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Los efectos del suicidio de un paciente para un profesional de la salud mental

26 enero, 2015 20:17

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Este es un tema delicado, y además del que poco se habla, un tema en el que es difícil ser objetivo. El trabajo de un psicólogo o psiquiatra es ayudar a aliviar el sufrimiento de las personas con problemas mentales y dotarles de estrategias para afrontar los problemas, pero lo cierto es que a veces la ayuda les llega demasiado tarde, o no se les puede ayudar o algo ocurre con lo que no contábamos en el transcurso del tratamiento. Incluso al psicólogo más famoso del mundo le puede fallecer algún paciente. Sin embargo, ello no ayuda a sobrellevarlo.

La realidad

La probabilidad de que un profesional de la salud mental pierda a un paciente (a lo largo de toda su carrera profesional) es bastante alta, los datos oscilan entre el 50% de probabilidad para psiquiatras (1 de cada 2 perderá a un paciente) y de un 20% para los psicoterapeutas según la asociación americana del suicidio, (otras fuentes citan datos incluso mayores).

Este dato puedo aseguraros que es aterrador, sobre todo teniendo en cuenta que puede pasar en cualquier momento. Hace poco estuve en una conferencia sobre el tema y todos los psicólogos que asistimos nos quedamos bastante afectados: El conferenciante (un reconocido psicólogo) empezó la historia narrando su caso. El perdió a un paciente nada más empezar a trabajar, casi recién licenciado, y ello fue en parte lo que le impulsó a formarse en ese área específica. Para los que escuchábamos la historia era como oír nuestra peor pesadilla. Él, afirmaba, jamás había logrado olvidarlo. Tras muchos años y a pesar de no haber hecho nada mal, ello seguía presente en su mente, aunque de forma manejada. Y esa era la realidad de la que nos quería hablar, de cómo manejarlo.

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A veces los pacientes se quejan de los procedimientos rutinarios, de que le pases un test que ya le han pasado, y nosotros entendemos lo tedioso que puede ser, pero no es algo que podamos omitir. Cuando se trata de la vida de otra persona uno no puede arriesgarse. Debe seguir el procedimiento legal y marcado por el código deontológico. La persona puede mentir u ocultarte información pero tú habrás hecho una buena praxis y todo lo que estaba en tus manos.

Los problemas que surgen

El suicidio es un tema que afecta a cualquier persona, pero más aún a aquel que tiene como oficio evitarlos, sobre el que cae una alta responsabilidad. Cuando alguien se suicida surgen sentimientos comunes: Ira, rabia, culpa, tristeza, etc... Y todos ellas aparecen por supuesto también cuando le ocurre a un psicólogo o psiquiatra con su paciente. Pero dada la especificidad de su trabajo y la relación que entabla con la persona, al profesional de la salud mental le pueden aparecer aún más consecuencias (que se añaden a las comunes que aparecen ante un suicidio) específicas de su situación:

  1. Dudar de su capacidad profesional. Piensas que puedes haber hecho algo mal, que tal vez pasaste algo por alto, que debiste hacer más, y aunque no sea cierto es lo primero que uno piensa siempre.
  2. Que los demás (profesionales y no profesionales) duden de su capacidad profesional. El resto de compañeros (tal vez no los que hayan pasado por algo similar) pueden dudar de tu capacidad, dejar de derivarte pacientes, confiar menos…
  3. Se acentúa la culpa. El ser el encargado de prevenir que ocurra hace que te sientas mucho más culpable.
  4. Vergüenza. Vergüenza por contarlo, por el que pensarán los demás.
  5. Fracaso. Los psicólogos quieras que no medimos nuestro éxito, nuestra capacidad, en función de la mejora que producimos en nuestros pacientes. Técnicamente un suicidio se toma como un fracaso y existe el riesgo de que ese sentimiento se extienda a toda la práctica profesional.
  6. Cambio del campo de trabajo o selección de pacientes sin riesgo. Es algo tan duro, vivir el suicidio de un paciente que muchos de los que lo viven deciden cambiar de profesión o dejar de tratar pacientes con riesgo (depresivos graves, trastornos límite de personalidad, etc…). Algunos cambian de campo dentro de la misma profesión.
  7. Denuncias por mala praxis. Esto es muy frecuente. Los familiares suelen tener la necesidad de buscar culpables y encontrar motivos para justificar por qué la persona que tanto amaban decidió acabar con su vida. Frecuentemente denuncian a los profesionales que le trataban. No es que ello esté mal, pues es cierto que si puede alguna vez haber una mala praxis. Pero también es cierto que la mayoría de veces no es así y el procedimiento legal agrava aún más todos los problemas por los que pasa el psicólogo.
  8. Miedo, miedo a que ocurra otra vez, miedo a haberlo hecho mal, miedo a ser denunciados…
  9. Aislamiento. Nadie espera (ni acepta muy bien) que un psicólogo esté mal, todo el mundo espera que sepa manejar sucesos así y ello hace que el psicólogo se aísle, anticipando la falta de comprensión. Además los psicólogos saben el reflejo que hay en su profesión entre la vida personal y la profesional, que en otros oficios está separado, y puede que por ello tienda a aislarse para evitar dañar más su imagen añadiendo al problema una depresión o ira, al fin y al cabo no pocas veces he oído yo la frase de “eres psicólogo, no puedes estar mal”, que tal vez no te la digan en esta ocasión (por tacto) pero ya la tenemos bien conocida.
  10. No se les permite el duelo como a otros. Muchas veces las empresas (incluso la sanidad pública) pueden intentar “tapar” lo ocurrido, hacerlo desaparecer rápido por la mala publicidad que trae o por miedo a las represalias. Esto es difícil para alguien que quiere recordar a esa persona, duele cuando el entorno le quita importancia a un suceso como este, además implica de nuevo no poder expresar correctamente lo ocurrido. Se les dice que se mantenga en secreto lo ocurrido o que no se hable con nadie, esto tiene motivos tanto legales como de interés pero es una posición muy difícil para el psicólogo.

¿Qué se puede hacer en estos casos?

Está claro que hay casos en los que el profesional no actuó bien, no tomó las medidas necesarias o pasó algo por alto, pero estos casos son afortunadamente muy pocos. Sin embargo es posible que aun habiendo hecho todo bien el paciente decida acabar con su vida, y esta es una realidad muy dura de aceptar para alguien cuyo trabajo es impedirlo.

Está claro que parte del problema puede ser la falta de formación en un área tan delicada (prevención de la conducta suicida), pero es que además no se nos forma de ninguna manera para saber llevar tales situaciones. Yo hablo desde la ignorancia pues afortunadamente no he tenido que pasar por tal situación, pero puedo corroborar las quejas de muchos profesionales en decir que no existe una formación en el manejo de estas situaciones tan difíciles, nadie te enseña a vivir con ese riesgo, nadie te enseña cómo superar la muerte de un paciente. Aun así puedo decir que el miedo lo tenemos todos.

Afortunadamente empiezan a salir estudios e información sobre el tema. Mi recomendación es leer mucho sobre el suicidio, estar bien formados en cómo prevenirlo. Ello nos permitirá estar seguros de hacer un buen trabajo. Y si desafortunadamente nos ocurriera perder a alguien, recomendaría hablarlo, con grupos de apoyo especializados, con personas que hayan pasado por lo mismo, con amigos, con familiares… O incluso, por qué no, con un psicólogo. Hablar con un psicólogo ajeno a nuestro rango laboral evitará que el suceso afecte a nuestra vida laboral o que nos sintamos juzgados.

Existen además organizaciones encargadas de ayudar a los profesionales que pasen por esta situación, por ejemplo existe la Clinician Survivor Task Force de la American Association of Suicidology que se encarga de ofrecer apoyo a los clínicos que han perdido pacientes a causa del suicidio.

Fuente: The Atlantic, APA, NYTimes.

Imagen: Wikimedia Commons.