Tony Bouza, Emperador del Bronx: El gallego jefe de policía de Nueva York y escolta de Kennedy y Johnson

El 21 de febrero de 1965 una noticia y una fotografía conmocionaron al mundo. En el Audubon Ballroom de Manhattan, el activista El-Hajj Malik El-Shabazz, más conocido como Malcolm X, era asesinado. Este legendario defensor de los derechos humanos y de las libertades civiles de los afroestadounidenses, estaba dando un discurso en una reunión de la Organización de la Unidad Afroamericana cuando un alboroto estalló entre los asistentes. Sus escoltas acudieron a ver lo que ocurría, momento que aprovechó otro hombre para dispararle con una escopeta recortada. Junto a otras dos personas le dispararon en dieciséis ocasiones, pero solo uno de los asesinos fue capturado. La imagen de Malcolm X tirado sobre el escenario acribillado a balazos mientras un hombre intentaba reanimar su cuerpo sin vida dio la vuelta al mundo. Aquel hombre formaba parte del servicio secreto de la policía de Nueva York, un departamento al que también pertenecía un gallego que llegaría a ser guardaespaldas de dos presidentes, escolta de Fidel Castro, Nikita Kruschev y De Gaulle y el mejor jefe de policía de la ciudad de Nueva York: Antonio Vila Bouza, el Emperador del Bronx.

Antonio nacía en O Seixo, una pequeña parroquia del municipio de Mugardos, muy cerquita de Ferrol, el 4 de octubre de 1928. Su padre, José Antonio, trabajaba cargando carbón en las calderas de la marina mercante mientras su madre, Encarnación, era costurera profesional. Tras el estallido de la Guerra Civil, decidieron mudarse a Nueva York, a Brooklyn Heights, donde ya vivía una de sus tías.

Tras graduarse en la escuela secundaria de Brooklyn, en 1947, se alistó en el ejército, donde sirvió durante dos años, hasta que comenzó a trabajar en la industria de la confección textil en Manhattan, pero buscaba algo más estable.

Animado por su madre y su cuñado, que trabajaba como policía, decidió ingresar en el departamento de policía de Nueva York, algo que consiguió en 1953. Mientras trabajaba como agente patrullando las calles, obtuvo una licenciatura en Administración de Empresas y un Máster en Administración Pública, lo que le convirtió en uno de los pocos agentes de todo Nueva York con formación universitaria.

Tony, como era conocido, comenzó a destacar dentro de un cuerpo que describió como una agencia brutal, racista y gravemente corrupta, pero su talento le permitió ir ascendiendo de rango hasta llegar a formar parte del servicio secreto de la policía neoyorquina, etapa en la que conoció a Malcolm X ya que, como parte de su trabajo, acudía todos los sábados a escuchar sus mítines. Malcolm sabía que el ferrolano estaba en el servicio secreto y le saludaba siempre que lo veía pasar “¿Qué tal, teniente Bouza?”. El servicio secreto también tenía su teléfono intervenido y un agente del FBI acudía a diario a su departamento para controlar las escuchas.

Durante esta época fue responsable de la seguridad en Nueva York de John Fitzgerald Kennedy, que hacía prácticamente su vida en Manhattan y con el cual llegaba a pasar más de 16 horas seguidas. Kennedy era ya un mito, pero para Bouza nunca fue un buen presidente, entre otros motivos, por sus relaciones con la mafia (compartía amante con Sam Giancana, histórico capo de Chicago), lo que provocó que Edgar Hoover, director del FBI lo chantajeara para evitar su destitución por parte de su hermano, Robert. Además, Antonio consideraba a Kennedy responsable de la pérdida de toda una generación de estadounidenses debido a la guerra de Vietnam. Para el gallego, Kennedy ni siquiera luchó por cuestiones tan vitales como los derechos civiles. Hablaba de grandes ideas, de aprobar los derechos para los negros, pero nunca tuvo la determinación de ponerla en práctica, como sí hizo Lyndon Johnson, su sucesor en la Casa Blanca y de quien también fue escolta.

