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Un día después de que el apagón eléctrico que sufrió casi toda España afectase a la actividad de prácticamente todos los sectores, los bares de A Coruña que este lunes habían abierto hacen cuenta de lo que dejaron de ganar por la falta de electricidad o comprueban el estado de sus aparatos eléctricos. Unos se mantuvieron abiertos parte del día o durante casi todo su horario habitual, otros cerraron al poco de conocer el alcance de la emergencia, al mediodía o en algún momento de la tarde.

Hasta que pudieron servir bebidas o productos en condiciones, muchos locales siguieron trabajando, pero limitando su oferta. "De refrescos puedo aguantar, pero café no hay manera de servir. Y a ver lo que aguanta el hielo para los refrescos", comenta Uxía, del café Olimpia, en la calle Galera. Admite que pasó un día "nerviosa" porque el lunes no pudo comunicarse en perfectas condiciones con su hijo, que estudia lejos de A Coruña, ni con su padre, que iba a ser intervenido en el hospital.

En el café Universal, en la Estrecha de San Andrés, sus responsables solo abrieron hasta las cuatro de la tarde el lunes. "El local se fue vaciando. Nos arreglamos sirviendo cervezas y refrescos, sobre todo, pero luego la gente se marchó y no compensaba seguir abiertos", cuentan. A primera hora de hoy martes empezaban a ocuparse las terrazas de este establecimiento que ya servía sus primeros cafés del día.

Un camión de reparto y los primeros clientes del día en la terraza del café Tortoni este martes. Quincemil

Se mantuvo más tiempo abierto el café Tortoni de San Nicolás, hasta cerca de las ocho de la tarde, con pagos en metálico por parte de los clientes, casi todos sentados en la terraza debido a las altas temperaturas. "Servimos mucha bebida, pero menos fría según pasaba el tiempo. Nadie café", cuenta una empleada. Los clientes habituales ya estaban esta mañana temprano consumiendo la terraza.

En cambio, otros hosteleros prefirieron cerrar enseguida tras conocer la situación de emergencia por apagón. Eso decidió César Pérez, responsable de La Urbana en la plaza José Sellier: "No abrimos. Por un lado yo estaba pendiente de mi padre en el quirófano y, por otro, recibía demasiadas consultas de los empleados para hacer las cosas y les dije que era mejor que no abriesen". "Ahora tenemos que valorar las pérdidas de cocina y comprobar que estén todos los electrodomésticos en buen estado", añade.

Algo de revuelo se originó en el popular bar Chaflán, en Os Mallos, adonde acudió numerosa clientela a medida que avanzaba el día. Primero se pudo atender al público, pero con el tiempo fue más difícil por las limitaciones en el servicio y los responsables decidieron cerrar, lo que molestó a una pequeña parte de los consumidores.

"Cuando llegué al bar parecía un sábado a mediodía de vermuteo. Como todos los comercios, negocios y oficinas de alrededor habían cerrado, todo el mundo se vino a los bares. En un principio bien, trabajando y un poco con la incertidumbre por el apagón, pero en cuanto se empezó a saber que iba para largo y vimos que no paraba de llegar gente, ya nos planteamos cerrar, porque sin lavavajillas, sin frío, sin poder calentar las tapas... Para atender mal a la gente y sin saber lo que iba a pasar, mejor dejarlo y cerrar y esperar a que todo volviese a la normalidad. Hubo gente, poca, que se enfadó", cuenta Anuska.

"Nos encanta ser un punto de encuentro pero parece que la hostelería es un mundo aparte y que está obligada a estar ahí pase lo que pase. Hay que recordar que trabajamos personas que tenemos familias y el mismo derecho a estar preocupados por ellos que el resto", reivindica.