Poner límites y ser egoísta son dos cosas completamente diferentes, ¿tenemos en cuenta lo que supone no contestarle a alguien cuando te habla?



Llevamos nuestro dispositivo digital con nosotros todo el rato. Raro es quien no lo consulta al menos una vez cada hora y que no dedique 10 minutos a contestar las notificaciones y mensajes que se encuentra. ¿Por qué unas sí y otras no?



Desde luego que no seré yo la que defienda la inmediatez a través de los medios digitales, podemos tomarnos nuestro tiempo pero ¿cuánto es la media que entra dentro del equilibrio conversacional? A pesar de que estos medios la exigen, sí me ha llevado a pensar en el porqué que nos lleva a procrastinar ciertas respuestas, incluso a no darlas: ¿no querer enfrentarnos a alguna situación? ¿La pereza ? ¿No saber qué respuesta dar? O incluso creernos que podemos no dar ninguna respuesta sin tener en cuenta que hay otra parte esperándola, sobre todo, cuando hay una pregunta directa o indirecta por el medio. Es más, creemos que no dar una respuesta, ya es la respuesta, dejando a libre interpretación de la otra parte la conversación.



Pensemos… ¿valoraríamos no contestar a alguien que nos está hablando directamente en la calle? ¿Por qué en las conversaciones escritas sí lo hacemos ? Porque tenemos el control de la situación y podemos decidir, cómodamente, sin enfrentarnos a la situación directamente.



Veía en redes sociales una noticia de una persona joven que su última llamada en el móvil era de hace dos semanas. Por supuesto, llamada perdida como las anteriores que mostraba en su historial. Las nuevas generaciones ya no se enfrentan a dar respuestas “cara a cara”. Prefieren la comunicación escrita porque les da margen para tomar distancia y tiempo para pensar la respuesta. Pero no, esto no es sólo cosa de las nuevas generaciones.



Creo que todos hemos sufrido un vacío conversacional cuando esperábamos respuesta. Hasta le hemos dado nombre: “ghosting” que, además, no se queda solo en el ámbito romántico. Ya llega al amistoso, familiar y hasta el profesional. Se trata de desaparecer de forma abrupta y sin explicaciones.



La facilidad con la que las tecnologías permiten cortar la comunicación ha convertido esta conducta en una salida aparentemente sencilla para evitar situaciones incómodas y confrontaciones, trayendo consigo consecuencias profundas para quienes lo sufren. Pero también para nuestra sociedad. Este comportamiento condiciona la confianza para relaciones futuras.

Los psicólogos señalan que el ghosting en la amistad refleja una falta de compromiso y madurez, además de un temor al conflicto.En el ámbito laboral, no dar respuesta a llamadas o correos electrónicos se interpreta como una falta de profesionalidad y respeto, afectando incluso a la reputación de la persona o de la empresa.



La normalización del ghosting refleja una carencia en nuestras habilidades comunicativas y una tendencia a evitar el malestar a toda costa. Sin embargo, afrontar conversaciones difíciles es parte del crecimiento personal y fortalece nuestras relaciones. Es momento de cuestionarnos si estamos dispuestos a sacrificar la profundidad y autenticidad de nuestras relaciones y conexiones con otras personas, por la comodidad efímera de evitar una conversación incómoda.



No sólo hablamos de una cuestión de mala educación. Más bien es un síntoma de falta de desarrollo en una sociedad que prioriza la inmediatez y la evasión sobre la empatía y la responsabilidad afectiva. Como individuos, tenemos la responsabilidad de fomentar una cultura de comunicación clara y respetuosa, enfrentándonos a las situaciones difíciles con consideración hacia los demás.



Es cierto que la vida moderna nos impone ritmos frenéticos, pero no podemos excusarnos en eso para perder la educación. La comunicación es la base de nuestra sociedad y tenemos que poner por delante que sea de una manera abierta y honesta, aunque incómoda, es esencial para mantener la integridad y el respeto mutuo.



Y tú, ¿por qué no contestas?