El mundo de la antropología está de celebración hoy después del descubrimiento de un nuevo ancestro humano, uno que despierta más dudas de las que resuelve.

Se llama Homo Naledi, y variós fósiles de esta nueva especie han sido descubiertos en Sudáfrica, en lo que parece una fosa común.

El hallazgo inicial se produjo en Septiembre de 2013 por unos exploradores que encontraron de casualidad la entrada de una cueva recóndita, pero es ahora, dos años de trabajo e investigación después, y de 1.550 huesos hallados, que los antropólogos pueden decir con seguridad que se trata de una especie independiente del resto y desconocida hasta ahora.

El nuevo ancestro humano Homo Naledi revela muchas sorpresas

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Hay muchas cosas interesantes sobre el Homo Naledi, tantas que realmente no estamos seguros de dónde encaja en nuestro “árbol familiar”; parece poco probable que sea un ancestro directo del Homo Sapiens, y no se sabe con seguridad la antigüedad de los huesos hallados, pero por otra parte tiene características propias del género Homo y del género Australopithecus. Esto parece indicar que esta especie encaja en la época del origen del género Homo (del que acabaron saliendo los seres humanos actuales), que se produjo hace 2.5 millones de años.

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El Homo Naledi medía unos 1.52 metros de alto y pesaba unos 45 kilogramos. Tenían cerebros pequeños comparados con otros homínidos, lo que los acerca a los Australopithecus. Los huesos de las muñecas demuestran que podían usar herramientas, aunque los huesos de los dedos curvos y los pies curvos indican que probablemente se pasaban mucho tiempo trepando.

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No sólo eso, sino que la cueva aparenta ser un lugar de enterramiento. En total se encontraron los restos de unos 15 individuos, desde jóvenes a adultos viejos; esto ayudó a confirmar que en efecto se trata de una especie independiente, pero al mismo tiempo nos hace preguntarnos qué hacían tantos cuerpos juntos en una localización tan difícil de acceder.

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Por el momento la conclusión lógica a la que han llegado los investigadores es que se trata de una fosa común en la que se iban dejando los cuerpos de los muertos, ya que los sedimentos indican que cada conjunto de huesos llegó a la cueva en diferentes periodos de tiempo. De ser cierto estaríamos ante probablemente el primer ejemplo de una especie del género Homo que enterrase a sus muertos, una costumbre que se ha seguido hasta la actualidad.

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En cuanto los científicos puedan datar con precisión los restos, tendremos una nueva e importante pieza del puzle del proceso evolutivo que acabó con los humanos como la especie dominante.