Con poco más de 6.000 habitantes, Malmesbury es una pequeña localidad en plena campiña inglesa, al sudoeste de Inglaterra. A solo unos kilómetros de allí encontramos uno de los centros de desarrollo tecnológico más impresionantes del momento, es la sede central de Dyson, un enorme campus en el que miles de ingenieros se reparten entre edificios y laboratorios de todo tipo para innovar y desarrollar una variedad de proyectos que no podemos imaginar.

Basta un simple vistazo desde el exterior del campus para contemplar la magnitud de estos “Headquarters”, con más de 200.000 metros cuadrados de superficie. El cristal es el protagonista entre sus imponentes edificios de metal curvado y su acabado espejo juega con el paisaje, reflejando en ellos la naturaleza que los rodea, permitiéndoles fundirse con la pura campiña.

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Una aspiradora atascada, el inicio de todo

Todavía hoy la historia de Dyson sigue sorprendiendo a quienes no la conocen y para la propia compañía sigue siendo un motivo de orgullo, una muestra de que el inconformismo es a su vez la mayor motivación para poner patas arriba lo común y conocido.

El germen de todo fue una aspiradora atascada, ni más ni menos. James Dyson, a finales de los años 70, se percató de lo ineficiente que era su aspiradora. Perdía poder de succión con el uso y su rendimiento dejaba mucho que desear. La desmontó y comprobó que la estaba completamente obstruida. En aquel momento decidió que aquello podía hacerse mejor y eliminando la bolsa, una parte clave en todos los modelos de la época.

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Tras 5.127 prototipos y 5 años de trabajo, James creó la primera aspiradora sin bolsa del mundo, que aprovechaba el flujo ciclónico del aire para separar las partículas del aire. Curiosamente, uno de esos prototipos, conformado por piezas de cartón y cinta para unirlo todo, está en las vitrinas de las entrada del campus.

Hoy Dyson, como marca, ya no es solo conocida por sus aspiradoras de alto rendimiento, sino que la compañía ha ido explorando y ampliando a nuevos campos como el cuidado personal, gracias a sus productos para el cuidado del cabello, la climatización y purificación de espacios, la iluminación, con sus soluciones para revolucionar la forma en la que se iluminan los espacios y que tiene a Jake Dyson al frente, o el prometedor proyecto de su futuro coche eléctrico.

Toda la investigación, diseño y desarrollo de los productos que ya conocemos, otros que todavía no, y algunos que jamás verán la luz, se realiza en la sede de Dyson en Malmesbury.

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Miles de ingenieros y patentes para crear la tecnología del presente y el futuro

El de Malmesbury es el campus principal de Dyson, allí se concentran alrededor de 3.500 trabajadores entre ingenieros, científicos y demás personal. La seguridad es alta, muy alta, allí se esconden los secretos mejor guardados de la compañía y toda precaución es poca, desde el primer control para acceder al parking exterior hasta los brazaletes identificativos que debe llevar cualquier visitante ajeno a la empresa.

Con tal cantidad de trabajadores, el trasiego es constante por avenidas, edificios y laboratorios. James Dyson ya supera los 70 años, pero la media de edad de la mayoría de ingenieros allí presentes es muy baja. La compañía lleva años apostando por el talento joven, gente con ideas frescas y mentalidad abierta capaz de afrontar proyectos sin límites. Es por ello que también trabajan conjuntamente con 40 universidades de todo el mundo y a través de la James Dyson Foundation se han destinado más de 65 millones de euros a inspirar a los ingenieros del futuro.

El afán por reunir a los mejores profesionales posibles va más allá. A finales de 2017 abrió sus puertas el Instituto Dyson de Ingeniería y Tecnología, su propia universidad situada en el mismo campus de Malmesbury donde una treintena de estudiantes puede formarse codo con codo con los ingenieros de la compañía en las labores de I+D+i y sacar todo el partido a las instalaciones.

129 laboratorios para cuidar hasta el mínimo detalle

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En el centro neurálgico de Dyson se distribuyen un total de 129 laboratorios de investigación y desarrollo. En nuestra visita nos muestran algunos como el laboratorio de acústica, el de motores, la cámara semianecoica diseñada para absorber y analizar con precisión las frecuencias electromagnéticas o el laboratorio de prototipado repleto de enormes impresoras 3D capaces de crear en horas piezas de alta calidad que bien podrían pasar por unidades finales a simple vista. Al disponer de estas instalaciones ‘en casa’ el desarrollo de nuevos proyectos es más veloz y el trabajo entre equipos se agiliza, pudiendo realizar numerosos test con diferentes versiones y variaciones de prototipos.

