Caracas

En el subsuelo venezolano reposa la mayor reserva probada de petróleo del planeta. Son 298.350 millones de barriles de crudo, que podrían cubrir la demanda actual de Estados Unidos para los próximos 70 años, según datos del Ministerio de Petróleo del país sudamericano. Un verdadero océano de combustible, de riqueza, que, sin embargo, no se corresponde con lo que viven los venezolanos en la superficie.

La abundancia de petróleo contrasta con la escasez de todo lo demás. No hay suficientes alimentos y por eso se forman las largas colas de gente que se pelea a las afueras de los supermercados por conseguir algo para comer en casa. Tampoco hay medicinas para todos, ni repuestos para poner en marcha los 18.000 tractores que permanecen parados en el campo, según cifras de la Federación Nacional de Ganaderos.

Venezuela, el país petrolero, es campeón mundial en inflación. Lleva tres años liderando la tabla y ni un Sudán en conflicto podrá arrebatarle el primer puesto en 2016. El Fondo Monetario Internacional, en el informe denominado Perspectivas económicas: las Américas, proyecta que la inflación será de 720% en el país gobernado por Nicolás Maduro.

Luis Garicano, responsable de economía de Ciudadanos, ha comparado el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita de Venezuela con el de Noruega. Ambas naciones son miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y en 1960 la producción de bienes y servicios era muy parecida, pero la brecha hoy en día es enorme. Los europeos tienen un PIB casi seis veces mayor, si se toman en cuenta los datos históricos del Banco Mundial.

“Venezuela fue un país muy exitoso precisamente por la renta petrolera hasta los años 70. Esa renta le permitió al país financiar la modernización de los servicios”, recuerda Humberto García Larralde, presidente de la Academia de Ciencias Económicas de Venezuela.

Noruega y Venezuela son exportadores de petróleo. Pablo Mayo Cerqueiro

¿Cómo se explica entonces que un país rico como Venezuela sea tan pobre? La respuesta, para muchos, tiene que ver con el propio petróleo, la caída de su valoración en el mercado, pero sobre todo con el manejo y la relación social que históricamente los caribeños han tenido en torno a este recurso, que García Larralde resume de esta manera: “El Estado perceptor de la renta petrolera se convirtió en el agente económico fundamental”.

El “excremento del diablo”

Juan Pablo Pérez Alfonso (Caracas, 1903 – Washington D.C., 1979), fue un diplomático y político venezolano que se hizo mundialmente reconocido por haber impulsado la creación de la OPEP en 1960. Él bautizó al petróleo como “el excremento del diablo”, por el efecto que tiene en el manejo de la economía de algunos países.

Desde el nacimiento de la industria petrolera venezolana a principios del siglo pasado, el país ha tenido que lidiar sin éxito con el “rentismo”, esa circunstancia producto de la explotación y venta de un bien bajo un régimen de monopolio estatal, tal como lo define José Ignacio Moreno León, profesor universitario y miembro de la Academia Nacional de la Ingeniería y el Hábitat de Venezuela.

Moreno León se basa en el concepto “ogro filantrópico” para explicar cómo en Venezuela, desde que el petróleo empezó a ser el factor protagónico en la economía del país, el Estado manejó el recurso de forma monopolizadora y “adquirió un poder tan grande que ha degenerado en estatismo, presidencialismo, clientelismo y todos esos derivados”.

Este concepto se trata de una figura utilizada por el mexicano Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura (1990), para enmarcar al Estado autoritario, retratado por él como “un amo sin rostro, desalmado y que obra no como un demonio sino como una máquina”. En sus palabras: "fuera del Estado no hay nadie".

El exrector de la Universidad Metropolitana en Caracas, recuerda que pensadores venezolanos como Alberto Adriani, primero, y Arturo Uslar Pietri, después, hablaron de la necesidad de que los recursos producto del petróleo se reinvirtieran en fortalecer a la agricultura venezolana para hacerla más competitiva, eso que llamaron “sembrar el petróleo”.

“A medida que fue avanzando el país y se fue diversificando la economía, Uslar en sus últimos mensajes hablaba de sembrar el petróleo en educación para romper con la cultura rentista y construir una sociedad productiva, proactiva, competitiva, que hiciera al país capaz de insertarse en estas nuevas realidades globales  del conocimiento y la innovación”, destaca Moreno.

Es en ese punto donde nace la gran diferencia entre noruegos y venezolanos al momento de abordar el tema petrolero.

Fondo de ahorros

Los nórdicos entendieron que se debía crear un fondo con el excedente de la renta de combustibles para afrontar momentos en los que la volatilidad del mercado mundial estuviera en días bajos.

