", comenta Marta, para añadir que "antes te casabas y luego te ibas a vivir con tu pareja... para mí es un error".

"Antes era una vergüenza tener un niño antes de casarte o casarte embarazada y ahora hasta los niños llevan las arras a los padres, eso cambió mucho"

Ángel

Y es que los tiempos han cambiado. Ya nada queda de lo socialmente instaurado en la época en la que vivían sus abuelos, donde casarse era prácticamente obligatorio para poder formar una familia o empezar una vida en común

"Si de repente decías: 'mamá, estoy embarazada', te preparaban una boda para el mes siguiente. Antes era una vergüenza tener un niño antes de casarte o casarte embarazada y ahora hasta los niños llevan las arras a los padres, eso cambió mucho", reflexiona Ángel. El orden de prioridades se ha ido transformando de generación en generación y el refrán 'el casado casa quiere' ahora tiene una nueva connotación: si no hay casa, no hay boda.

Y esto, Marta y Ángel, lo tienen muy claro. "Una prioridad es poder permitirnos una casa, tener nuestra estabilidad y luego- quizás- dar el paso", dice Marta. Una estabilidad que hoy en día cuesta conseguir y que ha retrasado la media de edad en la que se casa la gente hasta los 31,17 años para los hombres y 34,47 para las mujeres, respectivamente.

Ángel y Marta en París. Cedida

La estabilidad económica, he ahí el quid de la cuestión, y es que organizar y celebrar una boda no es barato. Una boda cuesta de media entre 25.000 y 30.000 euros y, como aclara Javier -fotógrafo de bodas de Seica Studio-: "No he notado un descenso de bodas, pero muchas optan por no hacer celebración. Optan por hacer una pequeña reunión en familia, en una finca o en casa".

Una celebración sencilla, pues al final lo que celebras es que "has encontrado tu persona", como dice Ángel, algo que cuesta porque "vemos las bodas de Instagram, que son impresionantes, ves ideas, fuegos artificiales... yo flipo. Eso es otro factor, el dinero, para casarse hay que hacer un esfuerzo grande", contempla el joven.

'Sí quiero' a los beneficios fiscales

Más tajante en lo que al matrimonio se refiere es Patricia que, tras 28 años con su pareja y un hijo en común, nunca se lo llegó siquiera a plantear. "Antes el matrimonio te servía para empezar una vida, para que te ayudasen con los regalos, pero ahora tu vida ya está empezada. Primero te compras un piso, tienes un hijo y luego te casas. ¿Eso qué es? Chulear a la gente", contempla.

Con el paso de los años, sin embargo, confiesa que empiezan a rondar por su cabeza las preguntas de "¿Y si me pasa algo?¿Dónde queda mi pensión? ¿Y Hacienda?" Beneficios fiscales por estar casado como un ahorro en la declaración conjunta del IRPF, reducción en impuestos como el de sucesiones y donaciones o la pensión por viudedad son motivos de peso para pasar por el altar.

"Se casaron por si a alguno le pasa algo, por los seguros, por facilitarse con las hipotecas... pero, sobre todo, en caso de fallecimiento y que te quede algo asegurado con lo que poder seguir viviendo"

Patricia

Es lo que pensaron, por ejemplo, aquellas parejas casadas del entorno de Patricia. "Se casaron por si a alguno le pasa algo, por los seguros, por facilitarse con las hipotecas... pero, sobre todo, en caso de fallecimiento y que te quede algo asegurado con lo que poder seguir viviendo", explica Patricia.

Sentimentalismos aparte, la seguridad económica que aporta el matrimonio es lo único que haría a Patricia pasar por ese trámite, eso sí, en un juzgado. Una opción que ha pasado a ser la favorita en las parejas de hoy en día, pues las bodas civiles no han dejado de aumentar en las últimas dos décadas, desde las 3.121 registradas en Galicia hace 20 años a las 7.653 de 2023. No corren la misma suerte aquellas que se celebran por la Iglesia Católica, mostrando un descenso muy acusado y pasando de las 8.351 bodas de 2002 a 1.163 en 2023.

Ángel y Marta ven en estas cifras un motivo por el cual la gente se casa menos en la comarca. "Los afiliados a la Iglesia han bajado, no nos sentimos nada representados por ella, entonces la gente ahí también se borra. Casarte por el juzgado es ir a firmar un papel, yo creo que no hace tanta gracia como hacer el bodorrio del siglo", comenta Ángel.

"Para comprometerte tienes que tener tiempo y calma, y no lo tenemos”

Si hablamos de falta de compromiso, el debate está servido. Pero hablamos de un compromiso que, de nuevo, nada tiene que ver con el amor. Lo que está claro es que el mundo está más conectado que nunca y que nos movemos a una velocidad de vértigo. El plan: casarte-comprarte una casa-tener hijos ha dejado de ser la única opción sobre la mesa y las posibilidades de cómo vivir la vida se han vuelto infinitas.

"Imagínate que estamos preparando una boda y le dicen a Marta en el trabajo que van a abrir una sucursal en Estados Unidos y va a cobrar 150.000 al año, ¿Qué hacemos? Pues igual nos vamos y posponemos la boda durante otros cinco años, y ¿antes pasaba eso? Menos", reflexiona Ángel, "El mundo va a toda hostia y para comprometerte tienes que tener tiempo y calma, y no lo tenemos".

Estudiar fuera de tu ciudad, trabajar lejos de casa o viajar lo tenemos hoy más al alcance que nunca y las prioridades han cambiado o, como dice Patricia, "las tendencias van cambiando, lo que sigue igual es el amor".