Bruselas

¿Aliado contra Donald Trump o rival sistémico? Los ministros de Asuntos Exteriores de los Veintisiete han dedicado su videoreunión de este viernes casi de forma monográfica a examinar el estado de salud de la relación entre la Unión Europea y China. Un vínculo que se ha deteriorado aún más en los últimos meses por la gestión de la crisis del coronavirus y el creciente autoritarismo de Pekín hacia Hong Kong, con la aprobación esta semana de la nueva ley de seguridad.

El Alto Representante para la Política Exterior, Josep Borrell, defiende una estrategia conjunta más sólida de la UE frente al gigante asiático, pero descarta cualquier tipo de sanciones. Ni siquiera se plantea suspender la cumbre de septiembre en la ciudad alemana de Leipzig, a la que en principio está prevista la asistencia de los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 para reunirse con el presidente Xi Jinping.

Esta cumbre es una prioridad para la canciller alemana, Angela Merkel, que el 1 de julio asume la presidencia de turno de la Unión Europea y que ve prioritario cerrar un acuerdo de inversión con el gigante asiático.

"La cumbre de Leipzig sigue estando en la agenda y, si las circunstancias de la pandemia lo permiten, tendrá lugar. Sólo un país ha hecho referencia a la cuestión de las sanciones. Yo creo que las sanciones no son la forma de resolver nuestros problemas con China", ha dicho Borrell en rueda de prensa al término del encuentro.

De hecho, el único resultado concreto de la reunión ha sido una brevísima declaración en la que la UE se limita a expresar su "grave inquietud" por la aprobación por parte de la Asamblea Nacional Popular China de la controvertida ley de seguridad para reforzar el control sobre Hong Kong.

La actuación de Pekín "amenaza con socavar seriamente el principio de Un País, Dos Sistemas y el alto grado de autonomía de la región administrativa de Hong Kong". "Esta decisión cuestiona aún más la voluntad de China de respetar sus compromisos internacionales: plantearemos la cuestión en nuestro diálogo con China", concluye el breve texto. Diálogo es la palabra clave.

Una ristra de agravios

Tras el shock de la elección de Donald Trump, la Unión Europea pensó que China podría convertirse en su aliado preferente para tratar de apuntalar un orden mundial multilateral, abierto y basado en reglas. El presidente chino, Xi Jinping, parecía secundar las prioridades de Bruselas que el presidente de EEUU desprecia, como el libre comercio, el acuerdo de París contra el cambio climático o el pacto nuclear con Irán.

Aquella ilusión duró apenas meses. Bruselas constató rápidamente que Pekín no cumplía las promesas de abrir su mercado a las empresas comunitarias, apelaba al multilateralismo sólo cuando le interesaba y presumía de un autoritarismo incompatible con los valores europeos.

No sólo eso, el régimen chino ha trabajado activamente para dividir a los Estados miembros. Por ejemplo, con tentaciones de inversiones multimillonarias incondicionales a través de la Nueva Ruta de la Seda, a la que se han sumado Italia, Portugal o Grecia para disgusto del resto de socios.

La pandemia no ha hecho sino acelerar estas tendencias. China ha presionado para modificar un informe de la UE que le acusaba de patrocinar campañas de desinformación en un intento de desviar la responsabilidad por la expansión del coronavirus; también ha censurado un artículo de los embajadores europeos en Pekín por el mismo motivo. 

En Bruselas también ha causado indignación el exhibicionismo de Pekín en los envíos de mascarillas y equipos médicos a Italia o España en el punto álgido de la crisis, que consideran una maniobra de propaganda para evidenciar la falta de solidaridad entre socios europeos. Los dirigentes comunitarios siempre recuerdan que la UE mandó a China 60 millones de ayuda cuando el virus empezó a propagarse en Wuhan, sin hacer tanto ruido.

Aliado y rival a la vez

Finalmente, aunque los europeos han evitado entrar en el juego de culpas entre Pekín y Washington, sí han pedido a la Organización Mundial de la Salud que investigue el origen del Covid. "La rivalidad entre Estados Unidos y China se está convirtiendo en un factor estructurador del mundo post-coronavirus", ha destacado Borrell en su rueda de prensa.

"Es imposible meter nuestra relación con China en un solo casillero. Es demasiado compleja. No encaja en una única categoría. ¿Es un rival o un aliado? ¿Un socio o un competidor? Es ambas cosas. Resulta difícil imaginar que podamos resolver el desafío climático sin una alianza fuerte entre Europa y China, que representa un poco menos del 30% de las emisiones mundiales", explica el jefe de la diplomacia de la UE.

"Por otro lado, también está claro que es un rival sistémico, y esta dimensión de nuestra relación está ahí e incluso aumenta", ha señalado. En todo caso, la Unión Europea no puede obviar que China se ha convertido en una "gran potencia mundial" con la que tendrá que seguir tratando en los próximos años, pase lo que pase.

"Necesitamos un diálogo abierto y honesto con China y estamos dispuestos a tenerlo. Debe cubrir todos los elementos de nuestra relación, desde el comercio y la inversión -donde debemos seguir trabajando para lograr la igualdad de condiciones- hasta desafíos globales como el cambio climático, los conflictos y la búsqueda de estabilidad en todas las esquinas del mundo, sin olvidar las cuestiones de derechos humanos", sostiene Borrell.

"China es sin duda uno de los actores globales clave y la UE debe continuar su colaboración con China, basado en intereses y objetivos. Si tiene éxito, esta colaboración ayudará a moldear un mundo más estable y próspero, pero también un mundo más respetuoso con los derechos y libertades fundamentales", ha concluido.

Noticias relacionadas