José Luis Rodríguez Zapatero ha dejado de ser el hombre que susurraba al presidente para ser su voz, su cara y su cuerpo. Es como si Mari Carmen hubiese castigado a Macario al silencio del baúl de los muñecos por hacerlo mal. 

El espíritu del sanchismo no eran ni Iván Redondo, ni José Luis Ábalos. Era el propio Zapatero.

Zapatero ha visto que cuando habla el muñeco, lo hace mal, y aunque le ha obligado a salir de su refugio en la Moncloa, el que va a poner la voz y la cara va a ser el expresidente, o esto no lo salva nadie. Ha dicho más y mejor el expresidente en La noche en 24 horas que Sánchez con Carlos Alsina, que se conformó con salir vivo, aunque fuese a costa de no decir nada ni responder a nada. 

El rey Felipe VI junto a los expresidentes del Gobierno de España José Luis Rodríguez Zapatero y Felipe González.

El rey Felipe VI junto a los expresidentes del Gobierno de España José Luis Rodríguez Zapatero y Felipe González. EFE

Zapatero ha visto que esto no lo salva Sánchez ni con setenta veces siete debates, y ha salido en defensa de sus muñecos. Nos ha preguntado que "¿qué es eso de derogar el sanchismo?". Y a mí, que tantas veces me ha parecido que el sanchismo era la kriptonita de la derecha, que era la paja en el ojo ajeno y el cheque en blanco para una derechona anémica, me han entrado ganas de responderle. Porque yo mismo me lo he tenido que preguntar de buena fe, harto ya de tanto brindis al sol. 

¿Realmente ha habido sanchismo? 

Zapatero nos pregunta si es que acaso se trata de derogar la subida del salario mínimo o la mejora de las pensiones. Y no, claro que no, no se trata de eso. Se trata de todo lo demás. 

Se trata de no derogar la Constitución de 1978. Esto es difícil de explicar al zapaterismo que introdujo en España la idea fuerza del populismo de izquierdas: la Transición la hicieron los hombres de Franco y por eso se quedó a medias.

Esto es el zapaterismo, eso que suena ya a viejuno, pero que está muy vivo. "Hay que terminar la Transición", le susurra al muñeco. "Es el momento de dar el paso hacia la hegemonía cultural, y si no lo damos nosotros, que lo den Pablo Iglesias e Irene Montero, y luego recogemos nosotros los frutos".

La ley del 'sí es sí' ha mandado a Irene Montero al baúl de los muñecos. La reforma del Código Penal ha dado aire al separatismo. La ley trans no ha contado ni siquiera con el apoyo del Colegio de Médicos. La ley de bienestar animal ha conseguido cabrear a la gente del campo. Las declaraciones inconstitucionales del estado de alarma, la proliferación de reales decretos, la correa de transmisión del Poder Ejecutivo, etcétera.

[Opinión: Saber irse]

Podríamos seguir un buen rato y no llegaríamos al meollo. Que la ley que ampara a todas las demás es la ley de memoria democrática porque corre la fecha de la Transición de 1978 a 1983 y vuela por los aires el gran pacto constitucional de 1978.

El último paso en esta revolución gramsciana es poner a Dolores Delgado, antigua ministra de Justicia y fiscal general del Estado, al frente de la nueva fiscalía de Derechos Humanos y Memoria Democrática, cuya función es refrescarnos la memoria sobre lo que realmente fue la guerra que no cesa. Es otro paso más para llevar la Transición hacia donde la izquierda radical cree que debería ir.

Oír los susurros guturales del ventrílocuo a la oreja de los muñecos no era fácil, pero tampoco imposible. Ahora que el ventrílocuo habla alto y claro, y nos pregunta que qué es eso de derogar el sanchismo, podemos responderle claramente que se trata de derogar el sanchismo para que el zapaterismo no derogue la Constitución de 1978.