Roma

Como ponerle puertas al campo, pero en tiempos del coronavirus. El Gobierno italiano de Giuseppe Conte apuesta por medidas drásticas para frenar la imparable ola de contagios. La última medida, un decretazo que impone una separación de un metro para todos los habitantes de las zonas más afectadas.

Si por un lado vuelven a ser más accesibles los lugares y monumentos públicos, especialmente en las regiones norteñas de Lombardía, Véneto y Emilia-Romaña; el Ejecutivo italiano apuesta por esta sorprendente normativa: una "distancia de seguridad" que se debe aplicar entre las personas en todo lugar público: sobre todo bares, iglesias, restaurantes y museos. Se supone que así hay menos probabilidades de contraer el coronavirus.

No obstante, para muchos expertos la separación idónea sería entre 1,5 y 2 metros, el Ejecutivo del país transalpino quiere apostar así por un complicado equilibrio entre prevención y vida normal. Pretende también reducir, de alguna manera, el estado de alarma que se ha instalado en Italia tras semanas de cuarentena y restricciones en algunas zonas.

Reuters

La idea fundamental del nuevo decreto es evitar las aglomeraciones de personas. En este caso, se habla de las regiones de la Zona 2, o zona amarilla, que están fuera del foco del contagio pero en máxima alerta, al menos hasta la semana que viene. Muchas regiones pararán las clases en guarderías, colegios y universidades; mientras que se prohíben todo tipo de excursiones a lo largo y ancho del país con forma de bota

En la Zona 2 permanecerán cerrados "cines, teatros y discotecas" y todo tipo de centros deportivos; y no se podrán celebrar "ceremonias religiosas". En dicho sector, los museos y otros entes culturales pueden permanecer abiertos, siempre y cuando se logre respetar la "distancia de seguridad". Lo mismo vale para las tiendas.

Caos en la respuesta

¿Pero por qué esta medidas tan drástica? En primer lugar, porque aunque los italianos empiezan a convivir con cierta normalidad el fenómeno del Covid-19, el número de contagios sigue aumentando paulatinamente, y el balance ya roza los 2.000 afectados.

Hay quien descalifica las actuaciones del Gobierno Conte para prevenir los contagios como una invitación a la psicosis, pero la actual determinación se debe, más bien, al caos organizativo de los últimos días. El jefe del Gobierno habla de una "emergencia nacional" cuando, por otro lado, invita a la "tranquilidad". Él mismo admitió, la semana pasada, que había una gran "descoordinación" de las regiones con el Gobierno de Roma y que estaba dispuesto a "quitarle las competencias de sanidad" a las mismas. Por si no fuera suficiente, el estilo sosegado y elegante del premier no le ha impedido meter la pata a la hora de culpar al hospital de Codogno, el foco de la epidemia, de ser el "responsable del contagio".

Muchas son las críticas que le están cayendo al Ejecutivo transalpino, sobre todo por parte de los medios de comunicación del país. Curiosamente, no tanto por las extraordinarias medidas de prevención, que también, sino sobre todo por el cómo las ha comunicado a la población.

El premier Conte, en su deseo de extremar todas las precauciones sanitarias, ha logrado un efecto contraproducente, alertando a los italianos mucho más que el propio coronavirus. Sólo con decir que, a menudo, los Consejos de Ministros se han celebrado en la sede de la Protección Civil, en Roma, como si de un terremoto de tratara. En los últimos días, diferentes periodistas de diferentes medios apelan a una "responsabilidad comunicativa" para que no haya informaciones contradictorias: "Italia es un país perfecto para viajar" dijo hace unos días Conte mientras decenas de naciones del mundo empezaban a prohibir vuelos procedentes de Italia.

En el bar: ni acercarse a la barra

"El turismo está de rodillas y es un verdadero problema nacional", explica el líder de la oposición, el soberanista jefe de la Liga, Matteo Salvini, quien añade: "Hacen falta medidas extraordinarias" para curar, dice, "una emergencia económica a nivel nacional", afirma el líder soberanista, que quiere aprovechar cualquier situación para subrayar los errores del Gobierno italiano. Por su parte, el premier Giuseppe Conte asegura que Italia necesita "unidad" a la vez que admite que solo "en cuestión de algunas semanas tendremos más informaciones para que los expertos hagas sus previsiones".

A priori, a pie de calle, parece bastante difícil que se puedan aplicar a rajatabla la nuevas medidas. Los clientes de un bar deberán ser atendidos siempre en las mesas, así que nada de acercarse a la barra. Pero ¿qué pasa si al camarero se le olvida el azúcar y el cliente se dispone a coger por su cuenta, sin caer en ello, un sobre de sacarina? ¿Alguien va a impedírselo? ¿Quién, en la práctica, tendrá la responsabilidad de ello? ¿Será multado o se recurrirá a una solución amigable e informal?

