Bella Hadid en el evento de lanzamiento de su marca Kin Euphorics.

Bella Hadid en el evento de lanzamiento de su marca Kin Euphorics. Getty Images

Protagonistas

No beber está de moda: Bella Hadid y otras estrellas que se suman a la vida sin alcohol (y hacen de ella un buen negocio)

La cultura del 0,0 seduce a las celebridades y les permite formar parte de una industria que gana adeptos, especialmente entre la generación Z.

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Alba Díaz
Publicada

Cuando el legendario Dean Martin, de Rat Pack —el grupo que definía el éxito en los 60—, vestido con un esmoquin impoluto salía al escenario de Las Vegas con un vaso de whisky en la mano, los fans le gritaban: '¡Bebe, Dean, bebe!'. El rey del cool, como lo denominaron, bebía un sorbo infinito sin que el público supiera que el vaso solo contenía… zumo de manzana.

El exceso era parte del show, no de la performance. Resuena también la célebre frase de Peter De Vries, esa advertencia convertida en lema para generaciones de periodistas y escritores: 'Soy escritor. Escribo ebrio. Edito sobrio'. Durante casi un siglo, la copa fue más que un adorno; fue una especie de insignia del éxito.

En los años 50, un Martini no era sólo un trago, era una declaración. La cocktail culture era el ritual moderno del éxito: el ejecutivo de Mad Men, el glamour de Sinatra, las heroínas de Hitchcock con copa en mano. Más tarde, en los ochenta, Studio 54 convirtió el desenfreno en arte.

A principios de los 2000, la cultura pop coronó la resaca como estilo de vida. Lindsay Lohan salía del coche, Paris Hilton sonreía detrás de unas gafas de sol gigantes y las revistas medían el estatus en botellas descorchadas.

El clímax llegó en los años 90 y 2000, una era donde las marcas de lujo —Moët & Chandon, Grey Goose…— cimentaron el éxito visual: la copa en mano se convirtió en el producto simbólico de la fama. Pero la historia dio un giro. En algún punto entre el auge de los wellness influencers, la pandemia y la cultura de la salud mental, ese glamour cambió.

El foco de la nueva élite

Lo cool ya no es perder el control, sino conservarlo. A mediados de los 2010, las mismas celebridades que habían construido su marca sobre la fiesta empezaron a hablar de sobriedad, salud mental y bienestar.

Demi Lovato lo contó de forma descarnada y Adele reveló que había dejado de beber tras un periodo turbio; mientras que la modelo Bella Hadid lanzó una bebida sin alcohol, Kin Euphorics, que prometía ‘Todo felicidad, nada de alcohol’.

Gran parte de este cambio lo lidera la Generación Z, mucho más preocupada por la salud mental y el rendimiento que por la euforia. Según NCSolutions (2025), un 65% de jóvenes estadounidenses planea reducir su consumo de alcohol y un 39 % quiere adoptar un estilo de vida sober curious.

En redes, la sobriedad se ha convertido en estética: móctels de colores en lugares chic, hashtags como #SoberIsSexy y orgullo transformado en madrugones matutinos en clubs de running. Beber ya no significa renunciar, sino una especie de rebranding de la que se han aprovechado también las celebridades para hacer… ¿negocio?

El discurso del bienestar

Mientras que Zendaya afirma que su vida 'es demasiado estresante como para necesitar ayuda para relajarme tomando un cóctel. No quiero que beber se convierta en un vicio. ¿Por qué probar algo si no lo necesitas?', su prometido, Tom Holland —Spiderman—, aprovecha cualquier ocasión para comentar lo terrible que fue depender del alcohol.

El actor decidió dejar la bebida después de un diciembre de excesos y terminó fundando una marca de cerveza sin alcohol, BÉRO. En el podcast On Purpose de Jay Shetty, Holland reveló que la razón por la que decidió dejar de beber fue porque era ‘definitivamente adicto al alcohol’.

Desde su creación en 2024 hasta hoy, la marca de Holland ha acumulado un aumento de ingresos del 9,67% según InvestingPro. Sus millones de seguidores, los eventos en medio de certámenes como Wimbledon o su promoción en programas de late nights estadounidenses en máxima audiencia han, sin duda, ayudado.

Los actores Zendaya y Tom Holland, en una foto de archivo.

Los actores Zendaya y Tom Holland, en una foto de archivo. Yui Mok GTRES

El auge de marcas de alcohol propiedad de los famosos no es casual. Hay varios factores que explican bien por qué las celebrities se atreven a apostar por esta industria, como los altos márgenes de beneficio (es uno de los sectores de bienes de consumo más rentables) o la lealtad e influencia en los fans (su imagen les da una clara ventaja competitiva).

También, la expansión de la propia marca personal en un tiempo en el que las fuentes de ingresos tradicionales provenientes de Hollywood están en detrimento debido a las plataformas de streaming como Netflix o AppleTV. El cambio de hábito de consumo en la industria ha provocado iniciativas empresariales que son, incluso, más influyentes que las anteriores.

