Bruselas

Ha sido un apretón de manos histórico y muy polémico. En un gesto inédito, el Rey Felipe de Bélgica ha recibido este miércoles en audiencia a Tom Van Grieken, el líder del partido de ultraderecha separatista flamenco Vlaams Belang. Una entrevista que forma parte de la ronda de contactos para formar Gobierno. Ni su padre Alberto II ni su tío Balduino convocaron nunca al Vlaams Belang, al que hasta ahora se le ha aplicado un cordón sanitario en Bélgica. Pero en las elecciones federales celebradas el pasado domingo, los ultras se dispararon de 3 a 18 escaños y se convirtieron en la segunda fuerza en Flandes. 

La portavoz socialista valona, Laurette Onkelinx, se ha declarado "conmocionada" por el hecho de que el rey reciba a un "partido racista y violento". Por su parte, el primer ministro en funciones, Charles Michel, apela a la "serenidad" y sostiene que el rey está ejerciendo su papel. Los expertos en la Casa Real defienden que, al recibir a Van Grieken, Felipe evita que el Vlaams Belang se presente como víctima y se reivindica como rey de todos los belgas. 

Las elecciones federales del domingo dejan una Bélgica más dividida que nunca, en la que la formación de Gobierno se antoja casi imposible. En Flandes ha triunfado de forma abrumadora la derecha y la ultraderecha: los ganadores han vuelto a ser los nacionalistas flamencos de la N-VA, el partido que da cobertura política y logística a Carles Puigdemont en Bélgica, aunque pierden ocho escaños. Le siguen el Vlaams Belang, los democristianos y los liberales. Los socialdemócratas tradicionales caen a la quinta posición, seguidos de los verdes.

En contraste, en Valonia ganan las izquierdas. El Partido Socialista se mantiene como el más votado y tanto los verdes como los comunistas suben. Los liberales del primer ministro en funciones Charles Michel se hunden, lo que hace imposible reeditar la coalición que mantenía con la N-VA (que de todas formas ya se rompió el pasado diciembre por diferencias irreconciliables sobre política migratoria). Los democristianos francófonos apenas tienen cinco escaños y la ultraderecha no logra representación en Valonia. En el Gobierno federal deben participar representantes de las dos comunidades y las piezas no encajan.

Un Estado con dos democracias

"En cierto modo, Bélgica es un Estado con dos naciones o con dos democracias. Tenemos un sistema político dividido: los partidos francófonos sólo se presentan en Valonia y Bruselas y los neerlandófonos en Flandes y Bruselas. Además, no existe ningún periódico o televisión belga. Sólo hay medios francófonos o neerlandófonos. Cuando el sur vota de forma tan diferente al norte, obviamente es muy difícil formar un Gobierno federal. Porque en Valonia los votos se han concentrado en el centroizquierda y la izquierda, mientras que en Flandes lo hicieron en la derecha y la ultraderecha", explica a EL ESPAÑOL el politólogo Carl Devos, profesor en la Universidad de Gante.

"Quizá puede sonar raro, pero en el fondo las opiniones políticas en el norte y el sur del país no son tan distintas, las diferencias entre flamencos y valones no son tan grandes", sostiene Devos. El problema no está tanto en en lado de la demanda política, lo que la gente pide, sino en el lado de la oferta, lo que ofrecen los partidos. Y aquí si hay una enorme brecha porque en Valonia no hay ningún partido potente de extrema derecha. ¿Por qué votan tan diferente flamencos y valones?

Una primera explicación es que el Partido Socialista valón está muy organizado ha sabido mantener una política de proximidad con los votantes, rayana en el clientelismo. Valonia fue una de las regiones que se industrializó de forma más temprana en el siglo XIX en Europa y tiene una tradición de movimientos sindicales fuertes con una influencia muy limitada de la Iglesia. En contraste, la Iglesia tuvo más influencia en Flandes, que era más rural, con menos industria y más agricultura. "Desde el punto de vista histórico, el territorio para un Partido Socialista era mucho más favorable en el sur que en el norte".

¿Por qué suben los ultras en Flandes?

Por lo que se refiere al ecosistema mediático, en Valonia se excluye a los partidos de extrema derecha o se les refleja de forma muy crítica en prensa, televisión y radio, mientras que en Flandes los medios tratan al Vlaams Belang "casi como si fuera un partido normal". Finalmente, Flandes es ahora una región mucho más rica que Valonia. "Eso también explica que en el sur haya un Partido Socialista que quiere redistribuir el bienestar, mientras que en el norte mucha gente tiene miedo de perder su riqueza y por eso vota a la derecha", relata el politólogo. 

¿Por qué en una región como Flandes que ya estaba controlada por la derecha nacionalista de la N-VA se dispara ahora la ultraderecha? En primer lugar, son las primeras elecciones que se celebran en Bélgica tras el caos de la crisis migratoria. "La gente tiene miedo de que su identidad, sus costumbres o su cultura esté en peligro por la inmigración, no tanto en las ciudades pero sí en las áreas rurales".

El voto al Vlaams Belang ha sido además un voto de protesta y frustración contra la inestabilidad y las peleas internas del Gobierno de Charles Michel y la N-VA. Finalmente, por primera vez el Vlaams Belang se ha presentado a las elecciones con un programa socioeconómico progresista, copiando al Frente Nacional francés, que incluía la subida de las pensiones, que ha sido bien acogida por los votantes flamencos.

Vetos cruzados 

¿Cómo formar una coalición ante un panorama tan fragmentado? ¿Superará Bélgica su propio récord de 541 días que estuvo sin Gobierno tras las elecciones de 2010, un periodo en el que se cuestionó incluso la propia supervivencia del país? Los primeros signos no son alentadores. Los diferentes partidos ya han puesto sobre la mesa una combinación de vetos cruzados que hace que cualquier escenario sea improbable o incluso inverosímil.

El presidente del Partido Socialista, Elio di Rupo, propone dejar fuera del Gobierno a la N-VA, pese a que es el partido más votado, construyendo una megacoalición de entre siete y ocho partidos. El líder de los nacionalistas flamencos, Bart de Wever, responde que "esta eventualidad constituiría un problema enorme". Y amenaza con promover una reforma confederal del país que vaciaría al Estado central de competencias: la función de primer ministro desaparecería y el rey tendría un papel meramente protocolario. La opción preferida de la N-VA es un Gobierno de derechas, pero los números tampoco dan y los democristianos y liberales valones se resisten a sumarse.

"Soy optimista y creo que probablemente la formación del nuevo Gobierno costará menos de 541 días. Eso no significa que vaya a ocurrir rápidamente. Según los estándares belgas, el plazo normal es ya mucho tiempo. No creo que tengamos Gobierno este año. Primer tendremos que llegar a una situación límite en la que hayamos perdido tanto tiempo que sea urgente encontrar una solución. Necesitaremos presión desde Europa y desde los mercados internacionales", pronostica Devos.