El Informe PISA conocido este martes no puede ser más desolador para nuestro país. Este estudio de la OCDE tiene por objeto la medición del rendimiento académico en Matemáticas, Ciencia y Lectura, si bien las pruebas sobre comprensión lectora han sido puestas en cuarentena por las anomalías que han detectado aquí los inspectores.

En todo caso, las estadísticas que arroja el estudio son lo suficientemente elocuentes. En sólo tres años el sistema educativo español ha retrocedido respecto al último informe PISA de 2015. España se deja cinco puntos en Matemáticas (pasa de 486 481) y hasta 10 en Ciencias (de 493 a 483). 

Dos velocidades

Dicho de otro modo, el cambio de la Ley, de la LOE a la LOMCE, deja a España aún más en el vagón de cola de la Educación en comparación con los países de nuestro entorno. Es preocupante que ya estemos a los niveles de Hungría o de Lituania. 

El informe también consigna una realidad dramática: la desigualdad entre regiones. Tanto es así que los estudiantes de Navarra están casi un curso y medio por delante de los alumnos de Canarias o Andalucía en Matemáticas. En Ciencias también se da esta España de dos velocidades educativas. 

Adoctrinamiento

España tiene deberes pendientes en la Educación que urge afrontar. Los malos indicadores son fruto del fracaso a la hora de establecer planes nacionales. La politización de las sucesivas leyes educativas, el intento de adoctrinamiento nacionalista en algunas autonomías y el desfase entre unas comunidades y otras prueban un fracaso, el de la enseñanza, que nunca se ha querido abordar con altura de miras. Desde 1970 se han aplicado siete leyes educativas, a cada cual más desastrosa.

Resulta clamorosa la escasa voluntad política para concretar una formación obligatoria de calidad. Esta indolencia nos está pasando factura, particularmente en un mundo tan competitivo como el actual en el que nuestros jóvenes deben desenvolverse. Invertir en calidad y en sentido común en el ámbito de la Educación es invertir en nuestro futuro.