Bruselas

Tras un 2019 de parálisis por las elecciones europeas y el relevo de los altos cargos de la Unión Europea, el año 2020 será la prueba de fuego para los recién estrenados dirigentes comunitarios: los presidentes de la Comisión, Ursula Von der Leyen, y del Consejo Europeo, Charles Michel. Ambos pretenden pasar página de la era de crisis sucesivas que marcó la anterior legislatura -económica, de refugiados, de seguridad- y abrir una nueva etapa con una agenda positiva cuya iniciativa emblemática es el Pacto Verde Europeo. Pero este objetivo de renovación sufre amenaza de naufragio debido a los escollos no resueltos de la agenda comunitaria, en particular la siguiente fase del brexit y el presupuesto plurianual para 2021-2027. ¿Conseguirán superar el bloqueo?

Al impulso a la agenda europea que pretenden Von der Leyen y Michel tampoco le ayuda la falta de liderazgo en los grandes Estados miembros. La canciller Angela Merkel, que dominó la UE durante los años de la crisis, está de salida y su Gran Coalición se tambalea tras el cambio de liderazgo en el SPD. El presidente francés, Emmanuel Macron, el único con una hoja de ruta para la Unión, está absorbido por la revuelta contra su reforma de las pensiones. Pedro Sánchez pierde cotización en Bruselas por el fiasco de su papel en la renovación de altos cargos y su largo periodo en funciones. El Gobierno italiano de socialdemócratas y M5E también está desaparecido en Bruselas, atrapado en batallas internas.

La economía ofrece algunas señales de alivio. Tras el frenazo sufrido desde mediados del año pasado, la eurozona se estabiliza. Los principales riesgos que amenazaban el crecimiento se alejan gracias a la tregua comercial entre EEUU y China y a la certeza de que el brexit, al menos en su primera fase, será ordenado. Pese a ello, el Banco Central Europeo (BCE) espera para 2020 un crecimiento anémico de apenas el 1,1%. Su nueva presidenta, Christine Lagarde, que ha anunciado una revisión de la estrategia del BCE, promete mantener los tipos en mínimos durante todo el año y es la única que parece dispuesta a actuar si aparecen nuevas turbulencias.

La presidenta Christine Lagarde, durante la última rueda de prensa del año Ralph Orlowski/Reuters

Tanto Alemania como Holanda han hecho oídos sordos a las múltiples peticiones de la Comisión, el BCE y el Eurogrupo para que aprovechen su superávit y aumenten el gasto público con el fin de combatir la ralentización en la eurozona. Y Alemania y también Italia han bloqueado las reformas para reforzar el euro frente a futuras crisis. El resultado es que 2019 ha sido un año perdido en el fortalecimiento de la unión monetaria y no hay ningún signo de que la situación vaya a desatascarse en los próximos meses.

El brexit marcará de nuevo el inicio del año en la UE. Una vez que el Parlamento británico complete la ratificación del Acuerdo de Retirada, Reino Unido saldrá de la Unión el 31 de enero, tres años y medio después del referéndum. Pero ese día en realidad no cambia nada: Londres permanece en el mercado único y la unión aduanera -aunque sin voz ni voto en la toma de decisiones- durante la fase de transición, hasta el 31 de diciembre de 2020. Así que las negociaciones con el Gobierno de Boris Johnson volverán a absorber buena parte de las energías de Bruselas el año que viene.

El diálogo se centrará ahora en el acuerdo comercial que debe regir las relaciones futuras entre la UE y Reino Unido. El principal miedo de Bruselas es que Johnson opte por rebajar las normas sociales y medioambientales y convertir a su país en un paraíso fiscal, una especie de Singapur a orillas del Támesis. Un escenario que hará muy difícil que se llegue a una solución en los escasos 11 meses disponibles, ya que el primer ministro británico ha escrito a sangre y fuego que no pedirá más prórrogas. Si no hay pacto a tiempo, el riesgo volverá a ser una salida caótica para 2021.

Boris Jonhson, primer ministro británico. Efe

El otro expediente urgente que amenaza con paralizar a la UE es la negociación del presupuesto plurianual para el periodo 2021-2027. Cualquier retraso adicional se traduciría en una interrupción de la financiación europea para comunidades autónomas, agricultores o incluso estudiantes Erasmus dentro de doce meses. Pero el presidente del Consejo Europeo ha renunciado de momento a convocar una cumbre urgente en febrero tras constatar que persisten diferencias irreconciliables entre los países ricos contribuyentes netos a las arcas comunitarias (Alemania, Holanda, Dinamarca, Austria y Suecia) y los principales beneficiarios por su menor nivel de renta (Polonia y los países del Este, pero también España, Portugal y Grecia).

El Gobierno español afronta el debate en una posición relativamente cómoda. Las cifras originales del Ejecutivo comunitario, elaboradas por Nadia Calviño cuando era directora general de Presupuestos, permitirían que España siga siendo beneficiaria neta de las ayudas europeas los próximos siete años. Las autoridades españolas se concentran ahora en frenar cualquier recorte adicional y tratar de mejorar las ayudas agrícolas.

Viktor Orban, primer ministro de Hungría. Europa Press

Otro problema candente que pondrá a prueba la determinación de Von der Leyen es la deriva autoritaria y las amenazas al Estado de derecho en Polonia, Hungría y ahora también Malta. El portavoz de Viktor Orbán boicoteó la última reunión en la que se abordó la alarmante situación en Hungría, trasmitiendo en directo por Twitter el debate a puerta cerrada de los ministros. La nueva presidenta de la Comisión quiere poner el contador a cero y crear un nuevo sistema de revisión anual de la situación del Estado de derecho en todos los países miembros, para que no se le acuse de discriminación contra los del Este.

La fractura entre el Este y el Oeste envenena también el debate sobre migración y cuotas de refugiados, otra política para la que Von der Leyen quiere pulsar el botón de reiniciar en 2020. Pero su prioridad será cambiar de tema de conversación y centrar todos los esfuerzos en el Pacto Verde Europeo, que pretende que la UE sea líder mundial en nuevas tecnologías para combatir el cambio climático. Una iniciativa que empezó con mal pie por el veto de Polonia a que Europa sea el primer continente con emisiones cero en 2050. Pese a este traspiés, Bruselas ha prometido seguir adelante y presentará en marzo la ley climática que convertirá en irreversible este objetivo.

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