"Uno no sabe ya que pensar", explica Paolo, empleado de 59 años, cerca del Coliseo, en Roma: "Primero aíslan a diez pueblos y después nos convencen de que tenemos que estar tranquilos", añade, haciendo hincapié en el hecho de que ahora, según él, los medios de comunicación son precisamente los que están "llamando a la calma". Laura, una profesora de Historia, opina que "al menos, dentro del clima de preocupación, cualquier prevención es buena. Y el Gobierno ha querido dar una señal de tranquilidad con medidas, eso sí, un poco extremas".

Cuarentena en la 'zona roja'

Actualmente, resumiendo las ideas clave del nuevo decreto ley del Gobierno italiano, firmado también por el ministro de Sanidad, Roberto Speranza; va a haber tres grandes zonas diferenciadas. La Zona 1, conocida también como la zona roja, es aquella donde se han tomado las medidas más duras, donde nadie puede salir ni entrar del perímetro que mantiene aislados a 11 pueblos al sur de Milán –con epicentro en el pueblo de Codogno– y donde los contagiados de tipo leve, el 85% de los casos, junto a los asintomáticos, deberán permanecer en cuarentena todavía una semana más. En este sector sólo podrán permanecer abiertos supermercados y farmacias.

La Zona 2, por otro lado, reúne a las regiones de Lombardía, Véneto y Emilia-Romaña; las que, dentro de la normalidad, están manteniendo la máxima atención para evitar el contagio. La Zona 3, finalmente, se extiende a todo el resto de Italia. En este caso, la prevención se resume en la presencia de líquidos antigérmenes en todas partes, en la desinfección extraordinaria de los medios de transporte públicos y en el impulso del teletrabajo cuando sea posible. En la mayoría de ciudades de Italia, de hecho, son muy pocos los que llevan puestas mascarillas, aunque en las farmacias estén prácticamente agotadas.

Gente con mascarillas Reuters

Atendiendo a los datos ofrecidos por las autoridades italianas, el número total de contagiados por Covid-19 es de 1.835 personas, a los que hay que sumar 52 fallecidos –en su mayoría fallecidos con coronavirus y no por coronavirus–. Por otra parte, los medios de comunicación italianos hacen hincapié en los primeros 150 que han conseguido curarse aun habiendo contraído el Covid-19.

Los italianos que sigan, por ejemplo, a sus autoridades locales o regionales en la red social Facebook, están comprobando de primera mano cómo sus alcaldes tratan de informar constantemente a sus conciudadanos. Lo hacen a través de post con todo tipo de material útil para entender cómo hay que comportarse durante esta alerta sanitaria por coronavirus. En todo momento, los ayuntamientos, incluso aquellos que están fuera de riesgo, ofrecen información a la ciudadanía actualizándola acerca de los posibles contagios dentro del término municipal de su localidad. 

'Droplet' hasta en el Vaticano

La medida de una "distancia de seguridad" de un metro está íntimamente ligada al concepto inglés de droplet, un término que se podría traducir como "goteo" en español. Y es que a una distancia muy cercana, las personas pueden emitir o recibir pequeñas gotas de saliva u otras sustancias mientras hablan, tosen o estornudan. Lo cual se trata de un elemento fundamental al ser el Covid-19 un virus que se transmite, principalmente, de forma aérea y a través de un contacto cercano entre personas.

Una de las primeras instituciones, lejanas al foco de contagio, que han aplicado la distancia de seguridad de un metro entre personas ha sido el Vaticano. Ha sido este domingo a mediodía, en coincidencia con el Ángel del Papa Francisco. En los controles para los accesos a la Plaza de San Pedro, de hecho, se ha respetado la nueva distancia de seguridad. En los últimos días, además, ha sido muy llamativo el cierre de la primera iglesia en Roma debido al coronavirus.

Se trata de la conocidísima San Luis de los Franceses, templo cuyo interior conserva tres grandes obras del pintor barroco Caravaggio. Uno de sus sacerdotes, un ciudadano francés de 43 años, ha resultado ser positivo al Covid-19 y ha sido trasladado a París. Mientras tanto, muchas iglesias de la ciudad eterna han decidido tomar precauciones: nada de recibir la comunión, ni de intercambiar agua bendita. Muchos párrocos han invitado a sus feligreses incluso a dar la paz no con las manos, sino haciendo una reverencia. Habrá que comprobar si los fieles, también en estos casos, estarán dispuestos a rezar con una distancia de seguridad.

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