Un ejemplo de cómo estas pruebas se traducen en mejoras en los productos finales lo encontramos, por ejemplo, en cómo consiguieron que el secador Dyson Supersonic hiciese menos ruido cuando funciona a máxima potencia: aumentando de 11 a 13 las ‘palas’ que forman la hélice de su motor digital Dyson V9 se consigue que el sonido que genera al girar a 110.000 revoluciones por minuto se produzca a una frecuencia sonora que el oído humano no puede percibir.

El área de desarrollo de motores es uno de los rincones más fascinantes y donde realmente se puede apreciar la evolución de los motores digitales de Dyson, una pieza clave en prácticamente todos sus productos que llevan perfeccionando más de 20 años.

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En las imágenes que acompañan a estas líneas se puede apreciar a simple vista el enorme trabajo de ingeniería hasta llegar al Dyson V10, la última generación del motor digital capaz de girar a 125.000 revoluciones por minuto. Es el corazón del aspirador sin cables Cyclone V10, es más eficiente, pequeño y ligero que las generaciones anteriores. Su fabricación se lleva a cabo en las fábricas de Singapur y el proceso está completamente automatizado por robots debido a la alta precisión que se requiere. Manejan tolerancias del grosor de la tela de una araña. La cifra más espectacular que da muestra del nivel de perfeccionamiento de Dyson en la creación de estos motores: fabrican un motor digital cada 2,3 segundos.

D9, el edificio más protegido

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Es muy sorprendente entrar a una de las cafeterías del campus de Dyson y encontrarse un imponente avión de combate Lightning colgando del techo. Sí, sí, un modelo original, a tamaño real, sobre las mesas donde cada día comen cientos de ingenieros. No es el único elemento decorativo fuera de lo común. En el parking podemos ver otro caza (un BAe Harrier GR.7), un vehículo marino Rotork Sea Truck diseñado por el propio James Dyson, un motor Rolls-Royce Welland (el único que sigue funcionando en el mundo), o un Mini Cooper original seccionado justo por la mitad que le regalaron los ingenieros a James por su 60 cumpleaños.

Todas estas piezas se consideran iconos de la ingeniería por una u otra razón y están ahí para seguir inspirando a los ingenieros que cada día pasan a su lado.

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Justo frente a la cafetería que comentaba se encuentra el edificio D9, probablemente el lugar más hermético de todo el campus y al que por supuesto no tuvimos acceso. Allí solo entra personal autorizado, unos 450 ingenieros que deben pasar una verificación extra antes de que se desbloqueen sus puertas. Exteriormente D9 es un bloque de cristal con acabado espejo que impide ver cualquier detalle de lo que ocurre en su interior.

Se trata de un centro de investigación con laboratorios donde diferentes equipos llevan a cabo proyectos secretos, apartados del resto de instalaciones para que nada salga a la luz. Algunos puede que salgan adelante, otros simples experimentos que derivarán en más ideas o que quizá se queden en nada. Lo que ocurre en D9, se queda en D9.

En su día uno de esos proyectos secretos fue el coche de Dyson, pero en el campus de Malmesbury no encontramos ni una referencia al vehículo eléctrico en el que está trabajando la compañía.

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Un nuevo espacio para el desarrollo del coche de Dyson

Fue en septiembre de 2017 cuando James Dyson comunicó a sus equipos y abiertamente al mundo que Dyson estaba inmerso en el desarrollo de un vehículo eléctrico impulsado por baterías. Para ello la compañía invertirá más de 2.600 millones de dólares en el proyecto y las fechas estimadas para conocerlo se sitúan en el año 2021.

Para llevar a cabo el coche eléctrico, Dyson ha trasladado su desarrollo a un entorno dedicado, un nuevo campus tecnológico situado en Hullavington, a pocas millas de Malmesbury. Se trata de una antigua base de la Royal Air Force y hablamos de un terreno que supera los 3 millones de metros cuadrados (750 acres) en el que planean construir incluso varios circuitos de pruebas para los vehículos.

Hasta la fecha pocos detalles han trascendido del futuro coche de Dyson, pero lo probable es que sorprenda. La compañía siempre se ha caracterizado por sus diseños e ingeniería de materiales que anteponen la funcionalidad y el rendimiento. Para la creación de un vehículo eléctrico aplicarán todos sus conocimiento en motores digitales, flujos aerodinámicos y baterías, un campo este último en el que han estado invirtiendo fuertemente durante los últimos años.

Con más de 8.000 patentes y diseños registrados, Dyson crece día a día como empresa tecnológica, trabajando para asegurar su presencia en el futuro que nos espera, apostando por el talento joven, arriesgando y experimentando sin tapujos.

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