Puigdemont y Junqueras aplauden tras la aprobación de la ley.

Puigdemont y Junqueras aplauden tras la aprobación de la ley. Efe

La tribuna

Tres razones por las que no iré a votar el 1-O

El autor, veterano político socialista, se opone a participar en un proceso sin garantías, diseñado para enfrentar y que va en contra de la unificación europea y del "contrato social" del Estado del bienestar.

25 septiembre, 2017 03:08

Por ideología.

El 15 de marzo 1944, en la Francia aún ocupada por los alemanes, se producía un hecho que tendría consecuencias trascendentales. El Consejo Nacional de la Resistencia -de un anchísimo espectro político- aprobó un documento de principios que sería de referencia en la futura posguerra (Stephane Hessel lo ha divulgado en su libro Indignaos). De aquella iniciativa se desprendieron algunas grandes líneas de actuación, como fue la consolidación de un proyecto que se convertiría en el embrión del Estado del bienestar, a través de la consolidación de un “contrato social”; mientras, ideas parecidas en Alemania e Italia abrieron el camino hacia una Europa social, ampliada, compartida.

La otra gran línea de actuación, la vocación de andar hacia la colaboración europea mediante la superación de las diferencias, se ha ido desarrollando lentamente, poco a poco, con la idea de avanzar hacia una unidad mas estrecha y con el objetivo de la federación. Los tratados han ido haciendo progresar y consolidarse poco a poco ambos fenómenos: más Estado del bienestar, más Europa. Así ha sido y así hemos hecho un gran progreso.

Hasta que la agenda neoconservadora se ha impuesto. Ahora se ha roto el “contrato social”. Los ricos se están haciendo más ricos. La diferencia entre rentas se ha agrandado. La marginalidad y la pobreza han crecido. La renta disponible por la minoría selecta ha aumentado. En Alemania, por ejemplo, el país más rico de la UE, 15% de ciudadanos está por debajo del umbral de la pobreza. Según la Deutsche Tafel -asociación caritativa alemana-, un millón y medio de ciudadanos son atendidos cada año, y aumentan en relación a hace 10 años. Jóvenes y viejos entre los más desfavorecidos, una tendencia en crecimiento.

Una corriente de aislamiento, de ruptura del espacio común, recorre Europa: no es mayoritaria, pero es potente

Todo esto pasa a la vez que en muchos países de la Unión aparece y se consolida una tendencia a la desagregación, al “nosotros solo”. El brexit de Farage en Gran Bretaña, Wilders en Holanda, Le Pen en Francia, una situación delicada en Austria en la elección del presidente de la República… y hay más ejemplos. Una corriente de aislamiento, de rotura, de ruptura del espacio común, recorre Europa. Por suerte no es mayoritaria, pero es potente.

No es casualidad que ambos fenómenos se den al mismo tiempo. ¿Rotura de compromisos sociales? ¿Repliegues nacionales? ¿De los más favorecidos? ¿O mejor podríamos hablar de clase?

En Cataluña pasan cosas parecidas, pero no lo oímos decir. Algunos problemas, la enseñanza, la salud, la atención social, la pobreza, no forman parte de la agenda de nuestros conservadores. Incluso ahora que el PIB aumenta, la precariedad, la miseria y la marginalidad también crecen; mientras las rentas de las clases populares bajan, y la llamada brecha social se agranda. El mileurismo ya es un fenómeno masivo, y curiosamente se produce en coincidencia con el comportamiento de los neocons más reaccionarios de Europa. A nuestros conservadores no les preocupa la agenda social, están inmersos en un proceso de desconexión. Despreocupación por la agenda social y desconexión van juntos, como hacen también los conservadores europeos.

No aceptaremos planteamientos que no respeten la recuperación de la agenda social y la organización federal de Europa. Estas son nuestras -mis- preocupaciones esenciales. Es, pues, por razones ideológicas por lo que no iré a votar en este plebiscito.

Por principios

Los que por formación académica no éramos entendidos en leyes, aprendimos algunos principios fundamentales sobre Derecho a través del ejercicio de la gestión pública, de la experiencia práctica y de nuestro contacto con los herederos políticos de aquellos que, después de vivir las consecuencias de los desastres del siglo XX, nos enseñaron que en democracia hay unos principios inalterables, insobornables.

1.- En Democracia no se puede anteponer legitimidad a legalidad.

