“No. Voy a ser una hija”, respondió Ivanka Trump, la hija mayor del presidente electo de Estados Unidos, al ser preguntada en el programa 60 Minutos de la cadena televisiva CBS sobre si formaría parte del Gobierno de su padre. Era la primera entrevista que el republicano ofrecía desde su triunfo electoral y lo hacía rodeado de los suyos, una oportunidad que la firma de moda homónima de Ivanka aprovecharía para promocionar uno de sus productos -por lo que acabó pidiendo disculpas.

“Pero”, prosiguió la empresaria ante las cámaras, “he dicho a lo largo de la campaña que me importan mucho ciertos temas y quiero luchar por ellos. La igualdad salarial, el cuidado infantil. Son cosas muy importantes para mí. Me importa realmente la educación, promover más oportunidades para las mujeres (…). Pero no desde una capacidad administrativa formal”.

Días después llegaban imágenes de la joven, de 35 años, y su esposo de la misma edad, Jared Kushner, junto al primer ministro japonés, Shinzo Abe, el primer mandatario extranjero en reunirse con el futuro líder estadounidense en su torre neoyorquina. El encuentro, al que la prensa no tuvo acceso, sembró indignación, entre otras cosas, porque Ivanka ostenta el cargo de vicepresidenta ejecutiva de Desarrollo y Adquisiciones de la Organización Trump, el emporio familiar. Y mientras la reunión tenía lugar, al otro lado del Pacífico el negocio de moda de Ivanka gestaba un acuerdo con una empresa ligada al Gobierno nipón, reveló The New York Times.

Más adelante, la hija mayor de Donald Trump organizó un encuentro entre su padre y el que fuera vicepresidente de EEUU Al Gore, un adalid de la lucha contra el cambio climático, para hablar precisamente sobre el medio ambiente, un tema que el presidente electo ha desdeñado ampliamente. Según The Washington Post, fue la propia Ivanka -íntima amiga de Chelsea Clinton- quien llamó al que fuera el vicepresidente del Gobierno de Bill Clinton para que se reuniera con ella y el invitado desconocía que el futuro comandante en jefe estaría presente.

Pese a que los conflictos de interés asoman por cada rincón, Donald Trump ha colocado a su familia en su equipo de transición del mismo modo que en sus negocios: en el centro. Sus tres hijos de mayor edad -Donald Jr., Ivanka y Eric- y el marido de Ivanka integran el equipo de transición de Gobierno del presidente electo, ayudando a preparar su llegada al poder. Pero el verdadero peso político parece recaer en los hombros del matrimonio Ivanka-Jared, a los que Trump quiere tener bien cerca en su Administración.

“Lo estamos estudiando desde el punto de vista legal”, dijo Trump a Fox News el fin de semana después de que CNN informara de que su hija y su marido contemplaban mudarse a Washington DC. “Me encantaría que estuvieran involucrados”. Trump sugirió que le gustaría que Ivanka lo ayudara en “cuestiones relativas a la mujer” y que Kushner -judío- lo asistiera “en acuerdos con otros países y ver si podemos lograr la paz en Oriente Próximo”. “Ambos son personas con mucho talento”, aseveró.

No puedo evitar pensar en la familia Perón en Argentina. Eran corruptos, dirigían el país como un negocio familiar y la transición de Trump aquí transmite esa sensación de república bananera

A última hora del lunes, Trump anunció en Twitter que posponía una esperada rueda de prensa para explicar en detalle qué hará con sus negocios para evitar conflictos de intereses como presidente de los Estados Unidos. Ya había adelantado que se apartaría de la gestión empresarial para “centrame en la presidencia”, pero esta semana ha precisado que serán Donald Jr. y Eric junto a otros ejecutivos quienes se harán cargo de su imperio, sin mención alguna a Ivanka. También ha prometido que no se cerrará acuerdo alguno mientras él habite la Casa Blanca.

La llegada de Trump, un magnate inmobiliario con una fortuna valorada en 3.700 millones de dólares, supone un reto sin precedentes en lo que a conflictos éticos se refiere. Muchos, incluido el Wall Street Journal y dos antiguos asesores en cuestiones éticas de la Casa Blanca, han llamado al empresario a deshacerse de su participación y dar el dinero a una persona independiente que se encarge de administrarlo, no sus hijos.

“No puedo evitar pensar en la familia Perón en Argentina”, dice Thomas Whalen, académico de la Universidad de Boston especializado en la presidencia estadounidense, respecto a los Trump. “Los Perón eran corruptos, dirigían el país como un negocio familiar y la transición de Trump aquí transmite esa sensación de república bananera”.

