En una nueva vuelta de tuerca al populismo, el ultra conservador PiS (partido que gobierna Polonia desde 2015) ha emprendido una cruzada contra la comunidad LGBT y sus derechos, apelando a los sentimientos más intolerantes de cierta parte de la población. Según el ultraconservador PiS, Polonia se enfrenta a una amenaza capaz de socavar los valores fundamentales de la nación que busca sexualizar a los niños, fomentar la pederastia, difundir propaganda de libertinaje sexual y suprimir las familias junto a la mismísima iglesia católica, amenazas todas ellas que vendrían de la “mafia gay”.

“No queremos que nos impongan los decadentes valores occidentales. Tenemos que luchar furiosamente para defender a la familia polaca, porque -lo LGBT- es una amenaza para la civilización, no solo para Polonia o Europa, sino para toda la civilización basada en el cristianismo”, ha dicho el líder del PiS Jaroslaw Kaczinsky, quien añadió en otra ocasión: “Estas ideologías, filosofías, todo eso es importado, no es polaco (…) y amenaza a nuestra identidad, nuestra nación, su existencia, el Estado polaco”.

Chapas pidiendo que se reconozcan las uniones civiles

Aprovechándose de esta intolerancia, el gobierno polaco ha elaborado un discurso que, por un lado, promete mantener a Polonia “libre de la cultura LGBT” y de la invasión de valores progresistas, y por otro lado pretende “recristianizar Europa” y erigir a Polonia como reserva espiritual y católica del viejo continente.

El partido dirigido por Kaczinsky (un soltero de 69 años que vivió toda su vida en casa de su madre y que afirmó disfrutar viendo rodeos de cow-boys en la televisión, de madrugada, mientras acaricia a sus gatos), basó en el pasado gran parte de su estrategia electoral en el miedo a los inmigrantes, y ahora parece dirigir su punto de mira hacia la comunidad gay. En la misma línea oportunista, una diputada de la formación conservadora Konfederacja llegó a decir que “los gays quieren adoptar niños para abusar de ellos y violarles. Esto es un hecho".

Los 10.000 asistentes a la manifestación por la igualdad que se convocó en Cracovia este fin de semana tuvieron que ser protegidos por la policía de los ataques de grupos ultras, que amenazaron a los manifestantes con gritos y puños cerrados. Uno de los símbolos exhibidos en la concentración fue la imagen de la virgen negra de Czestochowa, muy popular en este país, coronada por un arco iris. Se trata de una composición artística cuya autora está siendo procesada por “herir los sentimientos religiosos” de los católicos y que fue detenida hace poco cuando la policía registró su domicilio a las 4 de la mañana. Una diputada del PiS advirtió a los periodistas y ciudadanos que difundan esa imagen que serán perseguidos por la fiscalía.

Manifestación del día del orgullo gay en Varsovia Jakub Szestowicki

En Polonia se aplica el calificativo de “pedófilo” a las personas homosexuales, en vez de usarlo para referirse a quienes abusan de menores. Un conocido sacerdote dijo hace poco en la radio que “LGBT” significa “pedófilos, zoófilos y necrófilos que quieren convertir a los polacos en erotomaníacos estériles”. Esta palabra se ha convertido en una de las más oídas durante la campaña electoral europea y se ha convertido, desde hace meses, en una de las barricadas ideológicas (y sociológicas) que separan a la sociedad polaca.

En una grabación privada, uno de los candidatos de la oposición, Rafal Grupinski, aparece diciendo que su partido trataría el tema de las uniones civiles “solo después de las elecciones, porque tenemos que atraer a los votantes de las provincias sin exponernos mucho y allí esto es un problema”.

Según las encuestas, el PiS, que actualmente posee la mayoría absoluta en el parlamento, está perdiendo terreno frente a la oposición y ambas agrupaciones están más o menos empatadas en intención de voto. Según Bartosz Staszewski, activista LGBT de Polonia, “el PiS necesita un enemigo, alguien que despierte miedo. Antes eran los inmigrantes, ahora es la gente LGBT”. Cuando en febrero el alcalde de Varsovia, Rafal Trzaskowski, firmó en nombre de la ciudad una declaración respetando los derechos de la comunidad LGBT, fue recriminado incluso por algunos miembros de su propio partido, que temían el efecto que esa acción podría tener en el electorado. El superintendente de las escuelas de Varsovia se quejó de que el alcalde quería “legitimizar la pedofilia”.

En la cara opuesta a esta retórica anti-gay se encuentra Robert Biedron, el antiguo alcalde de una pequeña ciudad que hace poco lanzó un partido político con un programa antagónico al del PiS. Biedron, abiertamente gay y anticlerical, respondió al eslogan “mantened las manos fuera de nuestros niños”, esgrimido por los conservadores, con esa misma frase refiriéndose a los casos de abusos infantiles en el seno de la Iglesia polaca.

Logo de la campaña anti LGBT del gobierno polaco

El clero polaco, que no duda en posicionarse públicamente junto al partido del gobierno, se enfrenta a una oleada de denuncias sin precedentes que están sacando al descubierto cientos de casos de abusos sexuales por parte de curas. El documental financiado por voluntarios “Tylo nie mów nikomu” (No se lo digas a nadie), que muestra testimonios de víctimas y culpables de múltiples casos de este tipo, ha sido visto más de 20 millones de veces en Internet, donde se ha difundido gratuitamente, y ha levantado una gran polémico cuando aún resuenan los ecos de “Kler” (Clero), una película basada en hechos reales que mostraba la disoluta vida de curas y obispos alcohólicos, pederastas y codiciosos. El film es el más visto en los últimos 30 años en los cines polacos.

En Polonia las uniones civiles entre personas del mismo sexo no están reconocidas, no existe el matrimonio homosexual porque así lo dice la Constitución y organizaciones independientes estiman que 3 de cada 4 personas del colectivo LGBT han sido agredidas físicamente en algún momento de sus vidas debido a sus preferencias sexuales.

Que los derechos civiles se hayan convertido en el tema central de la campaña electoral en Polonia es algo que pone en evidencia, una vez más, la constante presencia de la religión, el sexo y el miedo en el debate político de este país. Para jóvenes como Michal Pawlak, un estudiante de historia de Cracovia de 24 años que deplora la violencia verbal de los políticos, “la gente se traga sin pensar la papilla ideológica que el PiS está masticando para ellos. A la mayoría solo les importa que les paguen por tener hijos y que el alcohol sea barato”.

“De todas maneras”, añade, “condenar la homosexualidad no es algo nuevo en Polonia: Jan Dlugosz, enuestro primer historiador, escribió que el rey Vladislav III perdió una batalla contra los turcos por haber yacido la noche antes con un hombre. Y, ¿sabes? Es el único rey cruzado que no fue canonizado”.