Cracovia

Si el actual Gobierno polaco es machista, ultra católico y conservador, Anna Grodzka es transexual, anticlerical y progresista. También fue diputada en el Sejm, el Congreso de los Diputados polaco, donde sus señorías le han llamado “cara de boxeador”, “cosa”, “señor”, y hasta sus propios compañeros de partido boicotearon su candidatura a la Presidencia de Polonia. En 2011 se convirtió en la primera diputada transexual de Europa (y segunda del mundo) y desde entonces no han dejado de atacarla. Ni ella de defenderse.

En el caso de Anna Grodzka, la vida personal y la pública –o política- se confunden, complementan y tienen pleno sentido solo cuando se considera a la una como parte de la otra. Como las dos mitades que forman su biografía.

En 2007, Krzystof Bogdan era un respetable hombre de negocios de 46 años, casado y con un hijo, que escondía desde la infancia su verdadero género. Pero un buen día reunió a su familia para contarles quién era en realidad, o más bien quién quería ser: una mujer. Su esposa no aceptó las explicaciones y reaccionó de manera violenta al sentirse “engañada”. Krzystof/Anna comenzó desde entonces a comportarse en público como la mujer que sentía ser y fundó la ONG Trans-Fuzia, dedicada a defender los derechos de la comunidad LGBT de Polonia. En 2010 viajó a Tailandia para cambiarse de sexo, proceso que fue objeto de un documental para televisión,  y un año después Krzystof era Anna Grodzka, la más controvertida diputada del Parlamento de su país.  

La única formación política que podía dar cabida a alguien como ella y a sus reivindicaciones era la coalición Palikot, fundada por un empresario del vodka, que albergaba un amplio espectro de ideologías: libertarios, ecologistas, antisistema e indecisos con ganas de cambio.

AnnaGrodzka en el Parlamento. Adrian Gryczuk

El carisma de Grodzka llegó a eclipsar al de sus compañeros de partido e incluso fue nombrada mejor parlamentaria de la séptima legislatura democrática. Sin embargo, la decisión de presentarse a las elecciones nacionales no fue fácil, porque sabía que a partir de esa “segunda salida del armario” “jamás podría esconderme”. Así fue. El primer día en el Parlamento todo fueron parabienes, abrazos e incluso besos en la mejilla de sus rivales políticos. Pero cuando la figura corpulenta y decidida de Anna Grodzka comenzó a ser demasiado habitual en la tribuna de oradores y quedó claro que no se trataba de una oportunista que buscaba la promoción personal, arreciaron las críticas y ataques, tanto a ella como a la comunidad LGBT.

Todos contra Grodzka

Kazimierz Marcinkiewicz, expimer ministro del país, afirmó que “cuando alguien intenta contaminar a otros con su homosexualidad, el Estado debe intervenir”. Lech Walesa, el histórico luchador de la libertad, dijo que “los diputados homosexuales deberían sentarse en la última fila de los escaños o fuera del parlamento, pues sólo representan a una minoría".

Poco después, Grodzka y su compañero de formación Robert Biedroń, declaradamente homosexual, se sentaron en la primera fila del hemiciclo como protesta. Por su parte, el exministro de Cultura Kazimierz Ujazdowski se despachaba diciendo que “se trata de un tipo de locura, y en vista de esto, para ellos, nuestro gobierno será sin duda una noche oscura”. Pero si alguien se ha mostrado especialmente virulenta contra Anna Grodzka y sus ideales es la diputada conservadora Krystyna Pawłowicz, quien ha calificado de “hedonistas autodestructivos que deberían ser internados en una clínica” a los gays.

Para Grodzka, estaba claro que su país debería cambiar, si no tanto como ella misma hizo, sí al menos “evolucionar hacia la tolerancia”. Y la mejor manera de conseguirlo era convirtiéndose en la presidenta de la nación. Como salto previo a ello, Grodzka optó primero a la vicepresidencia del Parlamento, pero la falta de apoyo de algunos de sus colegas dentro de la coalición Palikot frustró el intento y dejó claro que su capacidad de aceptación tenía un límite. “¿Es que tenéis miedo de Anna Grodzka?”, preguntó el líder de Palikot a sus compañeros.

Fuera de la arena política, la mezcla de provocación y sensatez de que ha hecho gala le ha hecho acreedora de una credibilidad poco común entre la clase política. En un país donde apenas la mitad de la población suele acudir a las urnas, que una personalidad política alcance prominencia social gracias a su personalidad más que a su ideología es algo realmente notable.

Anna Grodzka durante la celebración del Orgullo Gay en 2013. William Murphy

A pesar de que, como confiesa, haya perdido por el camino “la mitad de mis amigos, los que están a tu lado cuando todo va bien”. Mientras que su esposa se ha negado a dirigirle la palabra desde hace tiempo, su hijo mantiene con ella una “cálida y muy cercana relación”. En el libro Me llamo Ania repasa algunos de los momentos más difíciles de su vida, como cuando sentía de niño la pulsión sexual que le llevaba a preferir jugar con niñas, a enamorarse de compañeros de colegio o a discutir con su madre adoptiva por querer usar maquillaje y ropa femenina. En un programa de televisión en directo, Grodzka no pudo contener las lágrimas al recordar que su madrastra “como cualquier mujer de los años sesenta, no comprendía lo que me pasaba; pero si aún viviera, estoy segura de que hoy me apoyaría”. 

Actualmente, la activista polaca ha puesto en marcha el movimiento Polska FAIR, que se postula como una alternativa a “dos populismos”, en referencia a los dos partidos políticos mayoritarios. “Tradición colectiva, carácter nacional, intereses comunes, un dios común y un enemigo común”, escribe Grodzka, “son lemas simples que funcionan bien en tiempos de incertidumbre”, pero que anulan al individuo en aras de la “homogeneidad social”.

Y por si acaso su mensaje no llega a todo el mundo, Grodzka no ha dudado a la hora de mostrarse en atrevidos anuncios publicitarios, prestando su imagen a una marca de pantis y a otra de maquinillas de afeitar. “Porque todo el mundo tiene derecho a ser uno mismo”, dice el eslogan.

Protagonista de incontables memes en Internet, blanco fácil de chistes e insultos y objeto de críticas y alabanzas por igual, se puede decir que uno de los mayores logros de Anna Grodzka ha sido poner en evidencia las actitudes de muchos y cuestionar las creencias de los que, como ella hizo en su día, han salido del armario ideológico para mostrarse tal como son. Para alguien que ha experimentado cambios tan radicales en su vida, el futuro solo puede ser una incógnita que el tiempo se ocupará de descifrar, pero el futuro es algo por lo que no se cansará de luchar. Cuando se le pregunta por su vida sentimental, se muestra reservada y reconoce que “sería difícil para alguien dejarse ver en público conmigo porque todo el mundo sabe quién soy; además, ¿dónde voy a encontrar a un hombre más alto que yo?”, sonríe.

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