Vivir en una ciudad con mar te ofrece una calidad de vida única y tener la posibilidad de pasear cerca o bañarte en él los 365 días del año no está al alcance de tantos. Para muchos es un entretenimiento veraniego más pero hay quien convive con él a diario y lo considera una fuente de salud.
Este es el caso del grupo que más visita la playa coruñesa de Riazor, concretamente cada día, a los que se conoce como Golfiños de Riazor.
Su zona en el arenal se identifica fácilmente, en el extremo más pegado al colegio de Las Esclavas, concretamente en un muro de piedra donde se pueden ver numerosas perchas artesanales (hechas con restos de boyas, ruedas, paraguas...) donde estos nadadores incansables colocan sus pertenencias antes de echarse al mar.
Golfiños de Riazor en Navidad.
Este grupo de amigos, que ya es como una pequeña familia, está integrado mayoritariamente por jubilados que deciden comenzar sus días pasando la mañana junto al mar y sumergiéndose entre las olas. Los golfiños de más edad cuentan ya unos 87 años y la tradición de reunirse, según cuenta Mari, una de las fundadoras y que antes de jubilarse tenía un puesto de pescado, comenzó hace unos 20 años.
Estas personas se conocieron a raíz de coincidir en una gran roca ubicada en el medio del arenal sobre el mar, donde muchos de ellos se colocaban a tomar el sol en una zona más tranquila y también para jugar la partida.
La playa de Riazor.
Como dice el refrán, "el roce hace el cariño" y eso es lo que se gestó en este grupo, que puede llegar a más de 20 personas en verano y que comenzaron a relacionarse entre ellos y hasta pasar a tener su propio espacio playero de reunión.
"El agua del mar cura"
Este grupo de amigos no es al uso, no tienen un chat de WhatsApp o se llaman cada vez que bajan a Riazor, sino que como norma no escrita se suelen encontrar entre las 11:00 y las 13:00 horas en su zona del arenal, donde se saludan con cariño cada día, se actualizan sobre sus vidas y "arreglan" el mundo sentados bajo el sol acompañados de la brisa marina.
La mayor parte de ellos están retirados ya de sus trabajos (exmilitares, pediatras...) por lo que se toman el vivir la vida al pie de la letra y conmemoran con eventos cada fecha destacada del año: desde Navidad, metiéndose en el mar ataviados de Papá Noel, pasando por la Feria de Abril (en honor a una de sus miembros que es natural de Huelva) o incluso San Valentín.
Una gran mayoría del grupo son mujeres y entre los hombres, el coruñés Antonio es uno de los más habladores y afables. Desde que cumplió 56 años lleva una vida tranquila al jubilarse, pero durante su trayectoria profesional fue un militar que realizó misiones por toda España e incluso en la Antártida.
Perchas de Riazor.
"Todos los días vengo, truena o llueve, y me baño a diario porque me aporta salud", asegura satisfecho, aunque reconoce que cuando debido al temporal se cierra al baño esta playa suele ir con otros compañeros a la playa de Oza.
Se considera buen nadador y cuando hay oleaje vigila a los compañeros que no nadan tan bien, de hecho rememora cómo hace un tiempo tuvo que sacar a dos "golfiñas" del mar porque se las llevaba el oleaje.
Antonio cuenta a su vez que años atrás llegaron a tener en su zona de la playa un flotador salvavidas con una larga cuerda que tenían a mano ante posibles incidencias y hasta una caseta para guardar sus cosas en invierno y evitar que se mojasen.
"Cuando viene el nordés se está mejor en el agua, porque poca diferencia de temperatura hay entre dentro y fuera", aclara.
Sobre su especie de religión personal que practica a diario, la de darse un baño en el mar, apunta que le fue especialmente útil cuando se rompió dos hombros. "Me auguraron una recuperación en seis meses y a raíz de venir a Riazor en dos ya estaba como nuevo, el agua del mar cura", afirma.
"Cuando las olas rompen hay que tirarse sin pensarlo"
Una golfiña de Riazor.
Ana es una de las más jóvenes de entre los golfiños y desde que se jubiló reconoce que comenzó a ir a Riazor cada vez más y se muestra encantada. "Hoy me pegué un baño en el mar que está maravilloso a unos 15 grados", asegura sobre el tiempo soleado y casi veraniego que ha vivido A Coruña en estos primeros 10 días de abril.
"Todo son beneficios de ser golfiña de Riazor: tienes amigos, puedes conversar, nos echamos una mano los unos a los otros, hacemos piña y de vez en cuando alguna fiesta, lo pasamos bien en el agua y nos echamos unas risas", enumera.
Sobre sus baños en el mar, se muestra dudosa sobre si están más en el agua en invierno o en verano, aunque indica que "la diferencia entre dentro y fuera es menor en invierno". Por su parte, la venezolana Ivonet Lucía Giménez es actualmente uno de los rostros más populares de los golfiños, aunque tan solo lleva seis años en el grupo.
Golfiña de Riazor.
Cuenta la mujer natural de Maracaibo que nada desde los seis años, época en la que solía hacerlo con su padre: "durante años he nadado y ahora que me vine a Galicia me encontré con este grupo maravilloso de mayores que compartimos todos los días del año en todas las estaciones nadando", explica alegremente mientras se coloca las gafas de buceo para su baño diario.
"Vengo de un país tropical y el primer día que entré aquí el agua me pareció muy fría, pero todos los del grupo se bañan entonces me propuse también hacerlo", dice. Sobre su primera vez en el mar gallego, recuerda que al principio se sintió mareada "pero con el paso de los días poco a poco me acostumbré", admite.
Tras hacerse con la temperatura del Atlántico, la venezolana no falla ningún día a su cita con la playa y hace un llamamiento a que se una más gente a los golfiños: "Esto nos da vida y salimos nuevas, nos hace mucha falta el agua", asegura.
Otra de las integrantes del grupo y una de las más elegantes con llamativos gorros para protegerse del sol es la andaluza natural de Huelva María Fernanda Gómez, a quien se le conoce entre los golfiños como "Mari la sevillana".
Lleva 26 años en Galicia y 20 de ellos acudiendo a Riazor a bañarse a diario. "A mí me hace muy bien el baño, cuando salgo de nadar un poco y de estar en el agua fría me ayuda a la circulación de las piernas, me sienta bien", detalla.
"Bañarse en diciembre es igual que en abril"
A los escépticos a bañarse en temporada invernal, se dirige a ellos alegando que "bañarse en diciembre es exactamente igual que ahora en abril, cuando las olas rompen hay que tirarse sin pensarlo mucho", expone con convicción.
Golfiña de Riazor en la playa.
Asimismo, como datos curioso sobre el rincón de los golfiños de Riazor, en el propio muro de piedra se puede ver el número 57 y algunos de ellos cuentan que se colocó allí como punto de encuentro de la comunidad argentina de la ciudad.
A su lado, hay una figura de Jesucristo rodeada de flores y adornos que coloca una de las golfiñas con dedicación y esmero y en su tiempo, a su lado llegó a haber una figura de la Virgen del Carmen, pero desde el grupo trasladan que desconocen la razón pero que fue rota a propósito tres veces, motivo por el que no la han repuesto.
Además, aclaran que las perchas que instalaron allí para sus cosas no tienen dueño, sino que todas son de todos y al llegar cada quien usa la que esté desocupada. Sin duda para ellos compartir es vivir, tanto el mar como la propia vida.
