Durante el final del otoño y el principio del invierno, no son pocos los que sienten como su estado de ánimo da un bajón.

Sensación de pesadez corporal, dificultad para la concentración, lentitud de pensamiento, tristeza… ¿Os suena? Algunos han catalogado todos estos síntomas, ligados (teóricamente) a las estaciones frías como el otoño o el invierno, como “Trastorno Afectivo Estacional” o “TAE”. Se trataría de una especie de “depresión temporal” que ocurre en otoño e invierno.

Supuestamente estaría relacionado con los bajos niveles de luz solar, con síntomas como exceso de sueño e irritabilidad, y pérdida del apetito. Solo en EE.UU. un 6% de las personas se ven afectadas. Sin embargo, muchos expertos están alzando la voz al respecto, y no creen que el Trastorno Afectivo Estacional sea una enfermedad real.

El Trastorno Afectivo Estacional, ¿enfermedad real o creencia cultural?

estaciones

Existe aún hoy en día la creencia cultural de que las estaciones del año tienen una estrecha relación con el estado del ánimo. Sin embargo, muchos estudios han desmentido tal creencia, y afirman que los factores climáticos no tienen nada que ver con dicho estado de ánimo. Afirman, incluso, que aquellos que creen que su depresión empeora durante los meses de invierno se dejarían llevar por su propia percepción. En otras palabras, se trataría de un estado “subconsciente” más que una enfermedad diagnosticable real.

Por ejemplo, en enero de 2016, un estudio publicado en Clinical Psychological Science llegó a la conclusión de que “la idea de una depresión estacional puede estar fuertemente arraigada a la psicología popular, pero no existen datos científicos objetivos que apoyen tal afirmación“.

“Existe una creencia cultural de que las estaciones del año y el estado del ánimo están estrechamente relacionados”

Para dicho estudio, se usaron datos recogidos en 2006 gracias a la encuesta BRFSS de EE.UU, un tipo de cuestionario de salud telefónico anual donde los investigadores de la Universidad de Auburn (Alabama) detectaron que aquellos que realizaban la encuesta en los meses de invierno, o cuando se exponían a menor luz solar, no informaban de tener más síntomas depresivos que aquellos que lo respondían durante el resto del año.

Un bajo estado del ánimo no es una depresión

tristeza

A raíz de esta creencia popular de que las estaciones frías disminuyen el estado del ánimo, se da por sentado que dicho “bajón” es una depresión, o un tipo de depresión, cuando no son lo mismo. De hecho, todos aquellos que creen que sufren de Trastorno Afectivo Estacional a menudo lo relacionan con la falta de luz solar, porque los días son más cortos en las estaciones frías.

Pues bien, en relación a esto, un estudio llevado a cabo en 2008 analizó a los habitantes del norte de Noruega. En esta zona del país escandinavo la población vive sin sol durante los dos meses de invierno, y sin embargo, no expresan síntomas de depresión durante este periodo de oscuridad.

Asimismo, gran parte de las investigaciones sobre el Trastorno Afectivo Estacional han usado el cuestionario de auto-evaluación SPAQ, pero la validez de dicho cuestionario es bastante polémica, ya que el SPAQ requiere que los encuestados recuerden sus variaciones del estado del ánimo durante el último año o más tiempo, y esto suele ser complicado y muy poco fiable. En este caso, la encuesta BRFSS de EE.UU. es más fiable, ya que tan solo pregunta sobre el estado del ánimo de las dos últimas semanas, un periodo más fácil de recordar.

Aún quedan defensores del Trastorno Afectivo Estacional

Aún con todo esto, aún existen expertos e investigadores que opinan que tenemos que seguir estudiando el Trastorno Afectivo Estacional, como la psicóloga Katy Kamkar, del Centro de Salud Mental y Adicciones de Toronto, la cual opina que la encuesta SPAQ tiene como punto positivo el anonimato, y que deberíamos seguir investigando respecto a esta “depresión invernal”.

Finalmente, existen estudios como el publicado en Current Biology en 2015 afirman que el Trastorno Afectivo Estacional es real, e incluso tiene una región cerebral que contribuye a sus efectos a causa de la menor luz solar sufrida en invierno, al menos en ratones.

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