Roma

Desde que uno se despierta por la mañana se percibe algo raro. Silencio. Demasiado silencio. Si uno vive en Roma, independientemente del barrio en cuestión, no oye ese particular sonido que tienen las ciudades desde primera hora de la mañana. Por un momento, a eso de las siete y media, se oye sólo el camión de la basura, que funciona regularmente. De vez en cuando, pasa algún coche. A quien le guste dormir y su ventana dé a la calle, estos días va a descansar mejor que nunca. Entre otras cosas, porque el Gobierno italiano está siendo muy claro: "Quedaros en casa".

Roma y el resto de Italia conviven con el primer día de cuarentena –casi– total para contener el coronavirus. Hoy la capital se ha levantado distinta a lo normal, diferente a como suele brillar en su caótica normalidad. Hasta ayer, podía abrir los bares, pubs y restaurantes durante el día, de 06:00 a 18:00 horas, pero desde este jueves ya ni eso. Parece estar en un majestuoso pueblo de provincia, vacío, un día de huelga general.

Las patrullas de las fuerzas del orden circulan con normalidad. De vez en cuando paran a alguien, para recomendarle que permanezca en casa, siempre que le sea posible. Regularmente, piden a los peatones, con educación y una distancia de seguridad de un metro, el motivo de su desplazamiento: "Estoy yendo a comprar unas cosas al supermercado", le dice una señora mayor a un agente de los carabinieri, la policía militar italiana.

"Pero no se preocupe, ¡eh! Mantendré el metro de separación!", añade ella entre risas. Las personas entran con orden en los supermercados, manteniendo un metro de separación. Si el aforo aumenta, muchos deciden libremente hacer una cola en el exterior, entrando sólo si otros salen.

Bien es cierto que el objetivo del Ejecutivo italiano de Giuseppe Conte es limitar al máximo los desplazamientos, pero hay excepciones: hacer la compra, si se puede optar por el teletrabajo, dar un paseo evitando las aglomeraciones, sacar al perro, motivos de fuerza mayor. De hecho, hay gente que pasea por la calle, eso sí, de forma dispersa. Se puede decir que en Italia hay un cierre total, pero no un vacío total.

"Perdona, Manuel, si no te importa déjame el dinero en la mesa, que yo lo cojo", me dice la panadera Carla, con mascarilla en la cara y guantes de látex en las manos, igual que el resto de sus compañeros. "Ostras, perdóname, no me acordaba, la falta de costumbre", le digo. "No te preocupes, nos pasa a todos, incluso a nosotros que trabajamos aquí. Habrá que acostumbrarse". Y añade: "Mira ¿sabes qué te digo? Que toda prevención es buena y si hay que hacer esto, tendremos que actuar en consecuencia", admite: "Además, a nosotros no nos han cerrado la actividad".

Sólo servicios básicos

En el nuevo decreto ley del premier Giuseppe Conte, aprobado este miércoles por la noche, se exige el cierre de todos los tipos de comercios pero con tres grandes excepciones: supermercados, farmacias y fruterías. Esto, a pie de calle, está permitiendo que los italianos no estén yendo en masa a hacer la compra con el medio a que no haya comida. El Gobierno transalpino ha sido claro: "No hace falta, porque el transporte de mercancías quedará intacto".

Además, hay otros servicios básicos garantizados: gasolineras, quioscos de prensa, mecánicos, bancos, estancos. Incluso tintorerías: "Hemos tenido que poner marcas en el suelo", a modo de X, "en tramos de un metro, para que los clientes no se agolpen y no se acerquen demasiado a nosotros", explica Fabrizio, un profesional de confianza a pocos metros de la panadería de Carla.

Dirección al centro de la capital italiana. Era cuestión de tiempo que las fuerzas del orden pararan también a un servidor. "Documentación, por favor", pronuncia el agente de la Policía de Estado italiana, cerca de la avenida Víctor Manuel, en pleno centro de Roma.

Sólo supermercados y farmacias permanecen abiertos en Italia Efe

Tras enseñar el documento de identidad, pregunta: "¿Por qué se está desplazando?". "Por razones de trabajo, pertenezco a la prensa extranjera", contesto. Y añade: "¿Le importaría enseñarme un carnet profesional, por favor?". Tras mostrárselo, se despide en español: Muchas gracias, amigo. Que tenga un buen día. Yendo hacia el centro, se ven con frecuencia a ciclistas encargados de entregar la comida a domicilio. Toda la hostelería debe permanecer cerrada, pero el Ejecutivo permite, sin embargo, reforzar este tipo de actividad.

Sin turistas ni contaminación

La Piazza Navona, una de las más conocidas de Roma, no parece la misma. Normalmente está llena de turistas, romanos y artistas callejeros. Hoy, sin embargo, lo único que se oye es el sonido de las fuentes y las gaviotas, hasta el punto que producen eco. Hay un pobre hombre pidiendo limosna, en el peor día para hacerlo ante un decreto ley que pide un metro de distancia para todos. De vez en cuando, se ve algún turista, más desubicado que otra cosa.

"Es importante que los ciudadanos respeten las nuevas medidas, porque sirven para aislar lo mejor posible el virus", comenta otro agente de la Policía de Estado dentro de una patrulla. "Todos tenemos que hacer esfuerzos y sacrificios. Es cierto que hay excepciones, pero en la medida de lo posible las personas tienen que intentar quedarse en casa el máximo tiempo posible y seguir las recomendaciones básicas". Así pues: lavarse las manos a menudo, salir lo menos posible, un metro de distancia en sitios públicos, evitar aglomeraciones.

Laura, romana de 46 años, y su hija, de 14, están paseando por la zona histórica de la capital italiana. Lo hacen tranquilamente, se nota que, dentro de las excepciones permitidas por el Gobierno italiano, están haciendo buen uso de la breve salida exterior, alejadas de la muchedumbre: "Una horita de paseo, aunque sea. No se puede estar en casa completamente encerradas". Aunque demuestra total seguridad y determinación por su comportamiento, admite: "La situación es de incomodad y de cierta preocupación. Pero el discurso de ayer por la noche de Conte nos ha tranquilizado y nos ha hecho a todos más diligentes". A la confianza y la resignación de esta romana se une un consejo para los españoles: "Deberían hacer lo mismo, quedarse en casa". 

Sin embargo, Laura tiene incluso otra lectura de lo que está corriendo: "Esto nos tiene que hacer reflexionar desde un punto de vista ambiental". Y se explica: "Roma tiene hoy otro color, mejor del que ya tiene habitualmente. Hay menos contaminación. Esto tiene que invitarnos a hacer las cosas de otra manera, de forma generalizada ¡Mira qué color tiene hoy el cielo de Roma!".

Ambas están aprendiendo a rehacer su vida, desde el hogar: "Ella estudia desde casa", en referencia a su hija, "y yo me dedico a teletrabajar, porque puedo. Hay otras personas que tienen su actividad de trabajo completamente bloqueada". Pero no todo son obligaciones: "Estamos divirtiéndonos mucho. Muchas películas, muchas series, muchos videojuegos". Y advierte: ¡Claro que saldremos de ésta!", asegura Laura mientras se aleja con su hija yendo en dirección a casa.  

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