La presentadora de la televisión pública siria Dima Abodan interviene en mitad del informativo, con la céntrica plaza damascena de los Omeyas de fondo, cuando, de repente, un misil impacta a su espalda.
La periodista, aterrorizada, abandona el plató mientras se eleva sobre la capital de Siria la primera columna de humo. La señal del directo se corta. Las Fuerzas de Defensa de Israel acaban de bombardear Damasco.
Los misiles caen sobre el Ministerio de Defensa, sede del Estado Mayor del Ejército sirio, y dañan las inmediaciones del palacio presidencial, residencia del nuevo jefe del Estado, el islamista Ahmed Al Sharaa.
El ataque es inédito. Israel nunca había llegado a golpear la capital siria durante los trece años de guerra civil. Ni siquiera cuando el régimen de Bashar Al Asad utilizó armas químicas para masacrar a cientos de miles de civiles. Nada.
El Gobierno israelí asegura que, con los ataques contra el corazón del poder del nuevo régimen sirio, busca proteger a la minoría drusa del país.
"Los golpes dolorosos han comenzado", escribió en la red social X el ministro israelí de Defensa, Israel Katz, que compartió en la misma publicación el fragmento del informativo de la televisión siria en el que Abodan, aterrorizada, abandona la escena.
"Estamos trabajando para salvar a nuestros hermanos drusos", alegó Benjamin Netanyahu.
El primer ministro israelí, que seguirá gobernando a pesar de haber perdido la mayoría parlamentaria, pretende hacer del suroeste de Siria "una zona desmilitarizada" porque no quiere que surja "un segundo Líbano" en la frontera.
"También estamos comprometidos con la seguridad de la población drusa, y estamos tomando medidas significativas. Espero que no sean necesarios más pasos, pero eso depende de las decisiones que se tomen en Damasco", advirtió.
Desde la caída del régimen de Asad, Israel ha lanzado casi 1.000 ataques aéreos y de artillería y ha puesto en marcha más de 400 incursiones fronterizas, en las que ha conseguido ocupar nada menos que 180 kilómetros cuadrados (más) de territorio sirio. Sólo han transcurrido siete meses.
El nuevo régimen del islamista Al Sharaa, que no ha respondido a ninguno de los ataques israelíes, se ha limitado a elevar dos quejas formales —tres, contabilizando la de este miércoles— al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Es más, las fuerzas de Al Sharaa, que cuentan con el pleno respaldo de la Turquía de Recep Tayyip Erdoğan, han incautado medio centenar de cargamentos de armas pertenecientes a Hezbolá.
"Los ataques se producen en el contexto de una operación militar y de seguridad siria en Suwayda, una región de mayoría drusa", explica en conversación con este periódico Armenak Tokmajyan, analista del Carnegie Endowment for International Peace.
"Los motivos de Israel son múltiples: Netanyahu probablemente busca réditos políticos internos a través de un conflicto externo, la presión de la propia comunidad drusa israelí va en aumento, y los ataques sirven para debilitar a los líderes sirios que actualmente están involucrados en negociaciones discretas con Israel".
Los enfrentamientos en Suwayda comenzaron cuando, el pasado viernes, un grupo de beduinos armados agredieron y robaron a un joven druso. Ese es, en teoría, el origen del estallido violento que enfrentó a las milicias drusas y beduinas.
No tardaron en aparecer, en respaldo de estos últimos, las fuerzas del Gobierno sirio, también suníes, que dispararon las tensiones.
Un grupo de ciudadanos de la comunidad drusa de Israel habían cruzado la divisoria de Majdal Shams —rompiendo incluso la valla fronteriza que separa la ciudad bajo administración israelí de Siria— para defender a los suyos de los ataques de las milicias beduinas en el otro lado de la frontera.
Hasta la fecha, los enfrentamientos en Suwayda han causado la muerte de al menos 250 personas, según el recuento del Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
Es probable que el balance de víctimas aumente de manera considerable en las próximas horas.
Drusos se encuentran a ambos lados de la frontera entre Israel y Siria, en medio del conflicto en curso en las zonas drusas de Siria, en Majdal Shams, cerca de la línea de alto el fuego entre los Altos del Golán ocupados por Israel y Siria, 16 de julio de 2025.
Tokmajyan no considera que la comunidad drusa —ampliamente valorada dentro de la sociedad israelí, entre otros motivos, por su servicio militar— sea, en este caso, una mera excusa por parte de Netanyahu para atacar Damasco.
"Israel ciertamente está utilizando la cuestión drusa para justificar sus acciones en Siria, especialmente en el sur, donde desea establecer una zona desmilitarizada", reconoce.
"Pero es más que un simple pretexto. La inacción israelí podría envalentonar a Al Sharaa para afianzar su control sobre el sur. También podría provocar una reacción de la comunidad drusa dentro de Israel, muchos de cuyos miembros sirven en el Ejército y esperan protección para sus familiares al otro lado de la frontera".
