La vigesimocuarta reunión de la cumbre de jefes de Estado y Gobierno del G20, celebrada este sábado en Nueva Deli, se ha saldado, al menos, con una declaración conjunta. Los desacuerdos sobre la guerra de Ucrania no han impedido finalmente alcanzar un consenso. Y los aliados han conseguido forzar esta condena velada a la invasión, aunque el veto de Moscú y Pekín ha evitado una mención explícita a la responsabilidad de Rusia en el conflicto.

Pero este frágil consenso no permite enterrar la evidencia de que se está fraguando una alteración de los equilibrios geopolíticos que desafía el orden mundial surgido de la posguerra.

En este sentido, la ausencia de Xi Jinping en la cumbre es muy reveladora. Porque se trata de un gesto político dirigido a confrontar con EEUU (con quien Pekín está inmerso en una guerra comercial y tecnológica) a la vez que con India (con quien China mantiene tensiones fronterizas y una rivalidad por hacerse con el liderazgo del "sur global").

El plantón de Xi (que se une al de Vladímir Putin) viene a simbolizar que China da prioridad a otros foros, como el de los BRICS, a cuya reunión sí acudió el pasado agosto. Pekín pretende que esta alianza entre economías emergentes, que se ampliará con la adhesión de Irán y otros cinco países, se consolide como un bloque que plantee una alternativa a la hegemonía occidental. Este bloque, que reúne un 46% de la población mundial (cinco veces más que el G7) y el 29% del PIB global, se está fortaleciendo para impugnar el dominio por parte del mundo desarrollado de la arquitectura de la política internacional.

Así se entiende que EEUU y la UE hayan apoyado en la última reunión del G20 un plan para construir un corredor comercial que una Europa y Oriente Medio por vía terrestre y marítima. Una iniciativa que no sólo pretende acelerar el comercio internacional, la cooperación económica y la conectividad, sino también construir una ruta alternativa para contrarrestar el Belt and Road Project de China, la infraestructura con la que Pekín quiere estrechar lazos con los países emergentes.

De esta manera, Occidente puja por evitar que los países en desarrollo caigan en la red de influencia de China. Un actor cuyo horizonte es subvertir el orden internacional basado en reglas, impulsar el sur global alineado en torno al modelo autocrático y explotar el resentimiento de las periferias azuzando la retórica anticolonialista.

En este marco de disputa al sistema unipolar asentado desde el fin de la Guerra Fría, India está desempeñando un papel cada vez más relevante. Bajo el liderazgo del popularísimo Narendra Modi, y catapultada por su economía y su demografía pujantes, India aspira a adquirir el rango de superpotencia. Y albergar la reunión de líderes mundiales es el mejor escaparate para su ambiciosa diplomacia.

Este G20 permite atisbar la inestabilidad que acarrearía un futuro mundo multipolar, con un nuevo equilibrio de poderes. El caso de India es paradigmático, porque al mismo tiempo que se alinea con China en los BRICS contra la hegemonía occidental, Modi está labrando un acercamiento inédito con los EEUU de Joe Biden, para contrarrestar el auge de su común rival, Pekín.

El nuevo paradigma de las relaciones internacionales estaría marcado por la imprevisibilidad, pues ya no se darían alianzas sólidas en torno a los ejes tradicionales sino consorcios puntuales y pragmáticos motivados por la multiplicidad de intereses nacionales cruzados.

Y es que Washington y Pekín habían querido ver en el sur global un actor secundario al que poder arrastrar de su lado en su pugna por la hegemonía. Pero la demostración de fuerza de India prueba que estos países no van a aceptar ser comparsas de las dos grandes superpotencias, sino que van a perseguir su propia política exterior autónoma en función de su conveniencia.

En cualquier caso, en un contexto de colisión entre los dos bloques representados por el G7 y los BRICS, lo deseable sería que el G20 siguiera siendo reivindicado y defendido por los líderes mundiales como uno de los pocos foros internacionales que quedan para el fomento del multilateralismo, que hoy se bate en retirada.