Los fans de Tintín sabemos que los mejores insultos de la historia en lengua castellana son los del capitán Haddock. Algunos han tenido la paciencia de recopilarlos. La lista completa, o casi completa, puede leerse aquí. Otros se han dedicado a explicar el significado de cada uno de ellos, por si acaso alguien no lo pillaba a la primera.
Palurdo de los Cárpatos: Persona tosca y grosera que habita en los Cárpatos, sistema montañoso de Europa Central”. “Beduino interplanetario: Beduino que habita en el espacio exterior”. O mi preferido. “Sietemesino con salsa tártara: Bebé que nace prematuramente a los siete meses de gestación mezclado con una salsa constituida por pepinillos, alcaparras, mostaza y mayonesa”. 


Lo bueno de los insultos del capitán Haddock, que combinan grupos étnicos (piel roja, zulú, inca), especies animales y vocabulario zoológico (diplodocus, moscardón, rizópodo) y términos que no son insultos pero que suenan como tales (anfitrión, iconoclasta, tecnócrata), es que permiten su recombinación surrealista para mayor goce del usuario. “Cataplasma invertebrado”. “Porquería de aparato tragaperras renegado”. “Residuo de lechuguino megalómano”. “Hidrocarburo iconoclasta”. “Especie de semáforo visigodo”. “Caníbal vegetariano”.  
Lo irónico es que Hergé tiró de inventiva frente a la imposibilidad de recurrir a los insultos tradicionales y mucho más agresivos de la lengua francesa (Tintín era una publicación juvenil) y el resultado fue un catálogo de improperios que ahora suenan extraordinariamente incorrectos. “Morucho”. “Gitano”. “Fátima de baratillo”. “Gordinflón”. “Apache”. “Descamisado”. “Mercader de alfombras”. “Terrorista”.
La paradoja es para “vegetariano” y  “pacta-con-todos”, expresiones que ahora tienen una connotación positiva mientras que por aquel entonces servían para definir un tipo muy particular de ridiculez (en el primer caso) o de ruindad (en el segundo: un “pacta-con-todos” es un hipócrita capaz de negociar con los canallas más despreciables).
Algunos de mis insultos favoritos en lengua castellana no están sin embargo en la lista. “Planchabragas”, por ejemplo (ahora se les llama “aliados”). También me gustan “rebañasandías”, “muerdesartenes”, “lloramigas”, “huelegateras”, “cierrabares”, “cagalindes” o “cuerpoescombro”.
También tengo en el altar alguno en lengua inglesa que le oí a David Simon (el creador de The Wire y Generation Kill) y que me voy a callar porque combina escatología y escarnio de minorías sexuales. Su traducción literal al español me llevaría de cabeza a un linchamiento tuitero y hace demasiado calor para ello, así que lo dejamos para octubre o noviembre si les parece bien.  
Todos esos insultos se benefician de una fonética en la que las zetas, las jotas, las kas y las eñes parecen catapultar la lengua, los dientes, el paladar y hasta la traquea si se tercia en dirección a la jeta del insultado. El español, en resumen, parece haber sido específicamente diseñado para el noble arte del insulto. 
No es el caso del idioma catalán. Hasta los insultos más ofensivos inventados en esa lengua (“xarrupaescrots”, por ejemplo, traducible por “sorbeescrotos”) suenan blandos e infantiles lastrados por una fonética flácida y melosa, más apta para la corrección pasivo-agresiva de un Guardiola cualquiera que para el arrebato temperamental de una castellana que sabe que no ha nacido para comerse las mentecateces del primer rastrapajo que le pasa por delante. 
Lo mismo ocurre con el sexo. Ves una porno en catalán y resulta imposible dejar de pensar en que la pareja va a rematar el restregamiento furibundo de la patateja casándose por la iglesia. Sé que les ha entrado la curiosidad y que ya andan en Google buscando “porno en catalán”. Pero mejor se ahorran el trago. Imaginen Aliens, El exorcista o Mad Max: Fury Road con banda sonora de Sergio Dalma y se harán una idea de lo que les estoy hablando.
A lo que voy es a que no tiene sentido desgastarse en la lucha contra el proceso independentista. La baja natalidad es un problema común a todos los europeos, pero súmenle a ello un idioma capaz de marchitarle la libido a un preso y entenderán que esto de Cataluña tiene los días contados
Aunque por otro lado, peor debe de ser hacerlo en vasco. 
[En realidad la tasa de natalidad catalana es superior a la media española y anda a la par de la madrileña y la andaluza, pero este artículo es una farsa —“obra que, para lograr un fin cómico, exagera la acción o los caracteres de los personajes hasta hacer grotesca la realidad”— y tampoco vamos a dejar que la realidad nos estropee el libreto.]