Nueva York

El lunes por la tarde un hombre joven irrumpía a tiros en un concurrido supermercado de la cadena King Soopers, en Colorado (EEUU), aterrorizando a compradores y trabajadores que durante más de dos horas lucharon por ponerse a salvo y no dejar a nadie atrás. El atacante acabó con la vida de 10 personas, entre ellas un agente de policía.

El terrible suceso llegó en unos días en los que los estadounidenses aún lloraban a las ocho mujeres asesinadas a tiros a las afueras de Atlanta, en Georgia, y lo hace en un estado, el de Colorado, en el que las heridas todavía siguen abiertas tras el tiroteo masivo que asoló el instituto Columbine High School en 1999.

"Mi mujer tiene Covid en este momento, así que estamos haciendo cuarentena, estamos aislados el uno del otro, durmiendo en habitaciones separadas. Por eso estaba ayer fuera, dando vueltas con el coche yo solo, para hacer algo de tiempo antes de volver a casa. Me entró hambre, tenia 'mono' de algo de azúcar, así que conduje hasta el supermercado más cercano. La verdad es que no había estado antes en este centro; King Soopers no suele ser el sitio al que voy a hacer la compra", explica Ryan Borowski, quiropráctico de profesión, a EL ESPAÑOL.

"Aparqué delante y entré para comprar algo de beber y un tentempié. Cogí un paquete de 12 latas de Cherry Coke y me dirigí a la sección de congelados, hacia el interior del local, para ver si había algún helado que me gustara. Al final cambié de idea y me decanté por una bolsa de patatas fritas", relata Borowski. Mientras seleccionaba qué snack llevar a la caja registradora, no sabía que el caos estaba a punto de desatarse.

"Iba a pagar en la zona de autoservicio cuando escuché el primer disparo. Sonó muy fuerte, muy parecido al ruido que hace algo metálico grande, como una herramienta industrial o algo de maquinaria, al caer. La verdad es que pensé que algo así se le habría caído a alguien", rememora Ryan por teléfono.

Un miembro de la seguridad especializada de EEUU apunta con su arma en el lugar del tiroteo. Reuters

"Enseguida oí otro ruido similar. Lo que me hizo pensar que no se había caído nada, sino que eran disparos. En ese momento vi a una mujer correr hacia mí con la cara desencajada y de inmediato comprendí que sí, que alguien estaba disparando".

"Corre, corre por tu vida"

"Eché a correr hacia la parte trasera de la tienda, después del tercer disparo. Sonaban muy seguidos, creo que escuché unas ocho detonaciones –pop, pop, popopopopopop–. Alguien me dijo que habían sido 12 disparos. Eso, junto con el sonido de las descargas, me llevó a tomar la decisión que tomé", explica.

Ryan había tenido un empleo en un supermercado. Sabía dónde estaban las posibles salidas, los puntos muertos donde salvar su vida. "Siempre hay una al final de las tiendas, por donde se hace la carga y descarga de camiones y entran todos los suministros".

Ryan destaca que cuando empezó correr hacia la parte trasera del establecimiento, todo pasó muy rápido y a cámara lenta al mismo tiempo. "Todo el mundo corría y sólo se oían gritos y monosílabos entrecortados. Es como si todo lo que pudiéramos articular fueran palabras y frases cortas: corre, ve por ahí, corre por tu vida, disparos, pistola, hombre armado, ayuda...".

Un grupo de personas huye del lugar del tiroteo en Colorado, EEUU. Reuters

Las ráfagas continuaron durante al menos una hora. Ryan recuerda que, mientras corría y gritaba a todas las personas que veía para que fueran hacia el fondo del supermercado, se percató de que un grupo de compradores se dirigía hacia un lateral que parecía no tener salida al exterior. "Recuerdo que pensé que no sabrían que por allí no había salida, o quizás lo sabían y se estaban escondiendo".  

