Se dice de ella que es la verdadera representación del poder en Nicaragua. Es la mujer fuerte del Gobierno de Daniel Ortega y en tan sólo unos meses se convertirá en vicepresidenta. Rosario Murillo (Managua, 1951), es parte de la fórmula electoral que llevará al actual presidente a un tercer período consecutivo, porque la pareja no tendrá rivales: son los únicos candidatos en las elecciones que se celebrarán el 6 de noviembre, a pesar de las denuncias de la oposición. Así, la primera dama se convertirá también en la primera en la línea de sucesión.

De niña estudió en Suiza e Inglaterra. Tiempo después regresó a Managua y su dominio del inglés y el francés le abrió las puertas del diario La Prensa, donde siendo muy joven fue secretaria del director Pedro Joaquín Chamorro. Ese hombre es toda una figura del siglo XX nicaragüense, un héroe contemporáneo por su lucha contra la dictadura. Aquellos eran años duros en el país centroamericano, de gobiernos autócratas y represores, maneras que apunta Ortega.

En la década de 1970, Murillo se vinculó al Frente Sandinista de Liberación Nacional y también publicó sus primeros poemarios. En la guerrilla utilizó los alias “Gabriela” o “Berenice Valdemar” y bajo esos pseudónimos firmó algunos poemas. Anastasio Somoza Debayle era el dictador de turno, el último de una dinastía de tiranos. Durante la opresión, Rosario Murillo conoció la cárcel, el exilio y también al comandante Daniel Ortega, con quien se hizo pareja en Costa Rica. Él era uno de los líderes del movimiento rebelde que estaba en guerra con el poder.

El asesinato de Pedro Joaquín Chamorro por parte del régimen, pegó fuerte en la sociedad nicaragüense y desató una insurrección popular que derrocó a Somoza y derivó en la revolución sandinista en 1979. Para entonces Murillo y Ortega, miembro de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional que durante un lustro llevaría las riendas de la transición del país, ya eran una pareja de hecho.

Lealtad sin límites

Durante décadas, Rosario Murillo ha mostrado su lealtad a la figura de Daniel Ortega. En los primeros años de la revolución sandinista ella era la imagen recurrente al lado del hombre que vestía el traje verde oliva, como Claire Underwood acompaña a su marido Frank en el juego sucio de la carrera presidencial de la serie House Of Cards. Ortega, una figura fuerte que pregonaba la lucha antiimperialista cada vez que tenía oportunidad de recorrer el mundo, siempre estaba acompañado por aquella dama delgada, de cabello ondulado. En esos años se dio a conocer como “la compañera” del líder, mote que con el tiempo se convertiría en un nombre propio.

Anuar Hassan fue esposo de Murillo antes de que la revolución llegara a su vida. En una entrevista con el diario La Prensa recordó que la Rosario que compartió sus días con él poco sabía de política y era una mujer muy distinta a la poderosa Rosario de 2016. “Hoy no se mueve una hoja sin que ella lo sepa”. Hassan cree que ella ha logrado alcanzar tanto poder por ser “una mujer incansable”.

Y es que de ser la acompañante del presidente, se convirtió también en una ferviente trabajadora por ayudarlo a retomar el poder, una vez perdidas las elecciones presidenciales de 1990, 1996 y 2001. Durante los años en que Ortega estuvo en la oposición, Murillo estuvo a su lado, también cuando el escándalo sobrepasó cualquier límite.

“Daniel Ortega Saavedra me violó en el año de 1982. No recuerdo con exactitud el día, pero sí los hechos. Fue en mi cuarto, tirada en la alfombra por él mismo, donde no solamente me manoseó sino que con agresividad y bruscos movimientos me dañó, sentí mucho dolor y un frío intenso. Lloré y sentí nauseas”. El testimonio de Zoilamérica Narváez, hija de Murillo, estremeció a Nicaragua. Acusó públicamente a su padrastro por abusar de ella desde que era una niña.

Al tiempo una juez sentenció el sobreseimiento de la causa, en lo que la prensa de Nicaragua llamó un “pacto político” entre el opositor Ortega y el tambaleante presidente de entonces, Arnoldo Alemán. Para la justicia los hechos prescribieron, pero para Rosario Murillo nunca ocurrieron. Ella defendió públicamente a su compañero, tildó de mitómana a su hija, la sacrificó.

Zoilamérica Narváez vive exiliada en Costa Rica, y al enterarse que su madre sería la próxima vicepresidenta de su país escribió en su perfil de Facebook: “Sentí en mi conciencia, el dolor y la firmeza de la memoria histórica: el encubrimiento de mi madre a los delitos de abuso sexual que hice públicos en 1998. Desde entonces, mi historia de violencia se prolonga con sus actos de persecución política en venganza por la verdad que relaté y que sigue intacta muy a pesar de la impunidad jurídica y social”.

El regreso al poder

Cuando en el año 2006 Daniel Ortega volvió a la presidencia de Nicaragua, con él también regresó Rosario Murillo, pero ahora como esposa ante la ley, después de haberse casado en el año 2005. El cambio en el estado civil, tras décadas juntos y de haber procreado 8 hijos, era tan solo un indicio de la importancia que tendría “la compañera” en esta nueva etapa. Ella fue la responsable de suavizar la imagen de Ortega, de hacerlo accesible a las nuevas generaciones, a pesar de dejar a un lado a figuras históricas de la revolución sandinista, hecho que ha causado malestar en las filas del gobierno.

También era distinto su peso en las acciones ejecutivas. Murillo se convirtió en una súper ministra que “ha acumulado un poder casi total y es autoritaria”, según la describe el periodista Carlos Salinas Maldonado en un trabajo para la revista ContraPoder. Su poder ha ido creciendo gracias a su marido, aunque todavía no ha llegado a representante ante Naciones Unidas, como Claire Underwood en la serie estadounidense. Salinas Maldonado la compara con Elena Ceaușescu, esposa del dictador rumano Nicolae Ceaușescu en la era de la Unión Soviética, “con quien compartía el poder y funcionaba, de hecho, como primera ministra de la nación comunista”.

La primera dama es también la canciller en funciones. Ella, inagotable, se dirige al país todos los días, a través de los cuatro canales de televisión que controla el sandinismo, y en sus alocuciones como coordinadora del Consejo de Información y Ciudadanía lee informes sísmicos, meteorológicos, da órdenes a los funcionarios públicos y regaña a los ministros que no hacen bien sus labores. Es el rostro y la voz del gobierno.

En el último año la imagen de Murillo ha aparecido en gigantescas vallas publicitarias en distintos rincones del país, según detalla la prensa local. En varios carteles se la ve sola o acompañada por Daniel Ortega. Es la protagonista. Algunos creen que es una señal de que quiere ser presidenta del país, pero por ahora tendrá que conformarse con ser la segunda de a bordo, por lo menos de manera oficial. Su esposo logró reformar la Constitución para reelegirse indefinidamente y así ejercer el poder; ese poder que tanto los ha unido y que quedará en casa.

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