Como ejemplo, Ryan Reynolds, que adquirió en 2018 una parte de Aviation American Gin y que desde su compra ha ocupado uno de los puestos más destacados en la promoción de bebidas alcohólicas entre los famosos.

El actor utiliza varias plataformas de la marca alcohólica, y es que su perfil en YouTube, donde habla de estos productos, cuenta con más de cuatro millones de suscriptores.

En la línea de Reynolds apareció en escena también Jennifer López, que ignorando que su exmarido, el actor Ben Affleck, ha luchado contra la adicción desde los 15 años y ahora vive en recuperación, ha decidido llenar Instagram (donde cuenta con 247 millones de seguidores) de promociones de su propia marca de spritz, Delola.

Por otro lado, pululan por esta nueva estrategia de negocio ‘sin’ otras celebrities como Katy Perry con su línea de aperitivos sin alcohol De Soi y la actriz Blake Lively con su empresa de refrescos espumosos Betty Buzz, han seguido esta tendencia, demostrando que existe un apetito masivo por opciones saludables.

En este camino de la sobriedad se cruzan la fama y el negocio lucrativo, transformando esos viajes personales en una tendencia global.

Un despertar colectivo

El giro no es nada casual. La pandemia acentuó la introspección y la necesidad del autocuidado; el auge del wellness convirtió la moderación en aspiración estética; y la cultura digital volvió la intimidad pública. Lo que antes se ocultaba —una rehabilitación, un proceso de desintoxicación— hoy se comparte como testimonio.

Ser sobrio ya no es ser aburrido: es ser consciente. Ahí entra el capitalismo más despiadado, que siempre sabe reciclar virtudes, en forma de marcas luxury de leggins, bebidas sin alcohol como el matcha y plataformas como Instagram o TikTok que las viralizan en cuestión de segundos.

La industria, claro, se adaptó a este nuevo despertar. El mercado de bebidas sin alcohol crece un 7% anual en Europa según MarketDataForecast (2025). Las barras de los bares ofrecen móctels elaborados con el mismo entusiasmo que un Negroni; alegando una supuesta 'hidratación prémium'.

Las estadísticas confirman que la Generación Z es la que mejor ha entendido este nuevo idioma, alejándose del exceso, valorando la salud mental como su activo más preciado. La tendencia se refleja en el mercado: el de las bebidas no-alcohólicas es ya un gigante valorado en 614.720 millones de dólares, con un crecimiento del 5,2%.

La cerveza sin alcohol representa más del 15% del mercado cervecero en España según ReportLinker. Mientras que el 58% tiene previsto probar una bebida sin alcohol en 2025, hay una en particular que está despertando interés: las bebidas con THC y CBD: el 37% de los millennials quieren probar una 'sin' con estos componentes en 2025.

Si bien la curiosidad por su sabor lleva a muchos a probar las bebidas sin alcohol, su aspecto también inspira a la gente a pedirlas. Uno de cada cinco admitió haber probado una bebida 0 simplemente porque le parecía atractiva. Para otros, no se trata tanto del sabor y el aspecto, sino más bien de encajar con los demás.

Más de uno de cada 10 (13%) ha pedido una bebida sin alcohol para no ser la única persona de la mesa sin bebida. Estas bebidas 0,0 son cada vez más populares entre las embarazadas o en periodo de lactancia.

Los 'mocktails' son la nueva moda entre los más jóvenes.

Los 'mocktails' son la nueva moda entre los más jóvenes. iStock

En 2023, el 25% de las mujeres que dieron a luz en los últimos tres años tomaron una bebida sin alcohol durante el embarazo o la lactancia. En 2024, ese porcentaje aumentó hasta el 39%.

No tanto qué sino dónde

La tendencia ya no pasa solo por qué se bebe, sino por dónde. En 2025, más de uno de cada cinco consumidores (22%) planea visitar un bar sin alcohol. La generación Z lidera esta corriente: el 41% afirma tener intención de ir a uno.

A medida que el universo sober gana terreno, el 43% de esta generación se muestra más dispuesta a probar una bebida si se alinea con un estilo de vida sobrio, reafirmando su preferencia por marcas con propósito.

Además, más de uno de cada cuatro jóvenes —tanto de la generación Z como de los millennials asegura haber probado una bebida sin alcohol por recomendación de un personaje famoso o un influencer.

En un panorama donde la sobriedad ya no se asocia con la abstinencia sino con la elección consciente, las celebridades que invierten en marcas sin alcohol no solo capitalizan una tendencia: también reescriben el guion de los nuevos hábitos sociales y de consumo.

Lo cool ya no es perder el control, sino mantenerlo con estilo y publicarlo en tus redes. En el fondo, lo importante ya no es qué bebes, sino que todos sepan por qué no lo haces.

Si tú o alguien cercano está pasando por una adicción o un problema con el consumo de sustancias es fundamental buscar apoyo profesional. El Servicio de Prevención de Adicciones (PAD) de España es una referencia clave. Puedes ponerte en contacto con ellos de forma confidencial a través de sus líneas telefónicas: 914 800 080 y 699 480 480.