Ellos diversificaron su producción, mientras que los venezolanos con el paso de los años abandonaron el campo y abrazaron la idea de ser un país monoproductor. A través de los distintos gobiernos que en las últimas seis décadas han pasado por el Palacio de Miraflores, “privó la idea de que el Estado siguiera manejando el petróleo como una arma de control político y de control social”, puntualiza Moreno León.

A estos fondos de estabilización, también llamados fondos de ahorro intergeneracional, entran los ingresos petroleros “y el Gobierno extrae o utiliza un 4% o 5% de lo que genere”, comenta el economista Luis Oliveros.

La experiencia de Noruega también la han aplicado otros países petroleros como Arabia Saudí o Catar. Venezuela lo intentó con el Fonden creado durante el Gobierno de Hugo Chávez (2005), pero “terminó siendo un fondo de gastos para ganar elecciones o para gastar en amigos, y nunca para estabilizar o mejorar la economía”, dice Oliveros.

Él resalta que por el correcto manejo que han hecho los noruegos de sus ahorros, la economía ha podido crecer, a pesar de que caiga el ingreso petrolero.

Por eso es que García Larralde remarca que “el Gobierno no puede manejar a discreción la renta petrolera”.

En opinión del ingeniero Moreno León, la cultura rentista “es lo más difícil de superar”, sobre todo en lo que respecta a la “visión cortoplacista” que genera sobre el manejo de los recursos petroleros, con lo que se alimentó “lo más grave del modelo: la corrupción”.

Despilfarro y corrupción

La historia de las crisis venezolanas en los últimos 36 años va de la mano de la fluctuación de los precios petroleros. La sociedad ha vivido en una especie de montaña rusa que ha tenido momentos de bonanza, como los vividos bajo los Gobiernos de Carlos Andrés Pérez (1973-1978) y Hugo Chávez (1999-2013), y tiempos de carencias y dificultades, como cuando gobernaba Jaime Lusinchi (1983-1988) o Nicolás Maduro (2013 hasta la actualidad). Todos influenciados por la cotización petrolera y signados por el rentismo.

En la década de 1970 nació “la gran Venezuela” y el país quiso dejar de ser subdesarrollado para ser desarrollado en corto tiempo, comenta el economista García Larralde. “Hubo enormes inversiones, la industria petroquímica, infraestructura, hubo decretos de aumentos de sueldos y salarios que no guardaban relación con la productividad, una serie de esfuerzos o intervenciones con miras supuestamente a acelerar el desarrollo del país pero que en el fondo distorsionaron enormemente la actividad económica”.

Esa prosperidad era ficticia, dependía del precio del petróleo en el mercado y tan sólo unos años después, con la caída del valor del crudo, quedó en evidencia lo decisivos que eran los controles, las regulaciones, la debilidad institucional “y el papel protagónico del Estado”, destaca García Larralde.

A mediados de la década de 1980 comenzaron las protestas, las devaluaciones del bolívar y la inestabilidad que derivó en los golpes de Estado militares de 1992, liderados por Chávez, entonces un desconocido teniente coronel del Ejército.

Humberto García Larralde recuerda que la renta petrolera durante la década de 1990 no permitió aumentar el crecimiento y el bienestar de la población “porque cayeron los precios” del crudo. “El país no supo o no pudo hacer el cambio hacia una economía de exportación de otros rubros”. Esta crisis prolongada fue aprovechada por Chávez, esta vez en las urnas.

Una vez en el poder, Chávez “no hizo nada nuevo en la economía sino que acentuó las consecuencias lógicas del rentismo petrolero y tuvo la suerte de contar luego en el año 2003-2004 con unos precios que jamás habían existido en el país”, explica García Larralde. En efecto, durante varios años la cesta de crudo venezolano se cotizó por encima de los 100 dólares por barril, un precio muy diferente a los 10 dólares por barril cuando el chavismo llegó al poder. “Eso le dio recursos financieros formidables para manejar directamente en lo personal la actividad económica”.

Entonces nacieron las misiones sociales con las que “indudablemente mejoró el nivel de consumo de mucha gente, porque había recursos en abundancia”, acota García. Pero con ello “se destruyó la economía privada a través de la confiscación de empresas, a través del acoso”. También se engordó a la corrupción que, según las denuncias hechas por exministros del chavismo como Jorge Giordani o Héctor Navarro, ha llevado a que se fugaran 259.000 millones de dólares en lo que han calificado como un “desfalco continuado a la nación”.

“Por eso estamos donde estamos, con el agravante de que pareciera que no nos queda más tiempo para corregir las cosas que hay que corregir”, dice Moreno León, quien lamenta que Venezuela perdiera los tiempos de vacas gordas para haber crecido como país potencia. “La gran oportunidad se nos fue en corrupción y en un manejo poco eficiente de los recursos”.

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