EL EJE IVANKA-JARED

En Estados Unidos ya se ve a Ivanka como una primera dama en la sombra. De hecho, Melania Trump, la esposa del presidente electo, no se mudará a la Casa Blanca hasta que el benjamín de la familia, Barron, acabe el curso escolar. Hace un año, Michael D'Antonio, autor de la biografía del republicano titulada Nunca es suficiente, escribió en la cabecera Politico que Ivanka era la “asesora más influyente” del entonces candidato presidencial y “su primera dama de facto”, “el poder cauto y mesurado detrás del ostentoso candidato”. Recordaba que Trump había nombrado a su hija mayor cuando le preguntaron en quién confiaba más.

Como sus hermanos Eric y Donald Jr., Ivanka juega un papel central en los negocios familiares. Entre otras cosas, es responsable de la transformación de la emblemática sede de Correos de la Pennsylvania Avenue de la capital en un lujoso hotel que abrió sus puertas poco antes de las elecciones, en la misma calle que la Casa Blanca. Fue la encargada de presentar a su padre cuando éste anunció su candidatura y también defendió al magnate en la Convención Nacional Republicana, donde fue coronado candidato oficial del partido.

Ivanka se pasó al judaísmo para casarse en 2009 con Jared Kushner, un inversor inmobiliario propietario de la cabecera neoyorquina New York Observer. Kushner se ha ganado la confianza de su suegro y a él se le atribuyen también los resultados del 8 de noviembre.

Forbes, el único medio que ha logrado entrevistar a Kushner sobre Trump y las elecciones, afirma que el yerno transformó una campaña desestructurada en una ganadora. Se encargó de sus esfuerzos digitales y montó un potente equipo de datos secreto, exprimiendo cada dólar que recibía la campaña. Así, lo que desde fuera pareció hasta el final una campaña caótica en realidad se había convertido en una operación meticulosamente orquestada. “Preguntaba: ¿'cómo podemos llevar el mensaje de Trump a ese consumidor con la mínima cantidad de gasto?'”, contó a la revista.

Se ha rumoreado que Kushner fue el responsable de que el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, abandonara el equipo de transición de Trump para ser sustituido por el vicepresidente electo, Mike Pence, ya que Christie había encarcelado años atrás a su padre. Pero desmintió los rumores ante Forbes: “Hace seis meses el gobernador Christie y yo decidimos que estas elecciones eran mucho más importantes que cualquier diferencia que hayamos podido tener en el pasado y trabajamos muy bien juntos”. Si formará parte del nuevo Gobierno es la gran incógnita, debido a la legislación vigente contra el nepotismo. El New York Times asegura que Kushner ha buscado consejo legal para encontrar una vía para circunvalar estas restricciones.

Donald Jr. y Eric, que hicieron campaña por su padre en estados como Carolina del Norte o Colorado, capitanerán la Organización Trump mientras su progenitor haga lo propio con el país, según ha adelantado el presidente electo.

Donald Trump y sus hijos Donald Jr (izq) y Eric (drcha) en un acto de campaña Gtres

Donald Jr. se sumó al negocio en 2001 y hoy es un vicepresidente ejecutivo. Según la Organización Trump, dirige la adquisición y desarrollo de proyectos por todo el mundo, de China a Europa del Este. Durante la contienda electoral desató polémica con un comentario en el que comparaba a los refugiados sirios con gominolas. “Si tuviera un bol de Skittles y te dijera que tres de ellos te matarán, ¿cogerías un puñado?”, tuiteó.

The Wall Street Journal, que considera al hijo mayor de Donald Trump un posible emisario del nuevo presidente, informó de que en octubre Donald Jr. se reunió en privado con personalidades en París para encontrar maneras de cooperar con Rusia y poner fin a la guerra de Siria.

Eric Trump, también vicepresidente ejecutivo, propulsa el negocio del golf de los Trump. Ha defendido a su padre a capa y espada -entre otras cosas, que el republicano no hiciera pública su declaración de la renta-, ha atacado a Hillary Clinton y ha recorrido el país pidiendo el voto por el aspirante republicano. El día de las elecciones infringió las reglas de Nueva York al divulgar una fotografía de su papeleta electoral, en la que estaba marcada el nombre de su padre.

El equipo de transición de Donald Trump no respondió a una petición de entrevista de EL ESPAÑOL para discutir el papel de sus familiares en el cambio de gobierno.

No es la primera vez que familia y poder se mezclan. Milton Eisenhower asesoraba a su hermano Dwight cuando éste llevaba las riendas de EEUU, recuerda Whalen, el experto de la Universidad de Boston. “Estaba como en las sombras pero lo asesoraba en todo tipo de cuestiones económicas y de política exterior”, afirma. Un caso más notorio es el de John F. Kennedy, que nombró a su hermano 'Bobby' fiscal general de Estados Unidos.

Después de eso el Congreso aprobó una ley contra el nepotismo que impide al presidente designar a un familiar a un puesto en el Gobierno federal. Sin embargo, existe una área gris que Trump parece dispuesto a explotar, por la que un familiar tal vez podría servir como asesor del presidente de manera informal. “Trump está llevando las cosas a otro nivel”, opina Whalen. “Nadie ha testado [esa área gris] hasta el límite al que Trump parece estar testándola”.

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