Como parte del servicio secreto también fue el responsable de investigar el asesinato de Jesús de Galíndez, exiliado republicano vasco residente en Nueva York que había escrito una tesis sobre la dictadura de Rafael Trujillo y que fue torturado y asesinado tras haber sido secuestrado en la ciudad. El caso no pudo resolverse porque Hoover quiso que así fuera, tratando a Antonio como un juguete en sus manos.

Además, el gallego también se encargaba de la seguridad de algunas figuras históricas durante su paso por la Gran Manzana, como Nikita Kruschev, dirigente de la Unión Soviética, Tito, presidente de la antigua Yugoslavia, Charles De Gaulle, presidente de la República francesa o Fidel Castro, presidente de Cuba, con el que llegó a mantener una relación de amistad tras conocerse personalmente en Manhattan.

Cuando fue nombrado comandante de la División de Planificación del Departamento de Policía de Nueva York, comenzó a defender y promover de manera incansable el desarrollo de la investigación policial. En una época en la que muy pocos jefes de policía tenían formación universitaria, y muchos desconfiaban de los que la tenían, Bouza les animó a abrir sus mentes y a someter sus ideas un examen profundo, sobre todo mediante la experimentación, haciendo pruebas, fallando, volviendo a intentarlo y volviendo a fallar hasta encontrar la mejor manera de hacer su trabajo.

Durante aquella época, su manera de hacer las cosas sentó tantos precedentes y rompió tantas reglas que hizo que el mundo fuera más seguro. Según algunos autores, es difícil encontrar a otro responsable policial en la historia que haya logrado avances tan gigantescos en el ámbito de la investigación policial.

Durante años ocupó algunos de los puestos más altos del Departamento de Policía de Nueva York, dirigiendo las divisiones de comunicaciones y tráfico y llegando a ser nombrado comandante de Harlem y el Bronx, con 3.000 agentes bajo su cargo en once distritos que contaban no solo con las peores estadísticas de criminalidad del planeta, sino también con una absoluta corrupción policial. El departamento le encargó su pacificación y limpieza, motivo por el que se ganó uno de sus apodos más legendarios: el Emperador del Bronx.

En 1976, Alan y Susan Raymond, dos hermanos creadores del documentalismo moderno, decidieron hace algo nunca visto hasta ese momento: meter las cámaras en el Bronx, en las comisarías y en las calles. Para ello pidieron permiso a la oficina del alcalde de Nueva York, que los tomó por un par de locos. En aquella época, las televisiones no se atrevían a entrar en el Bronx, sino que grababan los incendios y las detenciones desde la carretera, como si fuera una guerra, por eso su proyecto era tan audaz.

Alguien sugirió a los Raymond que hablaran con Antonio Bouza para pedirle consejo. Querían saber en qué otra ciudad rodar su documental. Cuando el gallego les preguntó porqué no lo rodaban allí le contestaron que el alcalde se lo había prohibido, a lo que contestó: “Pero en el Bronx, yo soy el emperador”. Los Raymond se quedaron sorprendidos no solo por su elocuencia, sino también porque nunca habían oído a un policía citando a Aristóteles.

Su documental “The Police Tapes”, en el que participó Antonio, ganó un Óscar y dos Emmy, inspiró el rodaje de la película Distrito Apache de Paul Newman y fue el origen de la serie policiaca más legendaria de todos los tiempos, una obra que marcaría un antes y un después en la ficción televisiva mundial, “Canción Triste de Hill Street” (Hill Street Blues).

El carácter de Bouza le impedía mantener la boca cerrada, por eso, en 1976, mientras daba una charla pública, arremetió contra la jerarquía policial, criticando el mal estado del departamento y que tenía que ejecutarse una reestructuración de arriba a abajo, eliminando a los psicópatas, los corruptos y a los inútiles. Aquellas palabras provocaron que renunciara a su puesto antes de ser despedido y aceptara un nuevo cargo como segundo de la policía de tráfico de la ciudad, funciones que realizó hasta 1979.

