Hay un Pedro Sánchez para las campañas y otro cuando se sabe con poder. El primero es de una falsa humildad que alerta. Como al PSOE de entonces, cuando lo de las urnas en Ferraz.

Pareciese casi un tipo al que la vida ha maltratado, como si no hubiese sido diputado ni consejero de Caja Madrid. Y además pone cara de que le hubiese costado mucho esfuerzo su tesis doctoral.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Senado.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Senado. Gabriel Luengas / Europa Press.

Sonríe todo el rato, así como si hubiese encendido los cuatro intermitentes al parar para que se le vea de lejos. Pedro quiere que le vean y sobre todo que le quieran cada cuatro años. Después, por él, como si se acaba España. Pero dentro de otros cuatro que resuciten y le vuelvan a querer una vez más.

Por eso saca la piel de cordero como uniforme de campaña y se deja entrevistar por los medios de comunicación a los que no ha acudido ni una sola vez durante toda la legislatura. Y hasta tolera que Carlos Alsina haga periodismo del de verdad y le pregunte "¿por qué nos ha mentido tanto?".

Es ahí cuando pone cara de niño que se sabe acorralado justo antes de negar la mayor. ¡Bildu, qué Bildu, yo no conozco a ningún Bildu! Tampoco conoce a Yolanda, ni a Irene, ni a Berni, ni sabe quién es Dolores Delgado o José Félix.

Pedro Sánchez, si hay elecciones, no conoce a Pedro Sánchez, porque cuando está de campaña, sólo pone cara de ir a hacer la primera comunión. Cree en la separación de poderes por encima de todas las cosas y que el pueblo es soberano.

Luego, cuando ya no hay urnas por el medio, si se sabe salvado, le sale ese otro lado que no cree más que en Pedro Sánchez y en hacer su voluntad por encima de todas las cosas. Y como la suya no es palabra de Dios, tira de real decreto y amén. Es ahí cuando Pedro se pone perdonavidas y se la perdona a Isabel Díaz Ayuso, a Felipe González y al rey. Que espere, que para eso está.

Pedro, cuando ya ha pasado por las urnas y no tiene que rendir cuentas hasta los siguientes cuatro años, más que gobernar, va haciendo limpieza de sangre. Y en vez de ir marcando objetivos cumplidos del programa electoral, va tachando enemigos de los que ya nadie más sabrá.

Porque no hay paz para los traidores. Pedro, más que presidente del Gobierno, tiene entendido que a él le nombraron emperador. Y por eso no entiende que ahora le tengan que volver a renovar.

"Yo soy Pedro y sobre España levantaré mi ego".