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En la vida de las personas suele haber un momento clave de su existencia, el que separa un antes de un después, un punto en el que alguien descubre su camino, su destino. Ese momento en la vida de Rosa Otero Raña ocurrió cuando tenía 10 años y ayudó a su madre a dar a luz a uno de sus hermanos. Ayudar, esa es clave, el destino. Rosa llama a su hermano "muñeco viviente"; él la llama a ella "mamá pequeña".

El altruismo de Rosa Otero, nacida en Santiago hace 84 años, no tiene límites. Preside desde hace casi veinte años la Asociación de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios de A Coruña, la más antigua de Galicia, y desde 1972 batalla contra la droga desde la Asociación Antidroga Antonio Noche. A Coruña la nombrará Hija Adoptiva próximamente, después de que la Comisión de Honores y Distinciones lo aprobase unánimemente esta semana.

¿Se esperaba esto, que la nombraran Hija Adoptiva?

Me avisó Inés, la alcaldesa, de que se propondría, y me dijo que se aprobaría de forma unánime, pero no me lo esperaba. Me cogió de sorpresa porque nunca pensé que alguien lo fuera a proponer.

¿Qué sensación le causa? Lo pregunto porque usted representa a las amas de casa desde hace mucho tiempo y es una persona conocida y querida en la sociedad coruñesa.

Cuando me lo dijeron me quedé un poco en shock. Después, en la calle, me felicitaba una persona, y otra, y otra, y lo voy asumiendo. Pero nunca pensé en tener esta distinción.

¿Por qué cree que se la distingue?

Creo que la labor que he hecho en A Coruña, con Amas de Casa y con Antonio Noche, es algo que siento muy dentro: ayudar a los demás. Es parte de la enseñanza que tuve de mis padres, y lo hago con la mejor idea de prestar ayuda y de que quienes la necesitan queden satisfechos. La satisfacción me la da que la gente quede contenta con lo que les podemos solucionar, sobre todo a los más necesitados. Y así sigo. Nadie me obliga a ello, lo hago porque quiero.

Rosa Otero, en la sede de la Asociación de Amas de Casa de A Coruña. Quincemil

Pensar en las Amas de Casa de A Coruña es pensar en Rosa Otero, del largo tiempo que lleva.

Entré en 1985, me lo pidió Chelito, la mujer de Liaño Flores. Fue curioso, el día que me lo expuso fue en un acto al que venía Fraga, en una comida en Pastoriza. Allí, en una mesa con mis hijos, oigo decir: Rosa Otero Raña, que pase a la presidencia. Me hice la tonta, pero volvieron a llamarme otras dos veces. Y yo qué hago aquí, pregunté. Pues tendrás que hablar sobre las mujeres, me dijeron. Salí a hablar del trabajo de la mujer, 24 horas al día, en casa con los hijos. Fue curioso que cuando cambié a hablar en gallego, porque me lo pedían unas mujeres, todo el mundo empezó a aplaudir.

Y hasta hoy, que la siguen aplaudiendo.

Entonces la presidenta era Begoña Bonet, que me cogió para la junta directiva. Yo fui presidenta en 2006.

Usted ya luchaba contra la droga en la Asociación Antonio Noche. ¿Cómo empezó en este colectivo?

La fundé yo en 1972. Años después nos hicieron los estatutos en el Gobierno Civil, pero antes viajaba con Carmen Avendaño, ayudábamos a los chicos que estaban metidos en la droga, los metíamos en los autobuses para que fueran el centro Reto. Íbamos a la cárceles a hablar con los reclusos, aquí en Galicia y en el extranjero.

¿Por qué la fundó?

En el 72 abrí mi farmacia en O Castrillón, pero antes era analista en el hospital Labaca, adonde venían chicos de la ciudad y de fuera a vender su sangre para comprar luego la droga. Tuvimos que impedir que se vendiera, solo se podría donar. Yo tenía dos hijos pequeños y tenía miedo a que cuando crecieran sufrieran lo que estaba viendo.

"Me reconforta que la gente me dé las gracias por haberla ayudado en sus peores momentos, aunque fuera mala con ella por su propio bien, verlos llevando una vida normal con sus hijos"

Rosa Otero Raña, presidente de la Asociación de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios de A Coruña 

Habrá visto de todo.

Muchos problemas, sobre todo en los hogares. Nunca olvidaré a una familia que vino a la farmacia, los padres y el chiquillo, que consumía cocaína y heroína. Confesó que tomaba un gramo al día y cuando dijo que tenía que gastar 60.000 pesetas para sus dosis el padre se desmayó, al enterarse de que el dinero que le faltaba en la caja de su negocio lo robaba su hijo. Vivencias como esta, todos los días.

Con tanto dolor, ¿qué le reconforta más?

Que la gente me pare por la calle y me dé las gracias por haberla ayudado en sus peores momentos, aunque fuera mala con ellos, aunque llamara a la policía... Lo hacías por nuestro bien, reconocen, y ahora llevan una vida normal con sus hijos. Hay un chico que trabaja en Reto que estuvo 35 años en la cárcel de Teixeiro, le he dicho que ahora escriba un libro, que puede ayudar a mucha gente haciéndolo.

¿Cuánto tiempo al día le dedica a sus asociaciones?

Mucho. No puedo estar más contenta. La gente aprecia lo que hacemos.

De todos los elogios que le hayan dedicado, o las acciones que ha promovido ¿con cuáles se queda?

He tenido una muy buena conexión con todos los alcaldes. Y hay algo que nunca olvidaré trabajando con una y otra asociación: las visitas a los asentamientos chabolistas de A Coruña. Al primero al que fuimos fue el de Los Arcones de Orillamar, a una chabola estrecha y oscura, sucia y sin una ventana... Me llegó al alma.

Dije, algo hay que hacer aquí, cómo puede vivir aquí la gente. Les ayudamos a cocinar, les animamos a formarse... Y más tarde ahí, [el alcalde Francisco] Vázquez mandó construir un edificio y sacó a la gente del asentamiento. Todos los alcaldes han sido encantadores.

Usted ha sido siempre como una abuela para los coruñeses, ¿no?

Bueno, he ayudado a la gente, pero también les he reñido, castigado. En el fondo, es consciente de que les hemos prestado ayuda. Con las asociaciones hemos dado a conocer nuestra actividad y muchas personas han conseguido mejorar su vida.