No hay situación, interna o externa, en la que Marruecos no trate de sacar beneficio en sus ciclotímicas relaciones con España. A día de hoy, son tres los frentes que el reino de Mohamed VI mantiene abiertos contra los intereses españoles aprovechando la debilidad de nuestro Gobierno, cuya fragilidad parlamentaria es visible fuera de nuestras fronteras. Y Rabat siempre es la más atenta.

Si Marruecos, en los primeros vaivenes de la crisis del coronavirus, aprovechó la coyuntura para asfixiar a Ceuta y Melilla con el cierre de sus fronteras, poco después ha relajado su control migratorio hasta el punto de facilitar una avalancha -calculada e incesante- de inmigrantes marroquíes hacia costas españolas; principalmente las Canarias, donde la capacidad de reacción es más limitada y, por ende, mayor es el daño y la inestabilidad a la que se somete a su vecino. 

Frente Polisario

Y muy relacionada con esta decisión por omisión del monarca alauí está la desproporcionada reacción de su Ejército ante el bloqueo, por parte del Frente Polisario, de la transitada zona fronteriza de Guerguerat, por donde transcurre una vía fundamental de comunicación entre el territorio saharaui y Mauritania. 

Si bien las escaramuzas son confusas, no hay que olvidar que las Fuerzas Armadas marroquíes han penetrado en una zona en la que la ONU desplegó una misión de vigilancia, la Minurso, que hasta ahora no ha sido capaz de contener la tensión.

Desde que Hassan II promovió la llamada Marcha Verde para anexionarse por la vía de los hechos el antiguo Sáhara español, la región tornó en un grave rompecabezas geopolítico: principalmente, la política de Marruecos se ha centrado en colonizar esta zona con promesas de autonomía política, siempre diferidas.

Las Canarias

Y todo después de que, durante años, España haya mostrado una diplomacia blanda pero activa con los intereses del pueblo saharaui atendiendo a sus razones no sólo históricas. Pero la tensión no ha hecho sino crecer tras la formación del actual Gobierno de coalición, con Podemos reforzando un viejo compromiso de la izquierda española.

Al margen de la cuestión del Sáhara, son muchos años en los que cada zozobra en nuestro país tiene como respuesta automática una coacción de Marruecos. Es más, en primavera Rabat ampliaba sus aguas territoriales hacia Canarias con objeto de tratar de beneficiarse en exclusiva de la explotación del submarino Monte Tropic, rico en materias primas vitales para la industria informática, como el telurio.

Las relaciones con Marruecos son el alfa y omega de nuestra diplomacia. Que Pedro Sánchez rompiera la tradición y no rindiera su primera visita oficial al monarca marroquí nada más asumir el cargo el pasado enero fue tomado como un desplante al otro lado del Estrecho. Que aún no haya logrado reunirse con Mohamed VI quizá sea la razón de estas hostilidades taimadas.