Procesador con banderas de EE.UU y China

Procesador con banderas de EE.UU y China iStock El Androide libre

Hardware

China intensifica su batalla por la autosuficiencia tecnológica con nuevas cuotas para los fabricantes de procesadores

China quiere que su industria no dependa de tecnología occidental y está obligando a sus empresas a optar por soluciones nacionales.

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Mientras España y el resto de potencias europeas analizan con preocupación las crecientes tensiones en la cadena de suministro global, China ha decidido dar un golpe sobre la mesa para blindar su industria de semiconductores frente a las sanciones occidentales.

Según un informe exclusivo publicado recientemente, Pekín ha establecido una nueva directiva interna que obliga a los fabricantes de chips nacionales a utilizar al menos un 50% de equipos de producción de origen local si desean ampliar sus instalaciones o construir nuevas plantas.

Esta medida, descrita por fuentes del sector como una política silenciosa pero de cumplimiento obligatorio, marca uno de los movimientos más agresivos del gigante asiático para desacoplarse de la tecnología estadounidense y de sus aliados.

La nueva normativa, que ha sido comunicada de manera informal a las empresas del sector en los últimos meses, forma parte de la estrategia conocida como "Whole Nation" (Toda la Nación), impulsada por el presidente Xi Jinping.

El objetivo final es claro: eliminar cualquier dependencia de proveedores extranjeros como Estados Unidos, Japón y los Países Bajos, cuyas restricciones a la exportación han intentado frenar el avance tecnológico chino en los últimos años.

Una política no escrita pero de facto

Aunque no existe un documento público que detalle esta regulación, las fuentes consultadas aseguran que las autoridades chinas están aplicando este criterio de forma estricta durante los procesos de aprobación de nuevos proyectos.

Las fundiciones de chips que solicitan permisos estatales deben demostrar, a través de sus licitaciones de compra, que la mitad de su maquinaria provendrá de proveedores locales. De no cumplir con este umbral, sus solicitudes son sistemáticamente rechazadas.

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Esta imposición está alterando drásticamente el panorama competitivo dentro de China, el mayor mercado de semiconductores del mundo.

Hasta hace poco, los fabricantes chinos preferían equipos de marcas consolidadas como Applied Materials o Lam Research debido a su fiabilidad y rendimiento.

Sin embargo, la presión gubernamental está forzando una transición acelerada hacia alternativas domésticas, incluso en áreas donde la tecnología extranjera sigue estando disponible legalmente.

Consecuencias directas para la industria

La medida tiene implicaciones profundas tanto para los actores locales como para los internacionales.

Por un lado, está actuando como un catalizador masivo para empresas chinas de equipamiento como Naura Technology Group y Advanced Micro-Fabrication Equipment Inc. (AMEC), que han visto cómo sus pedidos y oportunidades de I+D se multiplicaban.

Por otro lado, supone un duro revés para los proveedores occidentales, que ven cómo se les cierra el acceso a una parte sustancial de la demanda futura en China. Entre los puntos clave de esta nueva estrategia destacan:

  • Objetivo final del 100%: Aunque el umbral actual es del 50%, las autoridades han transmitido a las empresas que la meta a largo plazo es alcanzar una autosuficiencia total en las líneas de producción.
  • Flexibilidad táctica: El gobierno chino permite ciertas excepciones en el caso de tecnologías de vanguardia para las que todavía no existen alternativas nacionales viables, evitando así estrangular la producción de chips avanzados.
  • Aceleración de la innovación: Al garantizar una cuota de mercado a los proveedores locales, estos reciben los ingresos y el feedback técnico necesarios para mejorar sus máquinas de litografía y grabado a un ritmo mucho más rápido que en condiciones de libre mercado.
  • Respuesta a las sanciones: Esta política es una respuesta directa al endurecimiento de los controles de exportación de EE.UU. en 2023, que bloquearon el acceso a herramientas críticas para la inteligencia artificial.

La maniobra de Pekín demuestra que las sanciones externas, lejos de detener sus ambiciones, han servido para alinear los intereses del gobierno y de la industria privada bajo una misión de supervivencia y desarrollo autónomo.

Mientras los fabricantes occidentales pierden cuota de mercado, China está construyendo un ecosistema paralelo que, aunque inicialmente pueda ser menos eficiente, promete ser inmune a futuras presiones geopolíticas.

Para algunos observadores internacionales, esto señala el comienzo de una nueva fase en la guerra tecnológica, donde el desacoplamiento ya no es una amenaza, sino una realidad operativa en las fábricas del gigante asiático.