Cleveland (Ohio)

Donald J. Trump ha aceptado la candidatura presidencial del Partido Republicano con un extenso discurso distópico, nacionalista y populista, con el cual se ha presentado como “la voz” del pueblo, y ha prometido ser “considerado y compasivo” con todos, pero, sobre todo, con los norteamericanos. 

Trump ha reiterado en su mensaje las dos promesas centrales de su campaña, construir un muro en la frontera con México y renegociar los acuerdos de libre comercio de Estados Unidos para favorecer la creación de empleo en el país.

El discurso ha marcado el cierre de la convención republicana, atípica y caótica, diferente a todas sus antecesoras. Ha habido protestas, peleas, insultos y abucheos. El discurso de la eventual Primera Dama ha quedado teñido por un plagio a la actual Primera Dama. Han faltado figuras, empresas y público: durante varias noches, se vieron muchas butacas vacías en el Quicken Loans Arena. La fractura del Partido Republicano ha quedado a la vista de todos.

Pero ha sido un gran espectáculo, y durante una semana no se ha hablado de otra cosa, tal como le gusta a Trump, quien, además, tuvo la última palabra. 

“Vamos a ser un país de generosidad y calidez. Pero también vamos a ser un país de la ley y el orden”, dijo el candidato, en la apertura de su discurso. “Vamos a ser considerados y compasivos con todo el mundo. Pero mi mayor compasión será para nuestros propios ciudadanos que luchan”, ha ampliado hacia el final. 

Trump pintó un panorama sombrío que desconoció la mejora de la economía durante la presidencia de Barack Obama. Dijo que el país estaba en crisis, escogió un puñado de cifras de homicidios para sugerir que el crimen ha subido –las estadísticas oficiales marcan lo opuesto–, y afirmó que los ataques a la policía y el terrorismo amenazaba el estilo de vida de los norteamericanos. Al reafirmar una de sus promesas distintivas, Trump afirmó que renegociará los acuerdos de libre comercio de Estados Unidos, incluido el NAFTA.

“Soy su voz”, dijo, ya sobre el final del mensaje, vestido de un tono más moderado al habitual. “Así que a todos los padres que sueñan sobre sus hijos, y a cada niño que sueña sobre su futuro, le digo estas palabras esta noche. Estoy con ustedes, y voy a luchar por ustedes, y voy a ganar por ustedes.” 

La multitud, enardecida con su candidato, ha acompañado el mensaje con gritos y aplausos. Varios pasajes del discurso fueron repetidos por el público como si se tratara de una plegaria. 

División en el partido

El encuentro ha dejado a los republicanos tan divididos como al cierre de las primarias.

“¡Al carajo Ted Cruz!”, había vociferado, antenoche, un republicano, mientras dejaba el Quicken Loans Arena, enfurecido con el discurso del senador ultraconservador, el único de los 16 rivales de Trump en las primarias que estuvo cerca de presentarle un desafío. Cruz le negó su respaldo formal. “Voten a conciencia”, dijo. Dejó el escenario tapado de abucheos. 

“Con excepción de un pequeño grupo de personas que han sufrido pérdidas masivas y embarazosas, el partido está MUY unido. ¡Gran amor en la arena!”, había escrito ayer Trump en Twitter, horas antes de su discurso de cierre. En Cleveland, fue el único que afirmó eso. 

El otro gran rival de la interna que empujó hasta el final, el gobernador de Ohio, John Kasich, no sólo no pisó la convención a pesar de ser el anfitrión, sino que aprovechó la presencia de diplomáticos extranjeros para reunirse en la semana con el embajador de México en Washington, Carlos Sada Solana. No hay país más alarmado con la posibilidad de una Presidencia Trump que México. 

El “establishment”, herido y espantado, le ha dado la espalda al candidato. Ni los dos últimos presidentes republicanos, George H.W. Bush y George W. Bush, ni los dos últimos candidatos republicanos, John McCain y Mitt Romney, viajaron a Cleveland. Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes, mostró entusiasmo solo al presentar al vice de Trump, Mike Pence. 

Katie Packer, consultora política y antigua número dos de la campaña de Mitt Romney, dijo que la convención había sido una “oportunidad pérdida”. El gran objetivo de las convenciones, explicó, es mostrar al partido unido y pisar fuerte antes del tramo final de la campaña.

“Las divisiones estuvieron al descubierto, y hubo mucho enojo y miedo en vez de esperanza. No hubo un mensaje unificado, y ahora los demócratas podrán responder a todo lo que se dijo en Cleveland”, indicó Packer. “¿Significa esto que no puede ganar la elección? No, pero perdiste una oportunidad de llegar mejor”, respondió.

Además del caos y la fortísima seguridad, si algo ha distinguido a la convención ha sido el odio acérrimo del público a Hillary Clinton. “¡Enciérrenla!¡Enciérrenla!” fue uno de los cánticos favoritos de los delegados de la convención. Trump y Pence atacaron a Clinton en sus discursos. La diversidad estuvo ausente. A pesar de que el electorado de 2016 será el más diverso en la historia de Estados Unidos –el 31% será hispano, afroamericano o asiático, según el Centro Pew–, el público de la convención fue blanco y viejo. Se vieron pocos jóvenes.

Por encima de todo quedó la estelar figura de Trump, y la fractura republicana.

“Es decepcionante”, ha dicho Marianne Stearns, 61, oriunda de Pittsburgh, Pensilvania, al hablar de la fractura partidaria. “Trump ganó en buena ley a 16 candidatos, y nadie pensaba que iba a llegar tan lejos. No me gusta la división, pero creo que al final los republicanos se van a unir. Es Trump o Hillary”, cerró.

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