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En el patio del colegio hay un grupo de niños de nueve años que tienen atemorizada a Alicia. Uno de ellos le espeta: "Si no haces tics te dejamos ser nuestra amiga". Pero ella no puede, padece el síndrome de Tourette. Es un trastorno neurológico que provoca movimientos involuntarios e incluso hace emitir palabras o sonidos en alto de manera inconsciente.

Por los pasillos se oyen risas y comentarios a su paso y, una vez dentro del aula, el trato no mejora. Una profesora le suspende porque no es capaz de exponer un trabajo y otra, le manda a la mesa del fondo ya que "no puede concentrarse" con sus espasmos.

Alicia González (Madrid, 2000) sufrió bullying durante toda su infancia y adolescencia, y según explica a Magas, esto le llevó a cambiar de centro educativo hasta en cinco ocasiones. "A día de hoy, no sé ni cómo estoy viva porque, en su momento, tuve muchos pensamientos suicidas y varios intentos de ello", relata.

Los primeros síntomas del Tourette suelen manifestarse en torno a los cinco años, aunque Alicia a los tres ya sacaba la lengua de forma automática y reiterada en un periodo corto de tiempo. Además, puede conllevar la aparición de trastornos asociados como impulsividad, falta de atención (TDAH/TDA), conducta obsesiva compulsiva, insomnio o depresión.

El síndrome es tan poco común que no se ha investigado su cura. La incidencia es muy baja, únicamente lo padece entre el 0,3% y el 0,8% de la población española menor de 18 años, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

"Los tics van cambiando, son super creativos y puede que alguno que has tenido anteriormente, te vuelva al cabo de los años", asegura González. El de enseñar la lengua lo dejó atrás, pero ha pasado por otros no tan inofensivos. Hubo una temporada que echaba la cabeza hacia atrás tan fuerte, que su nuca tocaba con su espalda y otra, que cerraba la boca con tanta intensidad, que se rompió una muela.

Si se encuentra en un entorno con muchos estímulos, es posible que los movimientos o sonidos le salgan sin darse cuenta. Sin embargo, en escenarios más tranquilos puede notar cuando van a surgir. "Es un nervio que quiere salir, como un fuego artificial que quiere explotar", detalla la joven.

Pero no los puede controlar, como mucho "retrasar". Aunque eso es peor porque luego se manifiestan todos de golpe y es como si una batería de pirotecnia estallara. En la adolescencia, el sistema hormonal influye tanto en las emociones que los tics se vuelven más "rebeldes". Sin embargo, con la edad, tienden a mejorar.