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Hace exactamente un año, el 29 de octubre de 2024, Valencia sufrió una dana de proporciones inesperadas que arrasó e inundó varias localidades. En cuestión de horas, unas 229 personas fallecieron y riadas de agua y lodo arrasaron más de 70 localidades.

Manuel Fortes, presidente del Centro Galego de Valencia, cuenta que aquel día la sede, afortunadamente, estaba cerrada porque no había ninguna actividad programada. El edificio se encuentra en el pueblo de Massanassa pero muchos de los socios, como Fortes, viven en Valencia ciudad donde la incidencia fue mucho menor.

"Aquel día en Valencia no llovió nada. Estábamos un poco al margen de lo que estaba pasando en los pueblos, donde había barrancos que estaban desbordándose. Luego empezamos a ver las imágenes en la televisión con gente encima de los coches, estos llevados por el agua...", rememora ahora.

El centro, sin embargo, sí que se vio afectado. Massanassa fue una de las zonas en la que más edificios quedaron destruidos y necesitaron rehabilitación.

Gente limpiando el barro acumulado en las calles de Massanassa. Susana Vera Reuters Valencia

Los socios no pudieron acudir a la sede, ubicada junto a la rambla del Poyo, hasta dos días después: "Cuando pasó todo lo que pasó nos dimos cuenta de que era un desastre natural de una magnitud que nadie se imaginaba. Los primeros días no nos dejaron acceder por seguridad y cuando fuimos vimos que aquello era de lo más parecido a una guerra. Estaban todas las casas reventadas, los coches estaban amontonados unos encima de otros y había sitios por donde era imposible transitar".

A unos 3 kilómetros, en Paiporta, reside Javier Carballeda, hijo de un gallego de la ría de Vigo. Este, cuenta, fue uno de los lugares más afectados por su proximidad al barranco del Poyo, en el punto más cercano al muro que defiende la ciudad de Valencia de la inundaciones, y en el que se registró un mayor número de muertes: 46 en total.

Fotografía de una de las calles de Paiporta encharcadas por las lluvias. Efe / Manuel Bruque

"Fue algo de ciencia ficción. Cuando me asomé a la calle vi una marea de agua a toda velocidad, probablemente a 15 o 20 kilómetros por hora. Pasaba un agua que arrastraba todo lo que llevaba por delante" recuerda ahora, un año después, este socio del Centro Galego de Valencia.

Carballeda fue un afortunado. Las "cerca de 8 horas" que duró la dana y las inundaciones lo pillaron en su domicilio, a una altura de un cuarto piso en el que no se vio afectado.

Desde allí vio "a gente por la calle con el agua hasta la cintura y a coches que se iban flotando como los coches de choque de las ferias, dando golpes y tirando farolas. Fue una salvajada, algo bárbaro. Había una distancia de unos dos kilómetros en la que el agua circulaba a no menos de un metro de altura a esa velocidad". Los últimos datos que registraron los hidrogramas del Cedex situaban en 3.500 metros cúbicos por segundo en el Poyo.

Vi a gente por la calle con el agua hasta la cintura y a coches que se iban flotando como los coches de choque de las ferias, dando golpes y tirando farolas. Fue una salvajada

Javier Carballeda, residente en Paiporta

"A mí me salen como 18.000 metros cúbicos por segundo. Es peor que el Nilo", rememora.

Como Carballeda, cerca de un millón de personas de 74 municipios valencianos se vieron afectadas por la dana. Además de las pérdidas humanas, los vecinos y vecinas de estas localidades tuvieron que iniciar una reconstrucción para recuperar una vida que habían perdido.

"La gente olvida rápido. Aquí abrió pronto lo más básico como los supermercados e incluso se repartió comida gratis a la gente. Pero a día de hoy hay un montón de problemas secundarios. Todas las pequeñas tiendas especializadas que había han desaparecido. La gente que ya tiene una edad no se arriesga a pedir un préstamo para volver a abrir. Es difícil encontrar una zapatería o una tienda de electrodomésticos", ejemplifica.

En los primeros momentos, esta y otras localidades recibieron una marea de voluntarios que ayudaron en las primeras tareas de reconstrucción.

Carballeda recuerda que hasta Paiporta llegó "mucha gente joven de muchos sitios a ayudar. Estuvieron echándonos una mano para quitar el lodazal y todo eso. El problema es que la población tiene varios puentes y pasarelas y muchos se vieron afectados y derruidos. Eso todavía no está bien reconstruido".

En Massanassa, debido a la ubicación de su sede, el Centro Galego pudo recuperarse en cuestión de días y se convirtió en un punto de reparto de artículos de primera necesidad, "desde botas hasta alimentos o agua".

Un año después, todavía queda mucho por arreglar. "Hay un montón de viviendas donde todavía no se han arreglado los ascensores y hay personas mayores que llevan un año sin salir de sus casas. Es un drama", cuenta Fortes.

A día de hoy, los vecinos de Paiporta "hacen vida como pueden. Lo más básico está mal que bien cubierto, pero no tenemos biblioteca o centro deportivo. Hay quien dice que esto no volverá a estar como estaba hasta dentro de cinco años. La gente está bastante molesta con la actitud de la política local", comenta Carballeda.

Ante la posibilidad de hacer frente a una nueva gota fría de grandes dimensiones, la población está "probablemente más asustada y va a prevenirse más. Eso casi seguro".

Este hijo de gallego recuerda que en Valencia hay de manera habitual "lluvias potentes al principio del otoño. Una lluvia torrencial". Pese al incremento de estas precipitaciones, "cada vez más potentes", Carballeda critica que "no se ha hecho mucho trabajo de controlar los pantanos. Por ejemplo, el de Poyo no tiene presa y eso para mí es un error".

El Centro Galego volverá a celebrar el samáin y el magosto

Después de un 2024 marcado por la tragedia, este 2025 las fiestas de samaín y magosto regresan al Centro Galego. Además, el próximo sábado 1 de noviembre, presentará una revista con testimonios e imágenes de lo vivido durante la dana para "rememorar y hacerle un homenaje a todos los voluntarios", cuenta Fortes.

Voluntarios y socios del Centro Galego de Valencia en la sede en los días posteriores a la dana. Cedida

Su presidente recuerda con emoción cómo Galicia se volcó para ayudar a Valencia. "Estamos súper agradecidos porque hemos recibido de todo, desde camiones con ayuda hasta voluntarios. Se nos caían las lágrimas y se nos encogía el corazón al ver que la gente era tan solidaria".

Un año después, este centro que en octubre del 2024 se convirtió en un punto central de la entrega de suministros ahora acogerá un merecido homenaje para "recordar esa desgracia. Va a ser muy emotivo".