Si sois padres puede que la sola mención del título de este artículo os haya lanzado una risa histérica, al recordar algunas de esas noches en las que ni en brazos dejan de llorar.

Es cierto que a veces cuesta un poco; pero, por lo general, sí que es verdad que los bebés tienden a llorar menos cuando se les coge en brazos, especialmente si se hace de pie y en movimiento.

Este fenómenos no es algo casual, pues tiene una explicación tanto a nivel evolutivo como neurológico, por lo que comprenderlo nos servirá para desechar de una vez por todas esa creencia de que a los bebés hay que dejarlos llorar y no permitir que se “vicien” a los brazos.

¿A qué se debe el llanto de los bebés?

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Cuando hablamos del llanto de los bebés, debemos diferenciar entre niños muy pequeños, con edades no muy por encima del año, y los mayores de esa cifra.

Y es que, en el caso de los segundos, sí que han aprendido a manipular a sus padres a través del llanto, de modo que se hace conveniente dejarles llorar para que vean que no conseguirán nada de ese modo.

Sin embargo, el caso de los bebés es muy diferente, ya que si ellos lloran será por una necesidad; ya sea hambre, sueño, miedo o cualquier otra.

Por eso, sí que tendremos que prestarles atención, tratar de comprender y solucionar el origen del llanto y, sobre todo, cogerles en brazos.

Eso es así, no hay mejor forma de calmar el llanto de los bebés que cogiéndolos en brazos y meciéndolos suavemente, ¿pero a qué se debe? La respuesta nos la dio en 2013 un equipo de investigadores japoneses en un estudio publicado en Current Biology y hoy vamos a ver en qué consiste.

 

Los brazos del progenitor, la solución evolutiva al llanto de los bebés

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Si nos remontamos a los primeros seres humanos sobre la faz de la tierra, cuando una madre creía que ella y su hijo se encontraban bajo algún peligro inminente, como la presencia de algún animal peligroso, lo cogía entre sus brazos y huía.

Si en ese momento el bebé lloraba, llamaría la atención sobre el depredador, que rápidamente correría hacia ellos, por lo que evolutivamente fueron desarrollando la respuesta de colaborar con el silencio, creando un reflejo que aún permanece en parte a día de hoy, cuando los bebés se calman en brazos de sus padres.

Si la madre está en movimiento, mejor que mejor

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Esto se hace patente con este estudio del Riken Brain Institute, de Japón, cuyos investigadores analizaron el efecto que causaban los brazos maternos en un grupo de doce bebés con edades comprendidas entre uno y seis meses.

Para ello, se estudiaron sus constantes en tres estados, según si sus madres los dejaban en la cuna, los cogían en brazos mientras permanecían sentadas o los cogían a la vez que caminaban.

Los resultados fueron tajantes, ya que en el primer caso se mostraban intranquilos, con el ritmo cardíaco acelerado, mientras que en el segundo y, sobre todo, en el tercero, todas sus constantes se modificaban, mostrando cómo se tranquilizaba poco a poco, debido a un efecto calmante producido por la estimulación vestibular-propioceptiva o, lo que es lo mismo, a través del tacto (propiocepción) y el movimiento, asociado al sistema vestibular. 

Además, estos investigadores añadieron también que es un efecto propio de los mamíferos, pues también se muestra en otras especies, como los ratones o los gatos.

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Por lo tanto, si tenéis un hijo de cuatro años y llora cuando quiere un caramelo del kiosco de al lado, quizás esté bien dejarle llorar para que comprenda que no es modo de pedir las cosas. Pero si tenéis un bebé de pocos meses no dejéis de prestarle atención, pues está claro que os necesita. Emprended la huida juntos.

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