Flores Rock, cabrón, mírate. Diez años vas a cumplir el próximo septiembre. Una década entera de ruido feroz, de cerveza volcada en el suelo y guitarras que muerden como perros sin bozal. Te levantaste en un barrio que muchos daban por olvidado y lo pusiste en el mapa a golpe de decibelio.
Tú no entiendes de pulseras doradas ni de palcos de diseño. Tú eres gratis porque no te vendes. El suelo es tu entrada, la plaza es tu templo y el barrio entero es tu altar. Aquí nadie se viste de gala, aquí se viene a sudar contigo.
Este año te trajiste a Soziedad Alkoholika de cabeza de cartel. Sí, S.A. rugiendo en la Praza do Sol Naciente. Eso no fue un simple concierto, fue dinamita en mitad del barrio. Una banda incómoda, corrosiva, incendiando tu escenario y demostrando que contigo no hay medias tintas. Tú no programas, tú declaras guerra. Y el barrio te respondió como debía: con gargantas rotas y puños en alto.
Y sé que el año que viene lo vas a superar. Porque David y su gente te cuidan como quien cuida a un animal salvaje: no te domestican, te alimentan. Son ellos los que te hacen crecer, más grande, más salvaje, más tú. Han conseguido que seas democrático y accesible, que pertenezcas a todos, sin barreras, sin etiquetas.
Te vuelves caldera cada septiembre. Tu plaza late como un motor al borde del incendio: riffs que arañan, bombos que revientan el pecho, coros que se levantan como una turba hambrienta. El crío aprende contigo que un pogo enseña más que cualquier libro de texto. Y los viejos rockeros sonríen porque saben que lo auténtico sigue vivo bajo tus farolas.
Ahí estás, Flores Rock, con tu engranaje oculto. Con David y su gente cargando vallas, ajustando cables, atando cabos para que nada falle. Ellos son los que hacen posible que sigas rugiendo, que cada edición seas más grande, más sucio, más necesario.
Diez años después, ya no eres “un festival de barrio”. Eres un referente del rock y del metal en este país. La prueba de que la dignidad puede sonar a 120 decibelios. El recordatorio de que la cultura, cuando es real, no se compra: se grita a garganta rota.
Apunta bien, Flores: el próximo septiembre todos volveremos a estar contigo. Diez años, joder. Y ni Dios te va a callar.