Cuando llegó al final del pasillo, los empleados "parecieron sorprendidos al vernos allí". La gente seguía gritando palabras sueltas como "pistola, tiros" y una frase que sonaba a orden: "Corred, corred si queréis salvar vuestras vidas". Al entender lo que estaba sucediendo, el personal del establecimiento abrió la puerta trasera, que da a la zona donde se aparcan los camiones para descargar los suministros.

"En cuestión de segundos, corrí y me escondí detrás de una pequeña colina, debajo de uno de los tráilers de los camiones que había aparcados en el aparcamiento para empleados", apunta Ryan.

Supervivientes del tiroteo de Colorado, EEUU. Reuters

"Llamé inmediatamente a emergencias, a la Policía y a mi mujer. Todavía pasaron unos minutos hasta que escuche el silencio". "En ese momento", continúa Ryan, "otro superviviente y yo caminamos por el perímetro alrededor del edificio hacia la entrada principal, ya que mi coche estaba aparcado allí. No era seguro recuperarlo, incluso después de que llegara la Policía; ni siquiera podía pensar en acercarme".

Ryan recuerda cómo "en ese momento volví a llamar a mi mujer, que me dijo que aún no se sabía nada, que la Policía y los medios de comunicación seguían llegando y que debería de contarles todo. Así que hablé con la CNN y con otras televisiones locales. Enseguida me desbordaron con entrevistas. Acabé caminando cerca de 14 kilómetros, los que separan el supermercado de mi casa. Tardé unas dos horas y media en llegar", narra a este periódico.

Vivir con seguridad

"Mi compañera de cuarto y yo vivimos en un apartamento que da directamente al otro lado de la calle del King Soopers (el supermercado donde tuvo lugar el tiroteo), por lo que podemos ver toda la tienda desde la ventana de nuestra sala de estar", cuenta Anna Haynes, estudiante universitaria y editora del periódico de la facultad, a EL ESPAÑOL a través del correo electrónico. Anna y su compañera de piso vieron el tiroteo a través de la ventana.

"Escuché alrededor de 10 disparos, pero no los identifiqué de inmediato como disparos. Pensé que el sonido podría haber sido de fuegos artificiales o de un motor de automóvil. Miré por la ventana y vi al tirador subir por una de las rampas de entrada para personas con discapacidad", explica Anna, que pudo ver cómo el atacante sostenía el rifle.

"Poco después se dio la vuelta y empezó a disparar al suelo, a su espalda. No pude ver bien el objetivo, pero supongo que estaba disparando a una persona. También vi el cuerpo de alguien que ya había sido alcanzado por los disparos del atacante, un individuo yacía en medio del estacionamiento. Después de disparar, vi cómo el pistolero entraba en el supermercado. Segundos después, la gente empezó a salir corriendo de la tienda y a gritar", resume Anna.

Un camión blindado de los Swat ante el King Soopers, el establecimiento donde se produjo el tiroteo. Reuters

"Todo ese tiempo estuve completamente petrificada. No podía creer lo que estaba presenciando. Todo esto parece un mal sueño. Mi compañera de piso y yo vivimos en un vecindario seguro, en una ciudad segura, y vamos a ese King Soopers casi todos los días. Nunca nos hemos sentido inseguras en nuestro barrio. Ese sentimiento de seguridad es un privilegio que ayer nos quitaron a nosotras y a toda nuestra comunidad", lamenta una conmocionada Anna.

El lado humano

A punto de terminar la conversación telefónica, Ryan recuerda que para él, ahora incluso más que antes de sufrir esta terrible experiencia, "es muy importante ver la humanidad en todos los involucrados, en las personas que corrieron por sus vidas, en las que tristemente la perdieron y también, no negarle la humanidad a la persona que ha hecho esto".

"El hecho de que alguien haga cosas malas no lo convierte en una mala persona, en un demonio, en alguien malvado. El atacante podría estar perturbado, enfermo, y claramente necesita ayuda. Es una tragedia que no haya podido recibir esa ayuda, que hayamos llegado a este punto", reflexiona Ryan.

Hablando de ayuda, Ryan asegura que después de meses posponiendo la cita con su terapeuta, el lunes lo primero que hizo al llegar a casa fue llamarle y concertar una cita.

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