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Los gobiernos de Asia han encontrado en TikTok una herramienta poderosa para moldear la conciencia política de sus ciudadanos más jóvenes.

En regímenes autoritarios como Camboya, pero también en democracias formales como Filipinas, Indonesia o Malasia, la popular aplicación se ha convertido en un campo de batalla silencioso donde los mensajes del poder se difunden -y las voces críticas se apagan- en vídeos de apenas 15 segundos.

TikTok en la Universidad

El caso de Camboya es paradigmático. El exprimer ministro Hun Sen, que gobernó el país durante casi cuatro décadas, ha abandonado progresivamente Facebook para volcar su estrategia de comunicación política en TikTok.

En los últimos meses de su mandato, su partido ordenó a universidades que promovieran la suscripción de los estudiantes a su cuenta oficial.

En algunas aulas se repartieron incluso códigos QR para facilitar el seguimiento. La intención era clara: imponer una audiencia digital cautiva.

Aunque en TikTok Hun Sen cuenta con menos seguidores que en Facebook -unos 244.000 frente a los más de 14 millones que tenía-, no ha dudado en afirmar que asumirá el control de cuentas de fans con más éxito, justificando que “todos son seguidores suyos”.

Para el académico camboyano-estadounidense Sophal Ear, profesor en Arizona State University, se trata de una maniobra calculada: “El cambio a TikTok representa una estrategia orientada a ejercer mayor control político sobre la juventud camboyana”, afirma en declaraciones a EL ESPAÑOL.

“La demografía y el formato de la plataforma permiten moldear narrativas políticas y consolidar el apoyo entre las nuevas generaciones, fundamentales para la estabilidad a largo plazo del régimen”.

Pero el control va más allá del marketing digital. Sophal Ear advierte que obligar a estudiantes y funcionarios a seguir cuentas oficiales “es una forma de coacción digital”, una extensión de los mecanismos de vigilancia tradicionales a las redes sociales.

En sus palabras, “refuerza la conformidad y limita la libre expresión”, lo que puede convertir a TikTok en un canal perfecto para el “adoctrinamiento juvenil” en regímenes autoritarios.

Blanqueamiento de la dictadura

En Filipinas, la manipulación ha sido más sofisticada. TikTok jugó un papel decisivo en la victoria de Ferdinand Marcos Jr, hijo del dictador que gobernó el país durante la Guerra Fría.

El logotipo de la aplicación TikTok se ve en esta ilustración tomada el 22 de agosto de 2022. Dado Ruvic Reuters

Centenares de vídeos en la plataforma retrataron la dictadura como una época de prosperidad, ocultando la represión y el saqueo documentados por historiadores.

Muchos de estos clips fueron producidos por influencers contratados por miles de dólares al mes para difundir propaganda a favor de Marcos.

El resultado fue una generación de votantes jóvenes -que no vivieron la dictadura- convencida de que aquel periodo fue una “edad dorada”: antes de las elecciones, el 72% de los filipinos entre 18 y 24 años apoyaban al hijo del dictador.

“El caso filipino muestra cómo TikTok se convierte en un ‘vehículo perfecto’ para reescribir la historia ante una audiencia sin memoria directa”, advierte Ross Tapsell, investigador del Australian National University y experto en medios en el Sudeste Asiático.

Joven TikTokera asiática. Reuters

“El contenido viral no proviene de amigos o familiares como en Facebook, sino de material producido profesionalmente, muchas veces pagado, que apela a emociones rápidas y a la estética de la plataforma”, explica.

Una herramienta electoral

En Tailandia, TikTok se ha convertido en terreno de lucha entre una juventud politizada y un establishment conservador.

El partido reformista Move Forward, liderado por Pita Limjaroenrat, cosechó un enorme apoyo entre menores de 30 años durante la campaña de 2023 gracias a su presencia viral en TikTok e Instagram.

Su estilo directo y su imagen fresca contrastaban con los generales que dominan el poder desde el golpe de 2014. Aunque finalmente su ascenso fue bloqueado, la batalla digital demostró que la generación Z tailandesa se informa y se moviliza por vías no convencionales.

Aun así, el riesgo de manipulación sigue presente. El ejército tailandés ya ha operado redes encubiertas en Facebook y Twitter, y analistas no descartan que lo intente también en TikTok.

La plataforma ha intentado restringir propaganda explícita, pero su diseño algorítmico y su falta de transparencia siguen siendo vulnerables a la instrumentalización estatal.

James Gomez, politólogo y director regional del Asia Centre, observa un patrón preocupante en el uso político de TikTok en el Sudeste Asiático.

Según explica, los líderes autoritarios no solo adoptan una imagen afable en la red -como el “tío simpático” que utiliza Marcos Jr en Filipinas o Prabowo en Indonesia-, sino que financian redes de desinformación digital: “Los regímenes están invirtiendo en cybertroopers para inundar TikTok con contenidos alineados con sus agendas políticas”.

