Washington (EEUU)

Los tiroteos masivos de la última semana han vuelto a activar el debate sobre el control de armas en Estados Unidos y prometen poner a prueba el capital político del presidente Joe Biden, decidido a incluir el tema en una agenda cada vez más ambiciosa de cambios estructurales en el país.



Los 18 muertos que dejaron en total los ataques de este pasado lunes en un supermercado de Boulder (Colorado) y del pasado día 16 en varios salones de masaje asiáticos en Atlanta (Georgia) han forzado al Gobierno de Biden a centrar energías en uno de los debates más convulsos y estériles de la política estadounidense: el control de armas.



"Estas masacres deben parar", dijo este miércoles la vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, en una entrevista con la cadena CBS News.

Una quimera

Biden pidió el martes que el Congreso estadounidense prohíba las armas de asalto y los cargadores de munición de gran capacidad, además de aprobar dos proyectos de ley que "cerrarían los vacíos legales en el sistema de verificación de antecedentes" de los compradores de armas.



Sin embargo, es prácticamente imposible que esas medidas salgan adelante en el Senado, donde los demócratas -el partido del presidente- tienen una mayoría tan estrecha que necesitarían convencer a al menos diez republicanos para aprobarlas.



Harris reconoció este miércoles que no será fácil convencer al Congreso de que actúe ahora, ya que no lo hizo después de otro tiroteo masivo que conmocionó profundamente al país, el de 2012 en la escuela Sandy Hook (Connecticut).



Cuando se produjo ese ataque, en el que murieron a tiros 20 niños pequeños y seis mujeres, Biden era vicepresidente de EEU y encabezó un intento de reformar la legislación sobre el control de armas, pero no consiguió que el Senado aprobara siquiera las medidas que generaban más consenso.

Desilusión progresista

La inacción ante la violencia armada ha generado una profunda desilusión entre muchos progresistas en Estados Unidos, que ya no esperan ninguna acción de un Congreso donde cientos de legisladores, la mayoría republicanos, han recibido donaciones a sus campañas de la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA, en inglés).



El senador que se ha embolsado más fondos de ese grupo de presión en el último ciclo electoral, el republicano Ted Cruz, ya tachó este martes de "teatro ridículo" cualquier intento de impulsar reformas sobre el control de armas en el Senado.



Y el senador demócrata Joe Manchin, que representa a la conservadora Virginia Occidental, ha expresado su oposición a los dos proyectos de ley sobre verificación de antecedentes que citó Biden, lo que reduce más todavía sus opciones de salir adelante en el Senado.



Pese a lo quimérico de la misión, Harris insistió en que no planea "rendirse" y que seguirá intentando "apelar a los corazones y mentes y el razonamiento de los miembros del Senado", porque lo que puede hacer Biden por su cuenta es de menor calado. "Si realmente queremos algo que sea duradero, tenemos que aprobar una legislación", admitió la vicepresidenta.



La portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, matizó después que Biden "no está esperando a que nada fracase" en el Senado para impulsar medidas para un mayor control de armas, y su equipo lleva semanas diseñando posibles acciones que puede tomar unilateralmente. "Le parece vital tomar medidas por estas dos vías", la ejecutiva y la legislativa, dijo Psaki en su rueda de prensa diaria.

Los decretos de Biden

Según el diario Politico, la Casa Blanca está considerando una serie de decretos, incluido uno para evitar que las personas con enfermedades mentales accedan a armas y otro para verificar los antecedentes de quienes compran armas de fuego de fabricación casera que no tienen números de serie, conocidas como "pistolas fantasma".



Esas son "medidas de poco calado", pero que aún así tendrían "beneficios claros", de acuerdo con Robert Spitzer, un experto en control de armas y política presidencial en la Universidad Estatal de Nueva York.



"Ha habido un aumento drástico en la circulación de 'pistolas fantasma', que han aparecido en un número significativo de crímenes, sin que haya habido una respuesta del Gobierno", dijo a Efe el profesor, autor del libro "La política sobre el control de armas".



Spitzer cree que el Senado se enfrentará a "mucha presión" para votar al menos sobre los dos proyectos de ley sobre verificación de antecedentes de los compradores de pistolas, que ya han salido adelante en la Cámara Baja, de mayoría demócrata.



Pero, añadió, esas medidas están prácticamente condenadas al fracaso a no ser que los demócratas acaben con el conocido como filibusterismo, una maniobra que permite al partido minoritario -en este caso los republicanos- bloquear la votación de proyectos en el Senado al requerir que primero se reúnan 60 votos.



Biden ha dejado claro que está en contra de acabar con el filibusterismo y no ha cambiado de postura tras los tiroteos de Atlanta y Boulder, lo que minimiza las opciones de cualquier avance sobre el control de armas en el Senado.



Además, es posible que el intento de lograr reformas en ese ámbito acabe perdiendo peso frente a otras prioridades de la ambiciosa agenda doméstica de Biden, que incluyen inversiones billonarias para acabar con las desigualdades económicas y cambios a las leyes migratorias. 

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