La volatilidad de Donald Trump y su obsesión por el Nobel de la Paz están redibujando Oriente Medio. Hace apenas unas semanas, el presidente reelecto alardeaba de su amistad con Benjamín Netanyahu mientras ambos presentaban un resort de lujo en una Palestina sin palestinos. Esta semana, en su gira por los petroestados del Golfo, Trump ha sido agasajado con juguetes millonarios, ha levantado las sanciones a Siria, blanco reciente de los ataques israelíes, y ha evitado encontrarse con Bibi.
El agriamiento de esa relación ha abierto la puerta a una primera reunión entre Trump y el nuevo líder sirio, el exyihadista de Al-Qaeda Ahmed al-Sharaa, antes conocido como Al-Jolani, además de contactos directos con Hamás y conversaciones con Teherán para frenar su programa nuclear. Mientras tanto, Netanyahu sigue bombardeando Gaza: más de 250 muertos, la mayoría mujeres y niños. Trump considera ahora esos ataques “inaceptables”.
Asfixiada por más de trece años de guerra civil, Siria salió a las calles el martes y 13, tras el anuncio del levantamiento de sanciones por parte de Washington, pronunciado tras la reunión en Riad entre Trump y Al-Sharaa, en lo que supone un punto de inflexión para el país y para el equilibrio regional en Oriente Próximo.
El gesto de Washington responde a un acuerdo tácito con el príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman (MBS), cuyas implicaciones van mucho más allá de lo simbólico. Así lo explican a EL ESPAÑOL dos de los mayores expertos en la cuestión siria: Joseph Daher, economista político suizo-sirio y autor de Syria After the Uprisings, y Malik al-Abdeh, consultor sirio-británico y editor de Syria in Transition.
Trump parece vivir también un intenso “bromance” con los líderes árabes, a quienes encuentra “atractivos”. “Me gusta mucho”, dijo sobre MBS. Al-Sharaa le parece “atractivo” y “duro”. En diciembre elogió al emir de Qatar y su familia como “tipos altos y guapos”.
¿Por qué Trump levanta las sanciones?
“Lo que ha sucedido es que MBS le pidió un favor a Trump, y este accedió”, resume Malik al-Abdeh. Trump quiere trabajar con y apoyar a MBS dado el músculo económico saudí, que ha aportado enormes contratos a las compañías estadounidenses, y su posible adhesión a los Acuerdos de Abraham (normalización de relaciones entre Israel y los países árabes para conseguir la paz en Oriente Medio), lo que supondría el billete de Trump para el Premio Nobel de la Paz”, agrega Abdeh. Trump exhibe una cierta obsesión con este reconocimiento que sí obtuvo Barack Obama.
En ese acuerdo, una de las contrapartidas saudíes es una Siria estable y fuera de la órbita iraní. “Eso solo puede garantizarse si se levantan las sanciones y se permite que el país se recupere económicamente. De lo contrario, será un Estado fallido e Irán encontrará la forma de volver a imponer su influencia en Siria”. Por tanto, concluye, “es un intercambio entre Trump y MBS del que Sharaa ha salido beneficiado”.
Por su parte, Joseph Daher coincide en que la decisión representa una victoria para las nuevas autoridades sirias: “Desde su llegada al poder en diciembre, han buscado legitimar su autoridad a nivel regional e internacional. La retirada de sanciones por parte de Estados Unidos y el encuentro entre Trump y Sharaa son un gran paso en ese sentido y consolidan su poder internamente también”. Las sanciones de EEUU contra el régimen de los Asad fueron impuestas en 1979 y se incrementaron en 2011 con el inicio de la guerra civil.
Nuevo equilibrio regional
El reconocimiento del nuevo Gobierno sirio forma parte de una transacción geopolítica mayor: la que aspira a consolidar un nuevo orden regional dominado por dos potencias suníes, Arabia Saudí y Turquía, tras la retirada de Irán y Rusia tras la caída de Asad y la destrucción de Hamás y Hezbolá. Siria, según al-Abdeh, es “el eje vertebrador de ese nuevo orden regional”.
Invertir en la estabilización de Siria es, por tanto, esencial para generar conectividad comercial y energética entre Turquía y la península arábiga, “el tipo de conexión regional que ha faltado en las últimas dos décadas”, agrega Abdeh. Además, “EEUU está volviendo a su antigua política de confiar en aliados tradicionales proestadounidenses para defender sus intereses en Oriente Medio”. A diferencia de Obama, “Trump no está interesado en acuerdos con Irán, quiere trabajar con países que son aliados sólidos de EEUU”.
Joseph Daher, por su parte, destaca que este cambio “facilitará el compromiso con Estados e instituciones, aunque siguen existiendo preguntas abiertas: ¿Qué pasará con las sanciones sobre HTS?”, se pregunta el economista en referencia a Hayat Tahrir al-Sham, el grupo armado que lideró Sharaa y que está considerado terrorista por EEUU, UE y la ONU, por su vinculación hace una década con Al-Qaeda y el ISIS. “¿Cómo reaccionarán los actores privados y las instituciones financieras? ¿Se reducirá la sobrerregulación financiera? ¿Siria dejará de ser una bandera roja?”, son cuestiones que todavía no tienen respuesta, subraya el economista.
