En vísperas de que concluya el plazo para que Puigdemont aclare al Gobierno si ha proclamado o no la independencia de Cataluña, Junqueras acaba de añadir aún más surrealismo a la situación. En una nota de la Consejería de Economía que él dirige y que ha sido remitida a las delegaciones de la Generalitat en el extranjero se advierte: "Una declaración de independencia no implica inmediatamente la creación de una Cataluña independiente".

Si ya fue ridículo que Puigdemont dijera el pasado día 10 que asumía el encargo de proclamar la independencia pero que la dejaba en suspenso, la nota de Junqueras confirma el embrollo en el que están metidas las autoridades catalanas y del que no parece que sepan cómo salir.

Contra los fundamentos de la lógica

Por lo pronto, la aclaración del responsable de Economía supone enmendar uno de los principios fundamentales de la lógica, vigente desde la Antigua Grecia: el principio de no contradicción. Este axioma dice que es imposible que algo sea y no sea al mismo tiempo. Aplicado al documento de la Generalitat, podría decirse que Cataluña no puede ser independiente y formar a la vez parte de España. Sin embargo es a eso a lo que parece que aspira.

OTTO TIC TAC

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El escrito de la Consejería catalana trata de transmitir tranquilidad aduciendo que los depósitos bancarios en Cataluña están cubiertos por el Fondo de Garantía de Depósitos Español, que a su vez cuenta con una garantía europea. Es decir, el propósito confeso es seguir disfrutando sin rubor de los beneficios de pertenecer a España y a la UE.

La burla interminable   

Este lenguaje farisaico, casi cantinflesco del presidente y del vicepresidente catalanes, en línea con la tradición nacionalista de la ambigüedad y la indeterminación, resulta particularmente insultante en este momento, con millones de ciudadanos en vilo, la economía resintiéndose y la amenaza real de golpe de Estado.   

El Gobierno español no debe consentir más la burla interminable. Este lunes concluye el plazo dado a Puigdemont para que aclare la situación. Si la respuesta sigue siendo equívoca no hay razón para no actuar con firmeza. La auténtica realidad es que en Cataluña hay unos golpistas al frente de las instituciones que representan un problema para la democracia y para la convivencia.