En 1980, el recién elegido alcalde de Minneapolis, Donald Fraser, decidió contar con él para ponerlo al frente del departamento de policía de la ciudad con 1.000 agentes bajo su cargo. Fraser quería a alguien de fuera, un “fichaje” contrastado que le ayudara a reformar el cuerpo tras una serie de escándalos durante el gobierno de su predecesor.

La noche que Antonio juró su cargo como jefe de policía de Minneapolis, en febrero de 1980, el escuadrón antivicio del departamento irrumpió sin una orden en un salón de masajes para homosexuales en el centro de la ciudad, deteniendo a 102 hombres durante la operación. El nuevo jefe de policía destituyó inmediatamente al jefe de la brigada y a su supervisor. 

Durante los nueve años que ejerció como jefe de policía de Minneapolis puso en práctica algunas de sus ideas. Instauró nuevas técnicas de investigación, ordenó el arresto de los implicados en violencia de género en lugar de mediar en esas disputas, erradicó los delitos callejeros, promovió una respuesta policial más rápida y desplazó patrullas permanentes a los distritos en los cuales se producían más delitos. Además, ordenó a todos sus agentes que usaran en sus uniformes etiquetas con su nombre y fortaleció la unidad de Asuntos Internos para que investigara los abusos y la mala conducta policial, además de reclutar a más mujeres y negros para el cuerpo.

En 1988 anunció que dejaba el cargo porque el departamento necesitaba nuevas ideas y aceptó el cargo de Comisionado del juego del Estado de Minnesota, que ejerció hasta 1991, además de trabajar como director del Centro BRADY para la Prevención de Violencia con Armas de Fuego en Washington DC, la oposición a la Asociación Nacional del Rifle.

En 1994 se presentó a gobernador de Minnesota por el Partido Demócrata, el primer español en la historia en optar a ese cargo en Estados Unidos. Las encuestas le daban como favorito hasta que, durante un mitin, declaró que prohibiría las armas de fuego en el estado. Y perdió.

Antonio decía que, si de él dependiera, el 90 % de las personas que quieren ser policías serían excluidos automáticamente ya que, muchas de ellas, simplemente querían ser agentes por la impunidad que el puesto concedía para ejercer la violencia. El restante 10 % eran los que realmente priorizaban el espíritu de una agente de la ley: proteger y servir.

Tras jubilarse, Antonio se convirtió en un referente del activismo contra el abuso policial durante más de 20 años, volando por todo Estados Unidos para declarar como testigo experto en juicios contra las Fuerzas del Orden. Llegó a ganar en el año 2002 una legendaria demanda al FBI, que tuvo que indemnizar con 5 millones de dólares a unos ecologistas acusados de terrorismo con pruebas falsas. 

Escribió nueve libros y tuvo dos hijos con la británica Erica Bouza. Falleció el 26 de junio de 2023 con 94 años de edad.

Muchos de sus antiguos compañeros decían de él que había sido el mejor jefe de policía que la ciudad de Nueva York había tenido jamás. En uno de sus libros escribió que a menudo le preguntaban si la prensa había sido justa con él. Respondía que no, que, si hubieran sido justos, le expondrían como el tonto e incompetente que es, sin embargo, habían sido generosos. Tony Bouza contaba que, cuando perdió las elecciones a gobernador fue entrevistado en televisión. Cuando le preguntaron que sentía tras la derrota, contestó: “Que país este, en el que un pobre inmigrante puede llegar a vivir estas cosas”.

Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.

Referencias:

• es.wikipedia.org
• startribune.com
• nytimes.com
• southsidepride.com
• cebcp.org
• mprnews.org
• provincetownindependent.org
• lavozdegalicia.es
• farodevigo.es
• publico.es
• elpais.com
• mndigital.org