Las consecuencias económicas y de seguridad
Según Al-Abdeh, para Siria las consecuencias del levantamiento de sanciones son “dobles: garantías de seguridad y beneficios económicos”. La seguridad la proporcionará Turquía, “que tiene el músculo militar para garantizar que ninguna potencia externa pueda desestabilizar Siria”. Ankara quiere “establecer bases militares en Siria y entrenar y equipar al nuevo ejército sirio”.
Los beneficios económicos vendrán principalmente de Arabia Saudí, pero también de Qatar y Emiratos Árabes Unidos. “No le darán caridad a Siria, sino que harán inversiones en infraestructuras, energía y turismo que reactivarán la economía. Eso asegurará que no haya una ‘revuelta de los pobres’ contra Sharaa”, asegura Abdeh.
Daher advierte que, pese al levantamiento de sanciones, “los problemas estructurales económicos siguen muy presentes”. Enumera entre ellos la inestabilidad de la libra siria, la destrucción de infraestructuras, los altos costes de producción, la escasez de recursos energéticos, la falta de mano de obra cualificada y un sector privado debilitado por la guerra.
Este economista puntualiza además que el levantamiento de algunas sanciones requiere la intervención del Congreso de EEUU y de la ONU. Es el caso de la Caesar Act, impuesta contra Asad por sus crímenes de guerra en 2019, que podría eliminarse “a través de la emisión de una exención por parte del presidente de EEUU o incluso con su terminación de facto”. Y, en cuanto a las sanciones de la ONU, la decisión está en manos del Consejo de Seguridad, que “probablemente acordará seguir la decisión de Washington, ya que la legitimización internacional de Siria avanza rápidamente”.
En cuanto al petróleo, Daher señala que “la producción ha caído de 385.000 barriles diarios en 2010 a unos 110.000 a principios de 2025”, y aunque Rusia está comenzando a suplir el vacío dejado por Irán, la capacidad es todavía limitada. Mientras tanto, “los sirios dependen cada vez más de las remesas, que ya superan la inversión extranjera directa (IED) y la ayuda humanitaria”. La suma de la IED y la ayuda humanitaria ha sido de una media de 2.000 millones de dólares en los últimos años.
Según datos del Banco Mundial de 2021, las remesas de los sirios que residen en el extranjero tras huir del conflicto, unos 5,5 millones según datos de la ONU, suponían entonces un 6% del PIB de Siria.
Por el momento, la reunión entre Trump y Sharaa produjo una notable apreciación de la libra siria (SYP), que pasó de 10.700 a menos de 8.400 SYP por dólar en menos de 48 horas. Esta revalorización generó incertidumbre entre los receptores de remesas, ya que su conversión se devalúa, en un país en el que el salario medio se encuentra entre 25 y 30 dólares mensuales.
En el artículo Syria’s Economic Transition: From Kleptocracy to Islamic Neoliberalism in a War-Torn Economy, escrito conjuntamente con el economista sirio Zaki Mehchy, Daher explora cómo tras la caída de la “cleptocracia” de Asad, Sharaa ha impuesto un “neoliberalismo islámico” que dañará la economía de los sirios.
Netanyahu, forzado a ceder
Al-Abdeh afirma que el nuevo escenario obliga a Israel a replegarse. “Netanyahu tendrá que aceptar la legitimidad de Sharaa y dar marcha atrás. Jugó mal sus cartas en Siria, y eso no ha sido bien recibido en la región ni entre actores internacionales”. Reino Unido y Francia condenaron los recientes ataques aéreos israelíes en Siria. “Trump también parece haberse desmarcado de la línea israelí sobre Siria, según la cual Sharaa era un terrorista”, agrega.
Aun así, el consultor señala que “Israel aún tiene cartas por jugar: ocupa la zona desmilitarizada de 1974 que puede negociar con Damasco a cambio de garantías de seguridad. También puede asegurarse de que los drusos no sean dañados. Así que hay una retirada política para Netanyahu”.
Daher explica que Israel ha servido siempre a los intereses de EEUU en la región, aumentando su ocupación y operaciones militares a menudo en coordinación con Washington. En los últimos meses explotó “la situación para debilitar a Siria y presionarla para que acepte un acuerdo, incluso más que el entendimiento tácito que tenía con Bashar al Asad”.
Pero algo cambió en el último mes para levantar las sanciones a Siria, “lo más probable a cambio de concesiones de Damasco sobre varias peticiones de Washington”, opina Daher, y en este nuevo escenario parece que Trump está poniendo límites a Netanyahu “si va en contra de sus intereses”.
Otros observadores creen que a Trump no le gusta Netanyahu porque se llevaba mejor con Joe Biden, quien se había proclamado abiertamente sionista, “algo que Trump detesta”.