El analista Charles Lister, uno de los mejores conocedores occidentales de la realidad siria, ofrece otra mirada: "Las milicias drusas que se oponen a un acuerdo de normalización con Al Sharaa tienen lazos profundos con elementos del régimen de Asad, vínculos con el captagon, con el tráfico de drogas y con Israel".
Estados Unidos demanda, en palabras del enviado especial Tom Barrack, "una solución pacífica e inclusiva para los drusos, las tribus beduinas, el Gobierno sirio y las fuerzas israelíes".
"Todas las partes deben dar un paso atrás y comprometerse con un diálogo significativo que conduzca a un alto el fuego duradero. Los responsables deben rendir cuentas", añadió el diplomático norteamericano, que considera factible normalizar las relaciones entre Israel y Siria, en línea con las aspiraciones de Donald Trump de incorporar a Damasco a los Acuerdos de Abraham.
El secretario de Estado, Marco Rubio, aseguró este miércoles desde el Despacho Oval que los ataques responden a un "malentendido entre el lado israelí y el lado sirio" y que su equipo había fijado con las partes el calendario para la desescalada.
"Hemos acordado pasos específicos que pondrán fin a esta situación preocupante y aterradora esta misma noche", anunció en su cuenta de X. "Esto requerirá que todas las partes cumplan con los compromisos que han asumido, y eso es lo que esperamos plenamente que hagan".
En declaraciones a Fox News, la portavoz del Departamento de Estado, Tammy Bruce, había explicado que la fórmula de Washington para detener las hostilidades requería que el Gobierno sirio "retire sus fuerzas militares" de Suwayda. Mientras aparecía en directo en la cadena predilecta del trumpismo, Israel volvía a lanzar una nueva batería de ataques sobre los suburbios de Damasco.
Horas antes del mensaje de Rubio, el Gobierno interino de Siria y un líder de la comunidad drusa, el jeque Yousef Jarbou, habían anunciado el cese de las hostilidades en Suweyda. Una tregua que, sin embargo, nació con pocos visos no ya de perdurar, sino incluso de entrar en vigor.
Otro líder druso con amplio predicamento entre la comunidad que reúne en Siria a 700.000 personas —y otras 150.000 en territorio israelí—, el jeque Hikmat al-Hajari, opositor declarado de Al Sharaa, replicó que los combates en Suwayda debían continuar hasta que la localidad quedara "completamente liberada" de milicianos beduinos y fuerzas afines al Gobierno, sus enemigos suníes.
Al Sharaa, cuestionado
Los ataques sobre la capital siria colocan a Al Sharaa en una posición comprometida. El antiguo líder yihadista, conocido como Abu Mohammad Al Julani durante su paso por Al Qaeda primero y por el Estado Islámico después, sigue intentando mantener la estabilidad en la Siria post-Asad. No sin dificultades.
Después de conquistar Damasco en una ofensiva relámpago que partió desde la provincia de Idlib, el rebautizado Al Sharaa se comprometió a proteger el mosaico de minorías étnicas que componen el país. Sin cosechar demasiado éxito en la tarea.
"Su enfoque se basa más en la fuerza que en la inclusión: primero, asegurar legitimidad externa; segundo, cortar el apoyo extranjero a sus rivales; y finalmente, utilizar el poder militar para recuperar zonas en disputa. Este manual se está aplicando en Suwayda y puede que pronto se repita en el noreste contra los kurdos", explica Tokmajyan en conversación con EL ESPAÑOL.
"Podría generar ganancias a corto plazo, pero está lejos de ser una fórmula para una estabilidad duradera. Para eso, su liderazgo necesita un camino mucho más inclusivo".
El Gobierno interino de Al Sharaa, que mantuvo este miércoles una reunión de emergencia, denunció que los ataques israelíes "forman parte de su política sistemática para generar tensión y caos" en el país.
Aunque al mismo tiempo garantizó que "los responsables del caos en Suwayda serían llevados ante la justicia".
Con todo, entre los planes de Israel no figura, de momento, descabezar el nuevo régimen. Menos aún cuando el propio Trump intenta incorporarlo a los Acuerdos de Abraham en compañía de la que sería la joya de la corona, Arabia Saudí.
Sirve como ejemplo el encuentro del pasado mes de mayo en Riad entre el presidente de Estados Unidos y Al Sharaa, auspiciado por el príncipe heredero saudí Mohamed bin Salman.
Un encuentro que tuvo lugar sólo cinco meses después de que el Departamento de Estado eliminara la orden de búsqueda y captura —con 10 millones de dólares de recompensa— que pesaba sobre la cabeza del mandatario sirio.
Tokmajyan, en este sentido, considera "poco probable" que el objetivo israelí sea deshacerse de él. "A pesar de su pasado controvertido, Al Sharaa ha logrado obtener un respaldo amplio de actores clave tanto regionales como internacionales, en particular, de Estados Unidos", subraya el analista. "Teniendo en cuenta el factor estadounidense, no creo que Israel llegue tan lejos".