Nguyen Khac Giang, analista político del ISEAS Yusof Ishak Institute, subraya que TikTok no es aún un “espacio alternativo plenamente libre”, pero permite una expresión más espontánea que los medios tradicionales.

“Es un entorno menos restrictivo donde los jóvenes pueden debatir, satirizar y expresar opiniones políticas de forma creativa”, afirma.

Sin embargo, el espacio es disputado: “También hay una fuerte presencia de influencers progubernamentales que presentan narrativas patrióticas con un lenguaje visual y humorístico adaptado a la Generación Z. Es una versión moderna de la propaganda”.

El resultado es un ecosistema dividido, donde algunos usuarios critican al poder mediante memes o códigos culturales, mientras otros abrazan los discursos oficiales.

El líder del partido Move Forward, Pita Limjaroenrat, saluda durante una rueda de prensa para anunciar el acuerdo de su formación con los socios de coalición en Bangkok, Tailandia, el 22 de mayo de 2023. Athit Perawongmetha Reuters

“El algoritmo crea cámaras de eco”, añade Giang: “Cada joven puede quedar atrapado en una burbuja de realidad política completamente distinta según el contenido con el que interactúa”.

Instigar la polarización

En Malasia e Indonesia, el efecto TikTok también se ha traducido en polarización. En las elecciones de 2022, el partido islamista PAS arrasó tras inundar TikTok con mensajes ultraconservadores.

En Indonesia, los políticos han optado por contratar a ‘buzzers’ -usuarios con grandes audiencias- para influir en el debate digital.

Ross Tapsell explica que los partidos están invirtiendo crecientemente en estos influencers en lugar de comprar espacio en medios tradicionales: “Los fondos se destinan a creadores de contenido que conocen el lenguaje de la plataforma y optimizan sus vídeos para los algoritmos. TikTok está redirigiendo las estrategias de comunicación política en la región”.

El CEO de TikTok, Shou Zi Chew, durante el evento del Informe sobre el Impacto Socioeconómico de TikTok en Yakarta, Indonesia. Reuters

Buena parte del éxito de estos contenidos reside en que se presentan como entretenimiento. Retos virales, bailes coreografiados y clips humorísticos sirven de envoltorio para mensajes políticos cada vez más sofisticados.

La propaganda ya no se impone por la fuerza, sino que se desliza entre filtros y canciones de moda. Como señala Sophal Ear, “el diseño algorítmico de TikTok, centrado en mantener la atención del usuario, se alinea perfectamente con las tácticas de persuasión emocional que utilizan los regímenes autoritarios”.

Para James Gomez, TikTok representa una amenaza particular por su diseño algorítmico y opaco: “El proceso de moderación de contenidos no es transparente, y eso ofrece una ventaja a los gobiernos que promueven desinformación desde el Estado”.

Además, alerta de la creciente colaboración entre plataformas y gobiernos: “Estamos viendo el surgimiento del tecnoautoritarismo en la región. Esto podría cristalizarse en comités conjuntos de supervisión y algoritmos entrenados para amplificar las narrativas estatales y suprimir contenidos incómodos”, explixa este experto.

Formas de resistencia

A pesar del clima de control, han surgido también formas de resistencia. En Vietnam, algunos usuarios emplean canciones populares y dobles sentidos para criticar discretamente al gobierno.

En Tailandia, hashtags satíricos y humor visual sirven como herramientas de protesta. Nguyen Khac Giang destaca que “aunque el espacio esté limitado, existe un margen de creatividad política donde los jóvenes se expresan con ingenio frente a la censura”.

Pero no todo el riesgo proviene de actores locales. China, país matriz de TikTok, ha sido acusada de manipular la plataforma para promover su narrativa en asuntos sensibles como los uigures, el Tíbet o Taiwán.

Investigaciones han detectado un sesgo sistemático en los resultados de búsqueda dentro de la aplicación y redes de influencers supuestamente independientes que reproducen el discurso del Partido Comunista chino en decenas de idiomas.

Para los analistas, esto supone un desafío geopolítico: el algoritmo ya no es neutral y está siendo entrenado para amplificar ciertos discursos y silenciar otros.

TikTok ha anunciado medidas para frenar estos abusos: prohibición de anuncios políticos, eliminación de cuentas falsas, etiquetado de perfiles oficiales.

Pero los gobiernos se mueven más rápido. Si antes captaban lealtades con mítines y folletos, ahora lo hacen con ‘challenges’, filtros y vídeos diseñados para que la propaganda entre sin parecerlo.

Para Gomez, la asimetría es evidente: “El poder de persuasión del Estado, amplificado por algoritmos y por el uso táctico de influencers, está eclipsando las voces de la sociedad civil. La guerra por la narrativa se está librando en la estética de TikTok, y el campo de batalla no es neutral”.

La guerra por la mente de la generación TikTok ya está en marcha. Y en muchos países de Asia, los niños del algoritmo no tienen más remedio que mirar.