2.- No se pueden inventar los derechos.

En Europa, la legalidad no la interpretan ni los Gobiernos ni los Parlamentos, la interpretan los jueces

Desde la Revolución Francesa, con avances y retrocesos, la legalidad la han ido haciendo los hombres y las mujeres reunidos en los Parlamentos. Y en la Europa moderna hemos ido desarrollando un sistema en que la legalidad no la interpretan ni los Gobiernos ni los Parlamentos, la interpretan los jueces. Un estamento independiente de los otros poderes del Estado.

Resulta obvio, incluso ridículo decirlo, pero cuando se quieren anteponer principios como legitimidad delante de legalidad, se tiene que reflexionar y volver a la prioridad de los principios. La libertad es la Ley, y la Democracia sólo puede ser la Ley. Y no pueden fabricarse las reglas en nombre de la legitimidad.

Podemos acabar haciendo referendos clandestinos (cómo dice Ll.Bassets), en realidad plebiscitos, sin reglas, con voluntarios, sin orden, sin sistemas pactados de convocatoria, ni de interpretación de resultados, etcétera. ¡Y hacerlo en nombre de la legitimidad! ¡Si hace falta, siempre hay una legitimidad que nos ampara. Claro, la nuestra! Y naturalmente un adversario que justifique esa legitimidad. En el pasado, en el mundo, hay ejemplos: enemigos de clase, judíos, ingleses, protestantes…

En Cataluña se ha desarrollado una palabra muy reveladora: ”unionistas”, en una torpe pero aclaratoria referencia a los unionistas de Ian Paysley. Pero nunca sale la raíz de la palabra. Recientemente, en un artículo en La Vanguardia, he encontrado la primera referencia directa al Ulster.

No aceptaremos esta supuesta realidad según la cual o estás con nosotros o estás en contra de Cataluña

Evidentemente, dicen, ante la obtusa oposición de los adversarios, de los que no reconocen la legitimidad, siempre cabe la desobediencia. Y estamos en este punto. Pero no aceptaremos esta supuesta realidad, según la cual se ha construido una trampa: estás con nosotros o estás en contra de Cataluña. Por todo esto, por principios, no participaremos este proceso, no participo en este plebiscito, por eso no iré a votar.

Por comportamientos

Han pasado por encima de los principios, y ya han dejado de lado los miramientos. ¡Han practicado la insurrección! Resulta curioso ver en un país europeo hoy, una minoría conservadora insurrecta.

Las practicas de un Govern que ha dejado de gobernar; la opacidad en la redacción de unas leyes que pretenden convertir de golpe Cataluña en una república; las votaciones sectarias en un Parlament deslegitimado; las presiones del Govern y de su presidente a los alcaldes de Cataluña; las actitudes de fuerza, de intimidación en la calle para imponer la adhesión al movimiento, que han llevado a la división civil del Pueblo de CataluñaEstamos viendo practicas de racismo interior que no habíamos imaginado nunca. Y estamos desamparados ante los abusos del Govern, en estrecha connivencia con los medios públicos y privados catalanes fuertemente subvencionados o sostenidos con dinero público, que no ofrecen otra cosa que no sea el proyecto de secesión, en formato de publicidad o simplemente de noticias.

Y para acabar, existe una preocupante conexión entre el Govern, la mayoría parlamentaria en la Camara catalana y organizaciones afines, que deja entrever decisiones que forzosamente tienen que ser tomadas por un sanedrín que impone desobediencia, insurrección.

Empezaron con una consulta, el derecho a decidir, y ahora estamos en el peor escenario. Han prostituido lentamente el lenguaje, lo han subvertido.

Los federalistas nos opondremos a la subversión de los conceptos y a las practicas insurreccionales y propondremos la entente, el acuerdo y el pacto.

Mientras no logremos estar en ese escenario, afirmamos muy fuerte que no participaremos en esta “keremesse y no iremos a votar. Yo no iré a votar.

Por ideología, por principios y por comportamientos.

***Jaume Casanovas i Escussol fue gobernador civil de Barcelona y Lérida durante los  últimos mandatos de Felipe González. También fue alcalde de Vilanova i la Geltrú.

Este artículo fue publicado en catalán en Eix Diari - Diari Independent del Penedés el viernes 22 de septiembre.

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Insua es profesor de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid.

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