¿Hasta qué punto podríamos llamar a algo un “robot”? En el MIT están dispuestos a averiguarlo. El desarrollo de nuevos robots diminutos puede permitir grandes avances en el sector de la medicina.

No sabemos cuándo, pero a estas alturas parece evidente que en el futuro los robot circularán por nuestras venas; ya hay muchos estudios sobre el uso de este tipo de sistemas electrónicos, pero pocos como el que ha anunciado el MIT. Como afirman sus creadores, estos podrían ser los robots más pequeños del mundo, sin sacrificar funcionalidades.

Y es que de nada sirve dejar que un robot entre en tu cuerpo si sólo hace turismo. Estos robots son plenamente funcionales, son capaces de detectar detalles de su entorno, almacenar datos y realizar tareas computacionales. Y todo ello, con el tamaño de un óvulo humano.

Los robots más pequeños del mundo

Para conseguirlo, los investigadores han tenido que definir dos partes. Primero, el circuito eléctrico, creado con materiales bidimensionales; este va “montado” en una base de coloides, partículas o moléculas no solubles con un diámetro de entre 1 nanómetro y 10 micrómetros.

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Siendo tan pequeños, no es factible que tengan baterías integradas. Funcionan con la luz solar gracias a un fotodiodo incorporado que suministra la pequeña cantidad de electricidad necesaria. Y todo gracias a que no tienen un sistema locomotriz, que les ayude a moverse a un sitio concreto.

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La clave es que los robots resultantes son tan pequeños que pueden permanecer suspendidos indefinidamente en líquido o aire; es posible soltarlos en el entorno que se quiera investigar y permanecerán flotando, haciendo su trabajo. Para los investigadores, es más importante que los robots sean funcionales, y soltarlos en el lugar preciso; en vez de sacrificar funcionalidad por movimiento.

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¿Y qué trabajo es ese? Principalmente, de diagnóstico, detectando cambios en el entorno; concretamente, sus creadores plantean usarlos en tuberías (por ejemplo, para analizar el agua), y arterias y venas. Y una vez que han terminado su trabajo, unos reflectores ayudan a encontrarlos para obtener los datos recogidos; los investigadores sólo tienen que disparar rayos láser y buscar dónde se reflejan.