Cuando tenemos que tomar una decisión importante lo mejor suele ser consultarla antes con la almohada.

Más allá de ser un consejo popular, este hecho tiene bastante base científica, y más aún después de un reciente descubrimiento publicado hace una semana en Journal of Neuroscience. Según los científicos responsables del artículo, la ansiedad nos puede llevar a tomar malas decisiones, por lo que nada mejor que dormir y calmarse un poco antes de decidir algo de lo que podamos arrepentirnos después.

Esto, además, se complementa con otro estudio, publicado el año pasado en Nature Neuroscience con resultados similares.

¿Qué sabemos hasta ahora de la ansiedad y la toma de decisiones?

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Como sabéis, la ansiedad es un estado de intranquilidad, que puede ser puntual o resultado de trastornos psicológicos como la depresión. Esto provoca un desequilibrio en nuestro organismo a diferentes niveles, dando lugar a síntomas tanto físicos como psíquicos, entre los que se encuentran la respiración agitada, el insomnio o, como vamos a ver hoy, la toma de decisiones inadecuadas.

La zona de nuestro cerebro que se encarga de la toma de decisiones es la corteza prefrontal, pues es la región conocida por filtrar la información innecesaria y quedarse con la relevante para conseguir metas.

¿Cómo han descubierto la relación entre ansiedad y toma de decisiones?

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Para poder llegar a esta conclusión, estos investigadores realizaron un experimento ayudados de un grupo de ratones, a algunos de los cuales se les inyectó una droga que induce la ansiedad.

A continuación, se les hizo tomar una serie de decisiones cuyo objetivo final era obtener una recompensa.

Al principio,  todos los ratones tomaron decisiones similares, pero después se repitió el proceso añadiendo distracciones, dando como resultado que aquellos que habían sido drogados decidieran de una forma mucho más ineficaz.

Por lo tanto, parece ser que la ansiedad impide que el cerebro centre su atención en la decisión y filtre las distracciones irrelevantes.

Esto cobra sentido al comprobar que la ansiedad adormeció las neuronas de la corteza prefrontal, haciendo que los ratones no fueran capaces de discernir entre lo que realmente era importante para obtener la recompensa y las distracciones externas.

Estos resultados podrían ser beneficiosos en la búsqueda de tratamientos frente a trastornos asociados a la ansiedad, ya que dan información sobre sus bases fisiológicas, aportando una diana sobre la que actuar.

Hasta que eso ocurra, si no podemos calmar la ansiedad, lo mejor será posponer la toma de decisiones y, como se ha dicho toda la vida, consultarlo con la almohada.